Ignatius Farray: "Me pusieron una hoja de reclamaciones diciendo que lo mío no era comedia"
Pablo Tallón entrevista al cómico Ignatius Farray
Las 21 de Hora 25 | Ignatius Farray
Madrid
Hubo un show en el que unas chicas le pusieron una hoja de reclamaciones Ignatius Farray. "Me la enseñó el dueño del bar. Fueron geniales. Decían que lo que yo hacía no era comedia", recuerda el cómico en una entrevista en 'Hora 25' con Pablo Tallón. Cuenta que acusaron al bar en el que se hizo la actuación de haber incurrido en publicidad engañosa. "Dijeron que me habían anunciado como comedia y que no lo era", señala.
Dice el cómico que legislar "la gilipollez" en nuestro país es muy difícil porque la línea está muy difusa. "El mayor drama al que nos enfrentamos hoy en día como sociedad es que cada vez no somos menos capaces de convivir con gilipollas por la cultura de la cancelación", insiste. Al final, dice Farray, vivir día a día rodeados por gilipollas "nos inocula en una cierta dosis de gilipollez" y nos hace desarrollar ese "sistema inmunológico" lo suficientemente robusto para que cree anticuerpos que reaccionen a tiempo. "La gilipollez es la vacuna", concluye.
El síndrome del impostor
A pesar de que lleva años dedicándose al mundo de la comedia, Farray confiesa que sigue sintiendo el síndrome del impostor: "Nunca estoy del todo convencido de que lo hago bien. Eso puede ser un propósito para el nuevo año, ahora que cumplido 50". Está cansado del propio Ignatius Farray porque, dice, no es un personaje "premeditado" sino la reacción que por torpeza, que por "carencias" le ha llevado a enfrentarse así a un micrófono o un escenario.
"Siempre me había gustado la idea, pero nunca pensé qué fuera capaz de reunir el coraje. Soy una persona más bien tímida. De una manera perversa, fui llevando mi vida contra las cuerdas", cuenta. Se dio cuenta de que si no lo intentaba no iba a "perdonárselo en la vida". Así fue como se tiró a la piscina y, a partir de ahí, "cuesta abajo". Recuerda Farray que fue a su primera actuación con un cúmulo de "ansiedad, histeria y nervios". Fue en esos primeros shows en los que 'el grito sordo' se convirtió en una de sus señas de identidad.
"Es un tic nervioso que empezó en la preadolescencia. En situaciones de nervios se me desencajaba la mandíbula. Una profesora me llegó a expulsar de clase porque pensaba que le estaba vacilando. Cuando empecé a actuar lo hacía por puros nervios", desvela. Hoy sigue teniendo esa ansiedad y sigue poniéndose "al límite".
La cultura del esfuerzo, "la misma esclavitud de siempre"
Ignatius Farray no tiene propósitos para este 2024. No cree en ellos. Considera que plantearse objetivos es dar un mal paso: "Cuando te planteas un objetivo ya tienes una meta premeditada a la que aspirar. Entonces tu imaginación perpetra una especie de escalera que tienes que ir subiendo hasta llegar al objetivo". Una escalera que nos hace "prisioneros" y que solo existe en nuestra mente.
Por eso prefiere el aburrimiento, porque, dice, nos ayuda a encontrar nuestro espacio. Algo que, reconoce, es un suplicio para muchos. "Los mayores problemas del ser humano nacen de nuestra incapacidad para estarnos quietos, sentados solos en una habitación. Ahí empiezan todos los males de la sociedad", reflexiona. Para el humorista la cultura del esfuerzo no es más que "la esclavitud de siempre": "Lo único que ahora el sistema, nuestros tiranos, han encontrado la manera de que nosotros seamos nuestros propios tiranos. Ya no vienen con el látigo, sino que ahora nosotros ponemos límite a nuestra productividad". El sistema, según Farray, nos "hackea el deseo" y nos imposibilita pensar que haya algo más allá.
Las 21 de Hora 25 | Ignatius Farray
Lydia Ramón Espinosa de los Monteros
Graduada en Periodismo por la Universidad de...