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Esto es lo más raro que se ha robado en Nueva York: así fue el atraco más extravagante de la historia

Marta Fernández presenta en La Ventana una nueva historia de Academia de saberes inútiles al más puro estilo Ocean’s Eleven

Academia de saberes inútiles | Esto es lo más raro que se ha robado en Nueva York: así fue el atraco más extravagante de la historia

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Un libro fue el objeto más curioso del que se encapricharon una serie de ladrones del Estados Unidos en 1931. Pero no eran unos ladrones cualquiera, eran libreros; y tampoco era un libro cualquiera, era un libro maldito de un escritor maldito: Al Aaraaf de Edgar Allan Poe. Uno de los primeros poemarios del autor que había muerto en apenas cincuenta años antes en extrañas circunstancias. Una obra que cuando salió no valió nada, pero que en 1930 era el ejemplar más deseado por los bibliómanos, y que puso nombre a una de las canciones más conocidas de Radio Futura: Annabel Lee.

Poe lo había escrito cuando tenía 20 años y convenció a un impresor de Boston para que hiciera una tirada de 250 ejemplares para venderlos él mismo. Pero como no lo consiguió, se lo regaló a sus amigos. Ni siquiera se quedó con una copia, porque le recordaban su fracaso. Décadas después, en los años 30 del siglo XX, Al Aaraaf se había convertido en una reliquia para los devotos de Poe. Para el año 1930 ya solo quedaban diez ejemplares, y en el Nueva York de la Gran Depresión había dos cosas muy cotizadas: el alcohol y los libros. De hecho, había bandas organizadas de ladrones de obras, y dirigidas por los propios libreros.

Los capos del negocio eran los libreros de segunda mano, que reclutaban a jóvenes estudiantes sin un centavo, les entrenaban para que supieran qué libros eran valiosos y los mandaban a robar a las bibliotecas públicas y universidades. En un solo golpe en 1929 se consiguieron llevar 100 libros de la biblioteca de la Universidad de Yale. Pero había un lugar que se les resistía, porque tenía un departamento de libros raros bien custodiado: la Biblioteca Pública de Nueva York, donde residía una de las copias del libro de Allan Poe.

Pero, traspasar la seguridad del Departamento de libros raros no era tarea fácil. Harry Gold, uno de los más famosos bibliómanos, estuvo un año preparando el golpe y consiguió reclutar a Samuel Dupree, un joven de Carolina del Norte que vivía en el campamento de Central Park. Dupree estuvo todo un año acudiendo regularmente a la biblioteca y ganándose la confianza de los responsables. Pero, en vez de estar estudiando literatura americana del S.XIX, analizaba las rutinas del lugar.

Se familiarizó tanto con la biblioteca que averiguó que los sábados a la hora de comer quedaba solo un bibliotecario, un señor mayor que estaba a punto de jubilarse. Y un sábado de enero decidieron robar el ejemplar, aunque Gold pensó que ya que lo hacían bien podrían llevarse algún libro más: La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne y Mody Dick de Herman Melville. Sin embargo, cuando Dupree había conseguido distraer al hombre diciéndole que quería dos libros más, se sintió tan mal que decidió echarse atrás. Pero los que no se negaron fueron los dos chicos que esperaban en la puerta, cada uno decidió coger un libro y salieron de allí corriendo.

Vender esos libros fue algo sencillo, pero lo que costaba más era comercializar con un ejemplar del que solo quedaban diez en el mundo y además contenía el sello de la biblioteca. Tras dos años de intentos por todo el país, accedió a vendérselo a un coleccionista privado que había en la ciudad. Le había cambiado las tapas originales y había eliminado el sello de la librería; pero lo que él no sabía, es que tras el pobre ratero se encontraba la policía, y que en el interior del libro, en la página 67, seguía quedando una marca secreta de la Biblioteca Pública de Nueva York.

Harry Gold acabó en Sing Sing, una cárcel en la que hasta los guardias tienen miedo de entrar. Hoy en día, el precio del libro de Poe es incalculable. Y como una paradoja de la vida, Al Aaraaf y Moby Dick fueron dos fracasos estrepitosos cuando se publicaron, pero en muy poco tiempo pasaron a convertirse en dos tesoros dignos de un robo de película.

 
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