Dos acuerdos, dos

Barcelona

Es una buena señal, el acuerdo. Sobre todo si se alcanza entre dos que normalmente discrepan, e incluso más que eso. Más: es una doble buena señal que haya dos acuerdos. Porque el diálogo entre discrepantes, la negociación y el pacto constituyen la caja de cambios del sistema democrático.

El pacto de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo para modificar la Constitución bautizando en ella a las personas con discapacidad como “personas con discapacidad” y no con el término peyorativo de “disminuidos” es bueno en sí mismo. Pero además tiene una segunda lectura: ambos aceptan implícitamente que puede haber más pactos: si uno es bueno, ¿por qué no el siguiente, y el siguiente y otro más? Y una tercera, ambos ratifican su acatamiento de la Constitución, porque no se reforma aquello en lo que no se cree. Y aún una cuarta, ambos se reconocen, pues, como líderes de partidos constitucionalistas: se acabó tildar al rival de anticonstitucional, de peligro para el Estado de derecho y demás lindezas. Si el pacto de la razón no lo permite, ¿deberá permitirlo el insulto y la propaganda más despreciativa?

El otro acuerdo, para renovar el Consejo General del Poder Judicial, es sustantivo. Aunque induce a la sonrisa. Ahora el PP lo acepta, ergo reconoce sin decirlo que boicotearlo durante cinco años fue una conducta de niño malo. Ahora reclama un mediador internacional: justo aquello que le reprochaba al sanchismo, aceptar un “verificador” en su diálogo con Junts. La excusa de que ahora el mediador será europeo y no ecuatoriano es pelín penosa, porque aflora racismo: ¿vale menos un latinoamericano moreno que un centroeuropeo blanquísimo? Pese a este pecado capital, bravo porque Feijóo, agotada la agitación callejera, haya dado su primera muestra de oposición constructiva.