Paulina Urrutia: "La memoria es un ejercicio colectivo y no sólo está en la razón, también en las emociones y los afectos"

¿Y tú quién eres? Es posiblemente la pregunta más dura que se puede escuchar en boca de la persona que más quieres en este mundo. Es una pregunta que sólo tiene un culpable, el alzhéimer, y que se puede llegar a repetir cada día. Cada mañana. Eso le pasó a Paulina Urrutia, actriz y exministra de Cultura del gobierno de Michelle Bachelet en Chile, con Augusto Góngora, su marido, diagnosticado con alzhéimer hace ahora diez años. Góngora, periodista y documentalista, falleció en mayo del año pasado. «Esta enfermedad produce mucha angustia porque es no reconocer pero él (Góngora) tiene una capacidad para conectarse igual, aunque no pudiera comprender. Sí podía tener una manera de conectarse con las cosas que es verdaderamente reveladora», cuenta la actriz en una entrevista en Hora 25, un día antes de que se estrene «La memoria infinita», el documental que dirige la chilena Maite Alberdi y que cuenta cómo ambos afrontaron los últimos años de Augusto. «Esta película es el capítulo final de una vida de coherencia», dice Urrutia, aludiendo a la importancia que le daba su marido a la memoria, individual y colectiva. A la memoria y al amor por la vida. Le asombra todavía «la capacidad que tuvo hasta el final de transmitir lo apasionante de la vida». «La memoria no es solamente un ejercicio personal o familiar, es un ejercicio colectivo. Esa es la verdadera memoria. Nosotros vamos a desaparecer como individuos e incluso como colectivos, pero eso va generando un acervo que se va construyendo. Y así es como nace este documental», cuenta la actriz. «Es también comprender que la memoria no es solamente algo que esté en la razón, en la comprensión racional de nuestra realidad, sino que está también en lo que vivimos, en lo que experimentamos, en nuestros afectos, en las emociones, y eso es bueno». Augusto Góngora era un reconocido periodista y documentalista en Chile, autor del libro «La memoria prohibida», que escribió en los años 80 y que daba voz a un país atravesado por la represión de la dictadura de Pinochet. «Por eso la película creo que se llama así, La memoria infinita, porque es justamente esa memoria que es inmanente, que permanece aún perdiendo racionalmente lo que nosotros conocemos generalmente como memoria». A Góngora le diagnosticaron oficialmente alzhéimer un día de 2014. Pero, dice su mujer, «no es un día, es un proceso en el que todos vamos comprendiendo cuando nos enfrentamos a cualquier enfermedad. Es un proceso de deterioro, un proceso en donde vamos perdiendo capacidades, vamos involucionando. No es un día, son muchos días diferentes y esa es la manera más sana de vivirla». Cuenta la actriz que, cuando la directora, Maite Alberdi, les propuso la idea de grabar su vida, él lo tuvo claro desde el principio, mientras que a ella le costó más. Acabaron dando el paso, dice, en cierto modo por la responsabilidad que adquirieron. «Nos convertimos en iconos de esta enfermedad y también en movilizadores de las acciones que todos como sociedad podemos ir asumiendo en términos de la responsabilidad de los cuidados». Urrutia sólo tiene palabras de reconocimiento y gratitud para Alberdi. Elogia incluso la «dignidad» con la que fueron tratados en un rodaje muy íntimo, porque toda la cinta aborda los momentos más personales de la pareja en su propia casa. El espectador entra en esa vida y todo lo que se encuentra es el amor pleno de dos personas convencidas de que se necesitan mutuamente. «Esta película no es ciencia ficción, no un drama, es la vida. Y es lo que tiene de bonito un documental que retrata cómo nosotros, todos los seres humanos, enfrentamos la vida con momentos duros, pero también con luces, días maravillosos que le devuelven el sentido a la vida».

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Aimar Bretos entrevista a la actriz chilena, un día antes de que se estrene el documental que cuenta cómo ella y su marido Augusto Góngora vivieron juntos el alzhéimer que le diagnosticaron a él

Víctor Olazábal

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