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José Ovejero: "La violencia es el síntoma, la expresión que surge del engaño y saqueo al que nos han sometido"

El escritor publica 'Vibración', una novela que documenta el paso del tiempo en un pueblo de la España interior, todo lo que permanece, todo lo que vibra entre los fantasmas del pasado y los vivos del presente

José Ovejero: "La violencia es el síntoma, la expresión que surge del engaño y saqueo al que nos han sometido"

José Ovejero: "La violencia es el síntoma, la expresión que surge del engaño y saqueo al que nos han sometido"

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José Ovejero (Madrid, 1968) lleva desde el pasado 30 de noviembre documentando el paso del tiempo. Cada semana sube una fotografía a su cuenta de X, la misma foto fija de un paisaje, captando "un movimiento lento e imperceptible", como escribe en su último libro, Vibración (Galaxia Gutenberg), y es que "no se piensa en el otoño cuando caen las primeras hojas, el árbol todavía parece intacto". "Cuando hablamos del paso del tiempo, siempre estamos pensando en el cambio y, sin embargo, hay mucho más que se queda de lo que se transforma", advierte el escritor de poesía, cuentos, relatos, novelas y ensayo.

En 2022 nos presentaba Mientras estamos muertos, un conjunto de relatos sobre lo que ha venido explotándose mucho estos años en la literatura: la familia, la familia como lugar de refugio, la familia como cárcel. Ya entonces nos adelantaba que estaba trabajando en esta novela, que con ella quería romper la idea de que la novela necesita una especie de unidad mayor con respecto al relato.

Vibración también es una suerte de documentación del paso del tiempo, una obra literaria monumental, que juega con los géneros y con la escritura, a veces frenética, otras pausada. Leer algunos capítulos es como visitar un museo, cuadros llenos de detalles, de pequeñas acciones y movimientos en una imagen aparentemente fija, que nos atrapa con una paleta de colores muy descriptiva. Si 'Lo demás es aire' de Juan Gómez Bárcena nos fascinó en 2022, con Vibración estamos probablemente ante una de las mejores novelas de 2024. Las dos recogen la historia de un lugar y de los que lo han habitado.

Juan Gómez Bárcena: &quot;Me interesa la historia de las relaciones humanas en este tiempo de posverdad&quot;

Ovejero nos traslada a una zona de la España interior, a Valdecaballeros y su entorno, en Badajoz. Un pueblo, real y ficcionado, que languidece junto a un pantano cuya agua baja y sube, una metáfora de la memoria y del olvido, de lo que se ve y lo que se oculta, de cómo todo vibra, todo late, aunque no lo percibamos. Este enclave mágico y misterioso conserva un dolmen del tercer milenio antes de Cristo, una necrópolis de la Edad del Hierro, un campo de concentración de la Guerra Civil o una central nuclear abandonada. Cómo no vibrar con semejante historia de historias ahí concentradas, con todos esos ecos fantasmagóricos del pasado que siguen resonando en el presente de los que habitan el pueblo o regresan a él.

La novela está dividida en tres partes, precedidas por una introducción que atrapa al lector por el misterio que encierra, con un toque de thriller. La primera parte es un conjunto de relatos, muy coral, de todos los que han habitado ese pueblo. En la segunda explica la vibración como origen de todo el universo. La tercera nos cuentas el regreso de Paul a este pueblo que habitaron sus antepasados, acompañado de su mujer, Sara, y de su hija Ale, que se siente atraída y atrapada por todos los ecos que resuenan en ese lugar. 460 páginas que hemos leído y releído, cautivados por los pequeños detalles, atentos a todos esos nexos que van uniendo las historias que tanto hemos disfrutado.

Cubierta de &#039;Vibración&#039;, de José Ovejero

Cubierta de 'Vibración', de José Ovejero / Galaxia Gutenberg

"En el principio fue la vibración. Da igual que aún creas que fue provocada por el Verbo o por el Big Bang: la vibración comienza al mismo tiempo que el universo. Atraviesa no solo los planetas, las estrellas, nuestros cuerpos, también la historia y los afectos.

Sin vibración, no habría voz ni lenguaje sonoro, nos habría costado mucho más la transmisión de conocimiento. ¿Qué vida interior tendríamos sin el lenguaje?

Hay una sucesión de ondas que nos unen con el pasado y con el futuro, un sonido que nos conecta. Y cada uno de nosotros las amplifica y rebota. Si prestamos atención, esa es la única verdad que se impone: todo vibra. O, si lo prefieres, todo está latiendo".

Las vibraciones no se transmiten en el vacío, la historia tampoco. ¿De dónde surge esta idea de la vibración?

Surge precisamente de ese momento en el que me doy cuenta de que hay una conexión entre hechos y restos arqueológicos, en el sentido más amplio, que parecen desconectados y, sin embargo, algo las une. Empecé a trabajar un poco con esa idea de vibración, a ver qué pasa con eso que ya no percibimos a veces, pero que sigue vibrando. Empecé a trabajar así, a contar historias, una detrás de otra, y a descubrir yo mismo cómo se iban enlazando inconscientemente. Relaciones, por ejemplo, entre violencias muy separadas en el tiempo. Cuando empiezas a pensar en vibración, en lo desaparecido que no oyes, pero que está ahí, empiezas a pensar en fantasmas y claro, la idea del fantasma se me apareció. El pasado también tiene esa parte fantasmagórica, eso que está presente y que está ausente, que no podemos tocar, pero sabemos que está ahí, que nos influye, que nos habla. Y se me ocurrió crear esta familia que regresa al pueblo, porque la familia de Paul venía de ese pueblo. Es la niña la que percibe que hay algo y empecé a convertir aquello en una novela casi de fantasmas, de apariencia muy realista, pero en la que suceden cosas extrañas que la niña capta.

Irene Solà: &quot;¿Perder la memoria es una condena o un alivio? Olvidamos y recordamos lo que queremos&quot;

En la novela recoges la tradición oral, las historias transmitidas de generación en generación. Como en tu anterior libro, aquí también cargamos con las derrotas y decepciones de nuestros antepasados, somos depositarios de sus mezquindades. Qué importante contarnos y cómo nos contamos, cómo nos construimos gracias a los otros, pasados y presentes.

Claro, eso es algo que me viene interesando desde hace bastante tiempo, esa idea de que en realidad el yo perfectamente delimitado, el individuo, no existe. Eso ya lo exploraba en Mientras estamos muertos, cómo ese chico no puede narrarse sin narrar a los demás. Y decidí que en esta novela tenía que ampliarlo aún más y no sólo narrar a los vivos, a la familia, a los vecinos, a los compañeros de trabajo, sino también incluir en el yo a los muertos. No existimos sin nuestros muertos, sin nuestro pasado.

Aquí también se transmite "una enfermedad que nos aqueja desde hace siglos, una enfermedad que se transmite también de generación en generación y que nos vuelve dañinos, destructivos". ¿Es la violencia esa enfermedad? Porque en el libro hay rabia, rencor, odio en ese pueblo, "un odio que es como un veneno", hay violencia en la muerte, pero también hay violencia en el deseo, en la pasión, en el sexo o en el amor. En tu anterior libro, "el padre era violento y violento serán los niños". ¿Es la violencia esa enfermedad enquistada?

No, la violencia no es la enfermedad, es el síntoma. La enfermedad es la opresión, es el saqueo de ciertas regiones, es la explotación, es la miseria, es tener a gente trabajando por un sueldo mísero, por un salario o jornal mínimo durante generaciones, es ver que tu territorio se va destruyendo y que se va convirtiendo en un vertedero. Es ver que toda la riqueza que genera no se queda ahí, sino que se va, desaparece, el dinero tiene una cualidad también fantasmagórica. Es ver que produces lo más básico, el alimento, que no vale prácticamente nada para quien lo produce. Es que te engañen una y otra vez con promesas de futuro, la central que iba a traer tanto trabajo y tanta riqueza, la hidroeléctrica, el regadío, es un engaño detrás de otro. Eso es la enfermedad, la violencia solo es el síntoma, es la explosión, es la rabia que surge de ese saqueo, de ese desengaño.

"Yo no tengo madre -dice Germán- o sea lo que tengo es una deuda, una hipoteca que sigo pagando". Abordas de nuevo la familia y la clase: "el hambre va pasando de una familia a otra como una plaga", "los ricos sólo conocen lo suave, los pobres lo áspero". Señalas mucho la educación privada y la visión que tienen estos pijos de chalés sobre la educación y la universidad pública. "Somos pobres, somos miserables, somos los posos de un pueblo que en algún momento debió de estar orgulloso de serlo". Es más difícil escapar de estas cargas familiares y de clase que del pueblo o del territorio.

Claro, no solo un espacio, no solo un lugar, es toda una educación, toda una herencia de valores, una herencia que a menudo tiene que ver con la pobreza. Germán lo reconoce bien, "lo que yo tengo es una deuda, he nacido en este lugar y nazco ya endeudado", nos viene a decir. Pero yo no pretendía escribir una tesis, esto no es un ensayo, es una novela, es ficción. Lo que pasa es que al empaparse de cierta atmósfera, uno va empapándose de ciertos temas. Germán encarna un poco esa rabia del pueblo, de haber sido engañados, de haber nacido endeudados y es el que expresa todo ese malestar. Ante ese malestar y esa sensación de que nada va a cambiar, están los que deciden irse del pueblo. Pero también están los que vuelven, los que descubren que en otros lugares tampoco están necesariamente mejor y que allí había algo que aprecian, aunque solo sea el afecto por el paisaje, el afecto por ciertas memorias, por ciertos recuerdos, por ciertas relaciones familiares, que no son todas un horror. También están esas relaciones que te acogen, que son un espacio de refugio, y hay un personaje que regresa al pueblo y se siente bien, no es todo una historia de violencias y de rabia.

José Ovejero presenta &#039;Vibración&#039; en La Hora Extra

José Ovejero presenta 'Vibración' en La Hora Extra / Daniel de la Fuente

Nos decía Manuel Rivas que desde el cosmopaletismo se ha edulcorado lo rural, sobre todo durante estos años de pandemia, y que ahora empezamos de nuevo a deconstruirlo o a desmontarlo. Vibración, de José Ovejero, también ofrece una radiografía cruda, sin cocina, del rural. Habla de desplazamientos, de la presión humana en diferentes territorios, de conquistas. "El vacío absoluto no existe en la historia". Ninguno de los que recoge en la novela se siente parte de la historia, aunque la estén creando mientras avanzan. Todos nosotros estamos haciendo también historia, moldeando la historia, aunque no salgamos en los libros. "Las vibraciones no se transmiten en el vacío. La historia tampoco." De todo ello hemos conversado con el escritor, que ya tiene terminada su próxima obra.

 
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