"Esta profesión da mucha amargura": la bonita reflexión de Maruja Torres sobre el Periodismo en la que no olvida a los poderosos

Madrid

Abrí la ventana de la cocina el día primero del año y sentí el magnífico frío reparador que llegaba de los cercanos Picos de Europa, amplios y hermosos. No dejaba de contemplar su infinita belleza mientras preparaba el café. Delante de mí, nada, nadie, excepto la Naturaleza que, por ahora, todavía nos puede acompañar.

Detrás de mí, nada, nadie excepto los cuatro amigos de mi familia escogida que me dieron sabio refugio durante los días iniciales del año, necesitados como estábamos todos de compartir lo bueno y lo malo, de hablarlo y de entenderlo. Los dos adultos son de mi profesión y todavía la ejercen con la decencia de siempre. Han estado en lugares que yo no pisé nunca y visitado otros en los que reporteé hace muchos años.

A la luz de la lumbre nos juntábamos cada anochecer, sin dejar de saber -ese conocimiento que no nos abandona nunca- pero también sin dejar de sentir el calor que proporciona hallarse entre iguales con los que podemos hablar y desahogarnos y clamar por las injusticias de las que ahora nos hacemos eco en la medida que podemos.

Esta profesión te da mucha amargura, pero si tienes suerte te regala también un cordón umbilical, un hilo de acero que te enlaza con los que están y con los que se van, con los que luchan para que un poco, un poquito de verdad aflore entre el macizo helado de la indiferencia de los poderosos. Al menos, allí, entre la nieve que ya caía en las montañas y el desapego que, a nuestras espaldas, endurece los corazones, nos sentíamos a salvo.