Mads Mikkelsen, el actor que no busca agradar: "Intentamos domesticar la violencia pero siempre está bajo la superficie"
El actor danés regresa al cine europeo de la mano de su compatriota Nikolaj Arcel en 'La tierra prometida', un western sobre la fundación de su país, la tierra, el racismo y la rebelión mientras cultiva patatas en un páramo
Venecia
Con un pie en el cine de autor europeo y otro en Hollywood, Mads Mikkelsen se ha convertido en una estrella internacional que gana premios en los festivales más prestigiosos y, a la vez, protagoniza algunas de las sagas más taquilleras. "Me encanta estar fuera, pero no hay nada como volver a casa. Son mis amigos, es mi lengua, son mis historias, es algo único y ahí es donde empecé, siempre es especial", dice el actor danés, orgulloso de su nuevo trabajo, La tierra prometida, una superproducción a la danesa que dirige su compatriota y vecino Nikolaj Arcel. "Resulta que vivimos uno encima del otro. Y como él es fumador y, lamentablemente, yo también fumo, él salía con sus ideas y yo me sentaba ahí con las mías y decía, Nik, ¿qué hay de esto? Y estábamos pensando en lo mismo y obviamente lo hablábamos. Me gusta ser parte del proceso, depende de dónde lo haga y de lo cerca que esté de la gente. Pero te sorprendería lo mucho que te puede invitar a hacer un gran director de Hollywood si se lo dices. Les digo, he estado pensando en esto, y ellos te dejarán probarlo. No puedo llamarlos a media noche, como hago con Nik, pero al menos te invitan a proponer. Y si no estás completamente loco, también te escucharán", bromeaba el actor en conversación con la Cadena SER en el pasado Festival de Venecia.
Actor creador, Mikkelsen es de los intérpretes que lleva una propuesta a los directores, de los que defiende su texto, sus ideas y también su posición en la industria, la que se ha ganado con todo tipo de personajes. En Europa, más complejos y profundos, a los americanos, sin embargo, les gusta sus facciones de atractivo villano. "Yo sigo viviendo en Copenhague, siempre lo he hecho. Me siento europeo, también me sentiría así si viviera en Estados Unidos. Ser europeo son muchas cosas, va de Italia a Copenhague, de Helsinki a Turquía, si contamos Turquía. Nunca me mudé. Cuando mis hijos tenían 6 y 10 años, creo, cuando estaban en mitad de la escuela, me di cuenta de que si me los llevaba a Los Ángeles, ellos estarían en Los Ángeles y yo en la República Checa, porque todo lo que he hecho en EEUU lo he rodado en Europa. Así que no tenía sentido. Los agentes americanos te dicen, ven, ven ven. Y yo digo, no, aquí estoy bien", explica de cómo compagina esa doble vida que le ha llevado a ser el malo de la última de Indiana Jones, el de Casino Royale, una de las mejores cintas de James Bond, a interpretar al malvado hechicero de Marvel en Doctor Strange, a trabajar en el universo Star Wars en Rogue One y a sustituir a Johnny Depp en la saga de Animales Fantásticos.
"Es muy fácil salir del villano americano porque allí dividen a la gente en buena y mala. Ese es su mundo. Y aunque damos matices aquí y allá, no lo quieren ver, es simplemente bueno o malo para nosotros. Nuestro trabajo es hacer que esté vivo y sea reconocible. Aquí en Dinamarca, diría que en Europa en general, no lo vemos así. No veo al gobernante de La tierra prometida como el malo. Lo veo como un niño pequeño con todos los juguetes. Y aunque la gente juega con él, sabe que no les gusta. No es un villano. Es un personaje triste. Aquí lo vemos de otra manera. Y yo no soy un buen tipo. Mira lo que hago. Es una locura, pero soy un buen tipo en el sentido de que eventualmente aprendo de mi error. Es algo pequeño que aprende, el cielo se abre para él. Es un momento Buster Keaton, una pequeña sonrisa es un gran viaje para él", sigue ahondando en las diferencias culturales y cinematográficas.
Antes de muchos de esos títulos americanos, Mikkelsen y después de su aclamado debut con Nicolas Winding Refn, ya había triunfado en Cannes con La caza, drama de su amigo Thomas Vinterberg, con el que repitió hace cuatro años en Otro ronda, película que conquistó el Oscar Internacional y con la que ganó la Concha de Plata en San Sebastián junto a sus compañeros de reparto. De esa historia, la de unos profesores que experimentaran con la tasa de alcohol en su día a día hasta que afloran todas las miserias, quedará para la historia el baile final a ritmo de What a life. "Estaba firmemente en contra de esa escena y creía que era absolutamente un error, al 100%. Porque pensaba que era una película realista. No podía fantasear con que una persona normal, borracha o no borracha, bailara durante tanto tiempo. Me parecía una locura. Y Thomas la defendía de forma muy inteligente, pero yo creía que no iba a funcionar. Me equivoqué y ahora no puedo imaginarme la película sin esa escena", desvela por sorpresa.
Mads Mikkelsen habla como si estuviera en una tertulia con amigos, fuma, toma cortos sorbos de su café y sigue charlando sin esquivar ninguna pregunta. Lo que es irrenunciable para él, como actor, es no buscar empatía o algún resquicio de comprensión en sus personajes. "Intento sentirme como el personaje. Tengo que identificarme con él de alguna manera. Incluso un personaje como este, no hay forma de que alguien pueda hacer eso sin identificarse con él. No significa que tengas que defenderlo. Pero tienes que encontrar algo que reconozcas, y luego le encontrarás la lógica. Siempre encuentro algo reconocible en el personaje. Puede que sea una pequeña parte de mí, pero lo reconozco, entonces mi trabajo es tirar por la borda todas mis otras facetas por un tiempo y agrandar esa parte para que en sí misma se convierta en algo que no soy yo, pero a la vez la reconozca", cuenta de su proceso para interpretar a este exsoldado, un tanto lunático y muy testarudo, que se propone cultivar patatas en un páramo de la península de Jutlandia para recibir una condecoración del rey.
En La tierra prometida, Mikkelsen es un capitán del ejército retirado y arruinado, un hombre de clase baja que llegó a lo más alto y que ahora busca el permiso del monarca para crear una colonia en esa tierra inhóspita. "Una de las cosas que también encuentro muy interesantes en el personaje y algo reconocible, es que quiere ser parte de algo que odia. Desprecia a la nobleza, pero aspira a ser parte de eso. Creo que es hermoso y muy humano. Yo no soy pionero de nada, no soy quien para responder a esa cuestión. No soy pionero en el sentido de las cosas que realmente importan, no soy Nelson Mandela. Espero ser un pionero a pequeña escala con la gente que me rodea, pero no seré yo mi propio juez", dice sobre la identificación con Ludvig Kahlen, hombre obstinado y dispuesto a todo para llevar a cabo su misión.
"La ambición es una parte central de la historia. Todo el mundo tiene ambiciones en esta película, sí, me puedo reconocer, pero no en esa escala. He dicho a menudo que no soy ambicioso en el sentido personal, soy ambicioso con el proyecto que hago, con que esta película acabe formando parte de mi carrera. Es un personaje que cree que no necesita a nadie porque tiene una meta, pero luego dice, espera, necesito a alguien. Es un viaje pequeño pero hermoso", defiende del desarrollo de esta trama en la que, por un lado, va construyendo una comunidad y familia alternativa y, por otro, se enfrenta a uno de los señores de la zona, el despiadado Frederik de Schinkel, un joven aristócrata capaz de quemar y matar a sus vasallos.
Ambientada a mediados del siglo XVIII, esta producción danesa es a la vez un violento western, un drama cortesano y un vibrante thriller sobre la venganza y la ambición. El director Nikolaj Arcel, también con un pie en EEUU desde hace algunos años, con títulos como La torre oscura y guiones como el de Jinetes de la Justicia -cinta encabezada por el propio Mikkelsen-, es conocido especialmente por Un asunto real, película que ganó dos premios en la Berlinale de 2012, que estuvo nominada a los Oscar y que protagonizaba también el actor danés. Después de un tiempo de aventuras y colaboraciones desiguales, vuelve a casa por la puerta grande con esta historia de época que también dialoga con el presente.
En The bastard -título en inglés- está presente la pertenencia de la tierra y la colonización, el clasismo y la religión, la sumisión y la rebelión, pero también el destierro de algunas comunidades y el racismo, encarnado en una joven niña racializada que acaba conviviendo con el protagonista. "El racismo puede estar en todas las partes donde vayas, va de unos a otros y al revés. No cabe duda de que es parte de la historia el miedo del hombre a lo desconocido, a algo que no puede reconocer. Y también lo ves en los animales. No estamos tan lejos de los animales y, a veces, tiene sentido ese mecanismo del miedo. A veces no tiene absolutamente ningún sentido. Estas personas no estaban al tanto de eso. Esta niña era solo una mercancía. La mandan de un lado a otro. Incluso yo la trato así hasta que me doy cuenta de que es una persona. Pero lleva un tiempo. Crucemos los dedos para que desempeñe un papel cada vez más pequeño en la historia, pero es indudable que está en todos los continentes", opina.
Rodada en espacios reales y naturales, nada de pantallas verdes, Mikkelsen completa un auténtico tour de force en lo psicológico y lo físico en la inmensidad de esos paisajes. El actor también tiene momentos de intimidad y delicadeza en el mimo y el cuidado de la tierra, en el cultivo de esos tubérculos en un páramo donde nadie cree que pueda crecer algo y ser rentable. "Me encantan dos versiones de patatas. Las patatas danesas frescas que se cocinan. Eso no se parece a nada. Y las patatas fritas finas también me encantan, luego están las belgas y las francesas, se pueden pelear por quién las inventó. Y una vez estuve en Perú, obviamente es el hogar de las patatas, y resulta que lo que hacen desde hace 1.000, 2.000 o 5.000 años, es poner las patatas nuevas en la parte inferior de una torre. Y luego cogen las viejas y se las comen. Así que nunca se han quedado sin patatas. Aún lo hacen, nunca recibimos las nuevas. Les dije, chicos, ahora podéis darme las nuevas, pero no lo hicieron", bromea de su propio proceso de investigación como agricultor. Al actor, confiesa, le apasiona todo ese proceso previo al rodaje de una película, donde puede indagar en su personaje pero también estudiar toda la historia.
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"Soy un fanático de la historia, ya sabía mucho de esta época en Dinamarca. Pero siempre hay detalles y cosas, obviamente también algunas trampas. Por ejemplo, en la película nos besamos. Es algo absolutamente loco de hacer en la década de 1750, entonces nadie se besaba. El beso no se inventó hasta la década de 1880, cuando algunas escritoras comenzaron a escribir novelas románticas. Por eso ocurrió. Los japoneses no lo hicieron hasta después, hasta los años 50 del siglo XX. Es algo que hacemos en la película para poder reconocer algún tipo de proximidad o cercanía", explica, y añade que es un auténtico friki de la Historia, del saber de dónde venimos. Por eso, le preocupa tanto el desconocimiento de las nuevas generaciones. "Me parece fascinante que, al menos una generación después de la mía, no tenga ni idea de quién estaba de qué lado en la Segunda Guerra Mundial o en la Primera y qué estaba en juego. Y dan todo por sentado como si la democracia fuera siempre un hecho. Es un cliché que sigamos repitiéndolo, como si la locura se definiera por hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultado diferentes. Creo que eso lo dijo Einstein, ¿no? Si la gente no conoce la historia, seguramente la repetirá. Así que siempre he sido un gran fan de leerlo", reivindica.
Mikkelsen tiene tan claro la raíz de su personaje y de esta historia como los códigos con los que tenemos que analizar una ficción cinematográfica. No comparte que el público quiera aplicar la moral de hoy a un relato de hace tres siglos, tanto en términos de diversidad -fue viral la pregunta de un periodista en Venecia que les recriminó la falta de actores de otras razas- como a la hora de enjuiciar el uso de la violencia. "En esta película la violencia es contra todas las personas. No creo que vaya en contra de las mujeres. Se repite una y otra vez, es violencia. Obviamente, cuando esto sucede, tiende a ir en contra de las mujeres porque físicamente muchas veces no pueden devolver el golpe. Pero incluso la campesina, podría haberme dado una paliza. No lo hace porque sabe que tiene un rango menor. Y el personaje de Ann Barbara -la sirvienta que busca venganza- es bastante violento. Pero sí, la violencia está aquí, y nosotros también. Intentamos domarla. Cuanto más nos civilizamos, más la domamos. Pero siempre está bajo la superficie. En algún lugar se vislumbra. Y los espacios solo para mujeres están ahí por esa razón. Porque ese es el lugar donde nunca se vislumbra, a pesar de que estén rodeadas de hombres muy, muy agradables, es bueno tener un lugar en el que estén absolutamente seguras al 100% de que la violencia no estará presente. Mantengamos esos espacios femeninos", reflexiona.
El pasado mes de diciembre, el actor ganó, por este papel, su tercer premio del cine europeo. Una estatuilla que suma a un extenso palmarés y currículum, con nominaciones a los Bafta, a los Cesar del cine francés y también en televisión por su inolvidable Hannibal Lecter. Con ese personaje también busco cómo identificarse aunque fuera difícil. "Lo hice durante tres años, no hay forma de que pueda identificarme con la alegría de matar y comerme a la gente. Pero luego tengo que reemplazar eso por algo que me parezca hermoso, porque él sí lo encontraba hermoso. Así que tengo que poner algo más de mí para que me encante y pueda partir de ahí con el personaje", explica mientras deja una reflexión que firmaría cualquier artista. El trabajo de actor tiene más que ver con explorar e investigar que con buscar complacer al público. "Siempre defiendo que las personas se dediquen a las cosas que quieren hacer. Y poder ser parte de eso, dar vida a eso, es el único enfoque que tengo, le guste o no a la gente. Lo demás está un poco fuera de mi alcance, tanto si triunfa lo que haces o te dicen, ya no hagas eso. Tenemos que creer en lo que hacemos. Es el primer paso para hacer una película. Si no, solo estás dando vueltas para agradar y, queriendo agradar, no agradas a nadie".
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...