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Camila Sosa: "Me gusta provocar; como decía Pasolini tenemos derecho al escándalo"

La escritora argentina publica 'Tesis sobre una domesticación', una historia sobre cómo la familia nos destruye a través del personaje de una actriz travesti en Argentina

La escritora argentina Camila Sosa / Maria Palacios

Un libro de Camila Sosa es ya un acontecimiento. Fue en 2020 cuando su novela Las malas, editada por Tusquets, se volvió un fenómeno en España y Latinoamericana. También asistir a una rueda de prensa con ella tiene algo de aventura. La autora aparecía desde Argentina, por Zoom, en medio de un ruido ensordecedor a causa de unas obras al lado desde donde atendía a la prensa española. "Sí, sí y sí. Me gusta provocar", decía con el cigarro en mano. "Como decía Pasolini el escándalo es un derecho. Soy mucho más provocadora en al vida que en la literatura", reconocía divertida la escritora que como provocación lo que hace es poner en jaque todas las estructuras burguesas y patriarcales que ahogan a las mujeres y, mucho más, a las travestis. "No estoy casada, no sé si el matrimonio es un infierno. Si tuviera que hablar por mis padres, diría que sí. Si tuviera que hablar por una experiencia cercana, mis amigas, diría que sí. Debe haber algunos felices, pero una se entera de cada cosa..."

Pocas autoras poseen la valentía y la fuerza poética de Camila Sosa que tras Las malas y el libro de cuentos Soy una tonta por quererte, vuelve a la novela con Tesis sobre una domesticación. Una novela perturbadora sobre una actriz, la más famosa de las travestis de Argentina, en una destrucción o configuración de la familia, según se mire. Todo lo que cuenta la autora tiene que ver con nosotros, con nuestra idea de querer salir de la familia o de querer formar una a toda cosa. "Fue escrita como un asalto de banco, en seis meses y a partir de muchas escenas de una película en la que se basa en libro y que ya está rodada", contaba a los periodistas.

La protagonista es una actriz, la más famosa de las travestis de Argentina. Está en lo más alto de su carrera profesional. Anda metida en un montaje teatral, la adaptación de La voz humana, la obra de Cocteau, que es todo un éxito. Es famosa, buena actriz, reconocida, y felizmente casada con un abogado gay con el que acaba de adoptar a un niño con VIH. Este personaje, como idea de La voz humana, tienen mucho de almodovariano. "La voz humana llegó a través de Almodóvar y también de Rosellini, que firmó la película con Ana Magnani", reconoce Sosa que hizo un montaje que era, de alguna manera una continuación de esta obra, El beso indiferente, en 2014. "Fue un momento en que me volví loca y me llevó todo este tiempo darme cuenta de esa crisis de cordura. A las actrices nos pasa mucho esto de querer despegarnos y ser frías con los materiales que trabajamos y, en verdad, las buenas actrices, nos comemos el rollo de que somos nosotros. Es un límite muy fino, que permite una sensibilidad distinta al resto de la gente", cuenta Camila Sosa que, además de escritora es también actriz.

"La actuación y el travestimos tienen mucho en común", dice la novela y resalta la autora. "Las actrices fueron los primeros personajes que me provocaron investigar querer saber más. Después las músicas, Nina Simone y demás, que me dieron la curiosidad de saber qué clase de mundo las rodea. Las actrices son más accesibles que las escritoras y que las músicas. Fueron fascinantes desde el principio, desde que empecé a ver películas, fue una imprudencia de mis padres, que me permitieron ver de todo", cuenta sobre la idea de centrar la historia en una actriz que quiere una familia a toda costa, pero a la vez esa familia la constriñe, como nos constriñe a toda.

"Acá en Latinoamericana, la familia es una institución peligrosa. El 70 por ciento de las violaciones a los menores ocurren dentro de la familia. Es también donde más mujeres son asesinadas, por sus parejas. Es un misterio el qué sucede en las familias para que las mujeres y las minorías estén en peligro en ellas. También cuando tu esposo te acorrala. O cuando una madre que intenta vivir a través de su hija, o que intenta recuperar una sensualidad que va perdiendo", explicaba en la rueda de prensa. Reconoce que ella llegó tarde a la familia. "Yo pasé de mis 18 a los 27 años, tal vez un poco más, en volver a vincularme con mi familia. Después ese vínculo se agrandó y ahora también tengo relación con algunos primos y tías. Me resulta un misterio, supongo que es un privilegio acercarse a una familia no solo porque te toca, sino porque tienes curiosidad". Por eso está segura que no quiere cosas normales, no quiere una pareja normal, no quiere una familia y reconoce que hay mucho de ella en este personaje con miedo a ser domesticada.

"La domesticación es que te asfixien, que te encadenen, que te enjaulen. Yo soy una persona que fue domesticada en la pobreza y estoy acorralada por la riqueza, que es peor aún. Por los gustos burgueses, la estupidez del buen vino, la comida. Parece una estupidez, pero no lo es, me resulta así porque estamos en un mundo donde se mata como se mata", explica la actriz. "La novela no es autobiográfica, pero la actriz soy yo mirándome al espejo y amándome además", que reconoce los miedos de su personaje, a enamorarse, a formar una familia, a encontrarse con la suya, con el miedo a ser domesticada y una advertencia a que siempre se puede acabar bañada en sangre, por no hacer frente a quienes nos están esclavizando. Los cuidados o la manera distribuirlos es una de las cosas que rompe a la familia, en la ficción y en la realidad. "Cuidar no es un acto de amor, es una responsabilidad, es un deber, sobre todo para los que deciden formar una familia. Y ese deber tiene que ser compartido, ecuánime, no tiene por qué costarle más a unos y a otros. Es interesante, porque cuando filmamos se armaron muchas discusiones, porque decían que la actitud de la actriz estaba mal, porque ella decidía ir a actuar en lugar de quedarse con el hijo. Tiene que ver con el machismo de España y de Latinoamérica. Poner las cosas en términos amorosos, es un peligro enorme, porque siempre acaba recayendo en las feminidades, las mujeres, los niños, las travestis, cuando son cosas que son puro trabajo.

Otra de las provocaciones, para lectores algo mojigatos, son las escenas de sexo. Libres, brutas, salvajes, sensibles y duras a la vez. Como la vida misma. Escenas de sexo que recuerdan a Agustín Gómez Arcos, pero también, como reconocía la escritora, a Marguerite Duras. "Aprendí de Marguerite Duras, sigue siendo la maestra definitiva de la literatura. Tiene un par de escenas sexuales, en El hombre sentado en el pasillo y en El amante que son muy interesantes. Hay alguien que siempre está mirando".

Ya ocurría en Las malas, Camila Sosa insiste en el término travesti, que defiende con uñas y dientes frente al concepto de mujer trans. "Eso lo decidieron en Europa, una nomenclatura, igual fue Paul Preciado quien inventó ese quilombo. Las travestis latinoamericanas existimos antes de que llegaran los españoles en estas tierras. Existíamos entre los mapuches, entre los mayas, entre los incas. Tenemos una historia que nos fundan. Nosotras siempre fuimos travestis, no sé si nos lo decían negativamente o no. Todas éramos catalogadas bajo esa simple palabra que en Latinoamérica implica imágenes como la noche, la pobreza, la ropa, los cuerpos, los clientes, el semen, los crímenes, el rechazo. Es mucho más literario que mujeres trans, que solo se parece a una identidad.".

Una de las referencias de Camila Sosa es Westworld, la serie de HBO donde se cuentan los riesgos de la inteligencia artificial, cuerpos que son replicantes, como las mujeres travestis. "A mi me pasó lo mismo cuando tomé conciencia del típico de daño que se me había hecho por ser quien era, una travesti en Latinoamérica, en Argentina, después ser una actriz travesti que se daba paso en un mundo en el que había sido invitada, no protagonista. Y después como escritora también. Ella debía parecer ignorante de su domesticación, al final del libro tenía que llegar la liberación de que ella estaba habitando un mundo que no le pertenecía y le hacía daño".

Entiende que haya travestis que busquen familias, porque hacer vínculos nuevos es agotador y no siempre funciona y reconoce tener contradicciones sobre esas familias diferentes. Pone de ejemplo, una de las familias que aparecen en el último libro de Gabriela Weinner, que ella ha prologado, donde hay un gurú con cinco esposas y dicen que son felices. "Eso que molesta al feminismo y al progresismo es, sin embargo interesante", reconoce. Lo mismo que con La Mesías, la serie de Javier Calvo y Javier Ambrossi que cita como ejemplo. "Hay un momento en que las hijas empiezan a reclamar por su mamá, esas chicas que parecían ser oprimidas reclaman hasta el punto de la violencia, por su mamá. Yo digo que ahí pasa algo interesante. Se paga muy caro ser rebelde en el amor. Nunca se relata otro tipo de vínculos, es raro encontrar relatos como La Mesías o el de Gabriela Winner que te ponen en la cara otra manera de observar del amor. incluso se silencia la posibilidad de tener hijos".

Escribir en la Argentina de Milei

Igual que su personaje, Camila Sosa reconoce el desinterés por la política, por lo que pasa, por los demás y casi pide perdón por ello. "Asumo mi responsabilidad porque tuve mucho desinterés durante las elecciones. Y eso también ha favorecido que esté Milei. Es un poco el desinterés que tiene esa actriz del libro", dice la escritora que reconoce que el caos que reina en su país desde que el presidente de extrema derecha llegara al poder le ha provocado escribir más. "El contexto político me da más ganas de escribir. Es como volver a los noventa, donde salir a la calle era un problema", dice sobre el retroceso que Argentina está viviendo.

"Es lo ominoso, como dice Freud", así describe al político en el poder. "La gente tiene miedo, cualquiera, también un viejo, un vendedor ambulante. Hay una cuestión psicopática de que estamos todos despertándonos y viendo quién sale afectado por una medida nueva. Lo peor es la inflación y en eso estamos todos metidos. Si algo hizo Milei es poner a todo el mundo bajo lo mismo. todos estamos con miedo a ser pobres, a tener hambre. A mí me llama la atención la cantidad de maricones, lesbianas, travestis que apoyan a Milei, eso es llamativo y es algo para atender, sin juzgar, pero acercarnos con curiosidad a ver qué hay en el mundo de Milei que a tantos homosexuales, a tantas lesbianas y a tantas travestis les parece que es lo justo. Igual llegó el tiempo de la igualdad para ser igual de hijos de puta", reflexiona la escritora que se suma a esa oleada de artistas que vislumbran con pavor el cambio en el país.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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