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Sundance 2024 | 'Real Pain', Kieran Culkin y Jesse Eisenberg indagan en las heridas del Holocausto en las nuevas generaciones

Ha sido la película más ovacionada del Festival de Sundance, la segunda como director del protagonista de 'La Red social', una historia íntima y personal que tiene que ver con sus propios orígenes

Fotograma de 'A real pain'

Madrid

Cuenta el escritor de origen ruso Alex Halberstadt en su libro Los olvidados (Impedimenta) un experimento con ratones que viene a demostrar que el trauma sufrido por una generación se traspasa fisiológicamente a los hijos y a los nietos, incluso si estos no han tenido nunca contacto con las víctimas. A aquel estudio con ratones, siguió, la investigación se hizo con personas, con supervivientes del Holocausto. Se vio cómo sus hijos mostraban cambios en los genes determinantes de la respuesta al estrés, cambios idénticos a los que tenían sus padres. Esa es la tesis de la segunda película como director de Jesse Eisenberg, actor de La red social, que ahora presenta en el Festival de Sundance A real pain.

El director parte de una experiencia personal, la de querer conocer la tierra de su abuela, Polonia, y los horrores que su generación vivió allí. Por eso, propone le viaje de dos primos que llevan tiempo algo alejados y que acuden a Varsovia a un tour turístico para judíos o familiares de las víctimas del Holocausto. Kieran Culkin y el propio Eisenberg son los actores protagonistas, dos americanos perdidos en ese país del Este de Europa que se unen a un variopinto grupo formado por dos jubilados, una mujer cuya madre sobrevivió a los campos, y un joven africano que superó el genocidio de Ruanda y se convirtió después al judaísmo. "Quería conectar la experiencia judía con experiencias más modernas. Pienso en el Holocausto como una tragedia que sucede en otras culturas también, esto no es exclusivo de los judíos", decía el actor tras la primera proyección en Park City de una de las películas más ovacionadas.

El film trata de mostrar cómo afecta ese trauma del pasado a las vidas de estos dos jóvenes, que lidian con la salud mental, con la crisis del mundo moderno y líquido, que diría Bauman, y con la pérdida de la abuela, único núcleo familiar que les unía. Cada uno ha llevado vidas diferentes y ha lidiado de manera distinta con el duelo y con los traumas psicológicos, lo que hace que A real pain sea una de esas películas donde el viaje acaba por centrar y reconciliar a los protagonistas.

Mientras visitan los monumentos en Polonia, Eisenberg propone una reflexión sobre cómo comportarse ante los restos de la barbarie. ¿Qué fotos debe uno tomarse? ¿Qué actitud? ¿Qué pasa si uno no llora al entrar en Auschwitz? Sin grandes subrayados, la película indaga también en la sensación de ver convertido aquel campo de exterminio en un lugar sacralizado como un museo, abierto a las hordas de turistas, a las fotos en Instagram, a la banalización del pasado y la memoria, algo que conecta con la película de Jonathan Glazer, La zona de interés. Es brillante el momento en que uno de los primos, el personaje de Kieran Culkin, se viene abajo porque no soporta estar en hoteles caros, viajar en los vagones de tren de primera para ir a visitar el campo de concentración, donde los zapatos de los represaliados se exponen todos juntos. Sin duda, la reflexión que abre esta película sobre cómo lidiar con el pasado y cómo mantener la memoria es interesante, lo mismo que la manera en que la cuenta. De forma sutil, ingeniosa, sinuosa, siguiendo a estos personajes, a quienes interpretan de una manera nada manierista, algo que sorprende en el caso de Culkin, acostumbrados a la excentricidad de su personaje en Succession que tantos premios le está dando esta temporada.

Con pequeños detalles, con humor y con mucha melancolía esta historia íntima, sobre dos hombres intentando entender el sufrimiento, consigue que nos planteemos cuestiones sobre de qué lugar viene el dolor, si heredamos las enfermedades mentales, como esos ratones del experimento, o si la identidad es algo que construimos todo el rato. Es curioso como estos americanos acaban entendiendo que su vida pudo ser otra si su abuela no hubiera partido de Polonia al exilio. La mirada al pasado para relativizar los problemas es la gran propuesta de este director, en un momento donde la salud mental es uno de los grandes problemas de las sociedades occidentales.

"Mi familia viene del pueblo que visitan en la película, tiene detalles autobiográficos y familiares, y quería mostrar esta relación entre el dolor épico frente el dolor moderno, de cómo los reconcilias con el trauma generacional", explicaba Eisenberg que negaba que el hecho de mostrarla ahora, en plena ofensiva israelí en Gaza tuviera algún interés político. "La película no es política. Podría tener lugar en cualquier momento de los últimos 30 años... Tiene sentido ahora como en cualquier momento", añadía.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...