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A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
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El progreso

"Intentemos recordar que somos iguales. Que podemos ser hoy víctimas y mañana verdugos, y que si no pensamos en el otro no seremos capaces siquiera de percibir si actuamos bien o mal"

El progreso

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Me siento incapaz de explicar en qué consiste el progreso. Hay demasiadas definiciones. Pero, como dijo Zygmunt Bauman (y perdonen que cite a filósofos polacos a estas horas de un día como este), la idea de progreso solía estar relacionada con la mejora de la vida de todos. O sea, era una idea colectiva.

Y me parece que ya no lo es. Ahora vinculamos el progreso a la libertad individual, cosa que está muy bien, y a la exaltación de las diferencias entre cada individuo, cosa sobre la que podríamos discutir. Por supuesto, cada uno tiene derecho a vivir como quiera y a sentirse como quiera. Pero tendemos a olvidar que la humanidad mejora cuando los individuos se unen para conseguir avances que beneficien a todos.

En realidad, los individuos nos parecemos mucho el uno al otro. Las grandes diferencias han sido siempre colectivas. Entre ricos y pobres, por resumir. Piensen en cómo ha mejorado la primera clase en los aviones, donde sólo falta que te pongan el peluche en la cama y te den un besito de buenas noches, y en cómo se han reducido los asientos en clase turista, donde nos sentamos como galeotes a los que sólo falta el remo. Es sólo un ejemplo de por dónde van las cosas.

Aceptamos lo que ocurre porque estamos abandonando una capacidad fundamental: la de ponernos en el lugar del otro. Y no me refiero a colarnos en primera clase, sino a eso tan humano de identificar las necesidades y emociones del prójimo y, luego, sentirlas como propias. Estos días no son mis preferidos, pero se supone que son días propicios para la hermandad. Intentemos recordar que somos iguales. Que podemos ser hoy víctimas y mañana verdugos, y que si no pensamos en el otro no seremos capaces siquiera de percibir si actuamos bien o mal.

Por supuesto, con estos sermoncillos no cambiará el mundo. Los ricos seguirán haciéndose más ricos, los pobres no saldrán del hoyo, aunque lo intenten a bordo de pateras, y cada uno irá por su lado convencido de tener razón.

Pero intenten al menos hacer eso tan fácil de identificar los problemas del otro y, en lo posible, sentirlos como propios. Aunque no cambie nada, las reuniones familiares de estos días pueden ser más apacibles. Incluso agradables, si me disculpan la exageración.

Soy Enric González. Les deseo felices fiestas.

 
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