Llamando a la puerta de Morfi
"Cuando todo nos marginaba, la Banda Trapera del Río nos decía que formábamos parte de algo"
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Madrid
Solo había que gritar ¡Ciutat podrida! y estaba todo dicho, todo explicado. Aquella canción de la Trapera era una consigna. Habíamos preferido el rock and roll a la música. Pero era la música, su música, lo que nos empujaba hasta el borde de todos los precipicios. El paro juvenil era el acantilado, y todas las olas negras del barrio se estrellaban a sus pies. Hacía años que la Banda Trapera del Río se había separado; pero su leyenda, sus canciones grabadas en una casete, iban a todas partes con nosotros. Después volvieron a tocar, y ya han quedado para siempre. Aún siguen. La semana pasada, murió su cantante, Morfi Grei. Le falló el trasplante de hígado. Quién se lo iba a decir a un trasplantado de la vida. Trasplantado, desde su Melilla natal, a un barrio de las afueras, los bloques verdes, la Ciudad Satélite de Cornellà del Llobregat. Desterrado a una música de descampados y cloacas, a la que tampoco quería ir nadie. Nadie los contrataba. Demasiado rock de barrio, incluso para los progres. Lo pagaron caro. Morfi, Raf Pulido, el Tío Modes, Rockhita y Rayban (solo queda vivo este), grabaron el primer disco, y se llamó como el grupo: La Banda Trapera del Río. Entonces se les decía traperas a las navajas. Pero, también, trapero era no valer nada. Ser trapero era aguantar. Miguel Ángel fieramente humano, ese era Morfi. Sus canciones se titulaban Nos gusta cagarnos en la sociedad..., y cosas peores. Pura rabia, y mucho vacilar. En las primeras elecciones municipales de la democracia, la Banda Trapera anunció su candidatura e hizo propaganda electoral montada en motos y en un coche. No, no se estaban cachondeando. Llamaban a la puerta. Querían ser normales. Cuando todo nos marginaba, la Banda Trapera del Río nos decía que formábamos parte de algo. Con sus canciones, llamábamos nosotros a la puerta.