Daniel Sánchez Arévalo: "Pensar en Tarzán me ayudaba a combatir mis miedos de pequeño y no leer las críticas de mis pelis a mantenerme cuerdo de mayor"

Madrid

Es Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) un director que apetece. Debutó con "Azul oscuro casi negro" sin dejar indiferente a nadie y cintas como "Primos", "Gordos" o "La gran familia española", que vinieron después, no le han desmentido. Dice que huye del conflicto, pero curiosamente por llevar la contraria a su familia se fue a estudiar a Estados Unidos con quince años; por provenir de una familia de artistas en el cine, el diseño o la televisión, decidió estudiar empresariales. Hasta que se aburrió.

Le debe a su padre, creador de los carteles de Felipe González en las primeras campañas electorales, algunos recuerdos iniciales. "Recuerdo saltar en el sofá con la muerte de Franco porque entendía que eso era bueno para todos" y "recorrer con mi padre y mis hermanos en el coche la M-30, parar y hacernos fotos delante de esos carteles".

Fruto de los bostezos, a él, a quien su padre le repetía una y otra vez que debería llevar las cuentas de la familia, se le ocurrió empezar a escribir relatos. De ahí a la televisión como guionista y después a la primera línea del cine como director. "Yo en realidad me hice escritor de cine gracias a mis visitas al psicoanalista. Me horrorizaba la idea de aburrirle. Así que yo iba a las sesiones pero antes hacía el guion de todo lo que le iba a decir para evitar que se durmiera". Y estableció un método. "Yo no le soltaba todo de golpe. Empezaba por algo interesante, por lo fuerte; después me iba en el relato hacia atrás e iba estructurando mi relato como si fuera una película".

Asegura que esa sensibilidad y esos miedos, los que le llevaban de pequeño a la cama de sus padres mientras éste le daba largas (su padre le enviaba a su habitación "y me decía que me pusiera a tararear "Cantando bajo la lluvia" y a pensar en Tarzán") son los que ahora vuelca en el futuro de su hija, de cuatro años.

Los miedos, otros miedos, presentes de mayor, al padecer astenofobia. "Ese miedo a desmayarme lo he sentido muchas veces cuando tenía que hacer entrevistas o presentar películas en festivales y muchas veces he pensado ante la posibilidad de recibir un Goya que prefería no recibirlo para no desmayarme en el discurso". O el de las críticas... "Suerte que siempre le caí bien a Carlos Boyero - dice del crítico cinematográfico- y le han gustado mis películas". Reconoce, eso sí, que en un momento decidió "no leer las críticas: ni las buenas ni tampoco las malas, aunque siempre por Twitter algo te va llegando". Una manera de mantenerse cuerdo dentro de un cuerpo sensible.