Disturbios agrícolas

Madrid

Las tractoradas generan desórdenes de tráfico: normal, lo interrumpen. Por eso hay que comunicarlas antes a las autoridades, para que ayuden a los ciudadanos a organizarse la vida y el trabajo, teniendo en cuenta los cortes de calles y carreteras antes de que sucedan. Pero también provocan disturbios y situaciones menos normales: a mediodía de hoy, tras tres jornadas de protestas, se contabilizaban 19 detenidos por enfrentamientos o forcejeos con los guardias. Eso es menos normal: pasa, pero no debería ocurrir.

Fíjense en un aspecto significativo. Los problemas se han suscitado en distintos lugares. Pero no en Cataluña. ¿Por qué, si las situaciones del sector son similares? ¿Por qué, si las autoridades han mostrado aquí y allá disposición a dialogar y dar respuestas a las reclamaciones que sean sensatas, que no lo son todas? Hay solo una diferencia importante. El movimiento lo encabeza en Cataluña la Unió de Pagesos, el sindicato agrario de izquierdas, que cuenta en su historial con dirigentes míticos, como Pep Jai o Pep Riera. No hay infiltrados ni influencers de la ultraderecha, lo que sí ocurre en otras zonas. Estos connotan, manipulan, se aprovechan, polarizan y agravan la protesta porque sí, siguiendo el lema de que a río revuelto ganancia de pescadores.

En Francia hemos aprendido que esta contaminación es fatal. Ocurrió con los chaquetas amarillas, ha ocurrido ahora. Estamos ante un sector especial, normalmente tranquilo, pero fácilmente inflamable por las dificultades de la vida rural, más aún que las del propio oficio agrícola o ganadero. No muy nutrido, pero tiene gran capacidad de movilización espectacular, también visualmente. Es decir, se trata de un grupo en cierto sentido parecido a los controladores o los transportistas, que pueden ejercer gran presión puntual sobre los gobiernos en favor de sus intereses: una veces con tino; otras, con desatino.