La herencia de ida y vuelta de Juan Mayorga
Juan Mayorga, Premio Príncipe de Asturias y miembro de la RAE, es el nuevo "Artista Invitado" de la Cadena Ser. El dramaturgo se pone a los mandos de la antena durante una hora, y reúne en el Teatro de la Abadía a José Sanchís Sinisterra, Reyes Mate, Lucía Carballal e Ignatius Farray, maestros y discípulos, para reflexionar sobre la herencia
Juan Mayorga: la herencia
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Madrid
Cuando a Juan Mayorga, dramaturgo, le interesa un asunto, escribe una obra de teatro. Por eso, cuando la Cadena Ser le propuso ponerse a los mandos de la antena durante una hora en el espacio Artista Invitado, que se emite el 23 de diciembre a las 22:00, no dudó en encargarle a dos grandes actrices, Ana Marzoa y Zaira Montes, que interpretaran un texto suyo sobre un tema que le fascina y le preocupa: la herencia.
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¿"Herencia" es una palabra triste? ¿Lleva dentro la palabra "muerte"? Son algunas de las ideas que plantea esta pieza, pero no es así como la conciben sus dos primeros invitados, el dramaturgo José Sanchís Sinisterra y el filósofo Reyes Mate. Mayorga considera a Sanchís SInisterra, autor de "Ay, Carmela", y a Mate ("Tratado de la injusticia"), no solo sus maestros, sino también dos de sus mejores amigos, y les pregunta por las personas de las que ellos a su vez se consideran legatarios o aprendices. Reyes Mate recuerda al dirigente del PCE de los años 70 Alfonso Carlos Comín, un comunista cristiano que solía decir "yo pertenezco a una iglesia que ha quemado a muchos santos y a un partido que ha fusilado a muchos héroes". En ese sentido, Reyes Mate reconoce sentirse heredero de los perdedores: "en los perdedores hay un potencial que nos dice 'la historia se ha hecho así, pero podía haberse hecho de otra manera'".
Uno se fija en sus maestros puesto que es de ellos de quienes recibe la herencia, aunque Sanchís Sinisterra prefiere reivindicar la hermosa palabra "huella", que nos habla de inmaterialidad y de finitud. Sanchís revive la huella que le dejó un profesor de francés que un día a la semana en vez de dar clase se dedicaba a leerles novelas, y que lo convirtió a él en escritor cuando, tembloroso, le entregó su primera histopria de aventuras. Hoy en día piensa que lo que escriba dejará "una huella que será la supervivencia efímera en los espectadores, mientras haya espectadores". También Mayorga tuvo un profesor que renunciaba a una clase a la semana para leer en clase los "trabajos de creación" de sus alumnos: "nunca leyó uno mío, pero aquello era una forma de respeto. Este hombre esperaba algo de nosotros y eso ya era una herencia."
Mayorga invita también a hablar de herencia a la dramaturga Lucía Carballal, que fue su alumna pero hoy es también dramaturga y profesora. Lucía explica que para ella se trata de una palabra importante, porque, al perder a su padre muy joven, tuvo que relacionarse muy temprano con ella. Y aprendió que hay algo muy generoso en el acto de pensar en qué vas a legar: "El legado tiene mucho que ver con el esfuerzo de imaginar cómo va a ser la situación en la que tú ya no estés. Eso que se lega debe ir con una especie de manual de instrucciones para que el legado no sea pesado y triste."
Mayorga y Carballal reflexionan sobre la paradoja de vivir en una época de hiperbólicos archivos (todo el mundo lo fotografía todo, todo se documenta en internet) que convive con la absoluta desmemoria, donde lo difícil, precisamente, es dejar huella. "El deber de memoria es un deber de pensar, no se trata solo de recordar de forma melancólica o nostálgica, o de colocar placas. De lo que se trata es de pensar ¿por qué ocurrió esto si otro pasado fue posible?"
Una herencia, por dolorosa, por culposa, por apabullante, también puede ser una cárcel. Tenemos derecho, por tanto, a renunciar a ella. Lucía propone que una herencia contenga tanto un aprendizaje como una especie de "mapa de salida": te dejo esto pero al mismo tiempo te voy a dejar pagado el almacén para que todos estos trastos no te ocupen la casa".
Por las conversaciones de Mayorga con sus maestros y con sus discípulos desfilan nombres de escritores importantes para todos ellos, como Samuel Becket, Walter Benjamin, María Zambrano o Gómez de la Serna, pero es al llegar a la última conversación, con Ignatius Farray, hoy alumno de Mayorga en el máster de creación teatral que imparte en la Universidad Carlos III, cuando llega la mención a los clásicos más imponentes: Dante Alighieri y William Shakespeare. Ignatius piensa en las brujas de Macbeth, que, al comunicarle su destino, "le obligan a fingir y fingir hasta que le salga de verdad". Ignatius cuenta que también él fingió hasta ser un cómico de verdad: la primera vez que se subió a un escenario lo hizo para imitar a Javier Cansado, y que sintió la responsabilidad, el miedo a la vergüenza de no estar a la altura de sus maestros. De no fallar.
Aunque claro, como todos los payasos, Ignatius vive bajo la consigna de Samuel Becket: "Fracasa de nuevo, fracasa mejor." Todos somos payasos y debemos encontrar la dignidad en el fracaso, mirarnos a los ojos y compartir esa miseria, explica Ignatius. "Somos perdedoros que continuamente estamos intentando encontrar el camino. Nos encontramos perdidos." Y esa paradoja, la de encontrarse perdido, parece hacerle feliz. Porque pensar, y más pensar con amigos, produce una alegría incomparable.
Mayorga tiene la suerte de ser un enseñante a quienes sus discípulos enseñan, y que, con él, la herencia sea un camino de ida y vuelta.
Eva Cruz
Redactora en el magazine de 'Hoy por Hoy' desde 2017.