Detrás de cada mentira puede amanecer una verdad

Ya se ha puesto en marcha el nuevo año. Después de las fiestas familiares en Granada, esta mañana me subí muy pronto en el coche para volver a Madrid y al trabajo. En el amanecer, la luz roja del horizonte se mezcla con los faros encendidos de la carretera como el ruido del motor con las palabras de la radio. Quien busca la claridad se esfuerza en mirar y se llena de preguntas. De preguntas se llenan por obligación todos los principios de año. ¿Qué será de nosotros, de España, de Europa, del mundo? Como me gusta responderle al futuro desde el presente, me he dedicado en primer lugar a regocijarme con la belleza del amanecer. Estamos vivos, vamos a disfrutar de lo que tenemos.

Sí, ¿pero qué le pedimos al futuro? Hace más de 40 años publiqué mi primer ensayo filológico sobre el Auto de los reyes magos y el teatro en la Edad Media. Los regalos de los reyes, oro, incienso y mirra, tenían su aquel. Melchor, Gaspar y Baltasar no daban puntada sin hilo. Querían adivinar la condición del niño. ¿Era un Dios o un ser humano? ¿Mortal o inmortal? ¿Con qué regalo se quedaría? El oro es un metal puro y valioso, propio de un buen rey. El incienso celebra la espiritualidad divina. Y la mirra tiene que ver con el cuidado de los muertos… Ya se sabe, el niño se quedó con los tres regalos, porque era un Dios hecho hombre y porque iba a morir por amor en busca de la salvación y la inmortalidad.

La luz de este amanecer tiene oro, incienso y mirra. No hay que ocultar los conflictos, pero tenemos derecho a mezclar el espíritu con la carne, la economía con los valores cívicos. Detrás de cada mentira puede amanecer una verdad. Tenemos dificultades, pero estamos vivos y nos hemos ganado el derecho a no renunciar a la esperanza.