El cajón de las grandes ideas que nunca se hacen celuloide
Academia de saberes inútiles cuenta la historia de uno de los mayores cineastas de todos los tiempos
Academia de saberes inútiles | El cajón de las grandes ideas que nunca se hacen celuloide
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Marta Fernández se asoma todas las semanas a La Ventana para narrarnos relatos que pasan desapercibidos pero que son de lo más interesantes. Y es que la periodista, que es experta en contar historias, ha sido capaz en esta ocasión de hilar a Billy Wilder con Amy Winehouse.
Había una vez un director nacido en el Imperio Austrohúngaro que acabó en Hollywood huyendo de los nazis. Cuando entró en Estados Unidos, no tenía los papeles necesarios, pero el funcionario de la frontera era amante del cine y le dejó pasar diciéndole: "Haga buenas películas señor Wilder". Ese director era Billy Wilder y no solo cumplió con creces con lo prometido, es que hizo las mejores películas. Y cuando recibió de manos de Jack Lemmon el premio Irving Thalberg de la Academia tuvo un agradecimiento muy emocionado para un hombre, aquel guardia, del que no recordaba su nombre, pero sí su compasión.
A Wilder el encantaba contar historias increíbles de su vida. Como cuando afirmaba que al llegar a Hollywood vivió durante una época en los baños de señoras de Chateau Marmont, un famoso hotel de la ciudad. Y a pesar de hacer muchos largometrajes, hay una película que Wilder no consiguió hacer nunca con un actor con el que tampoco consiguió trabajar nunca. Pensó en él cuando escribió Ninotchka, dirigida por Ernst Lubistch. Escribió para él el personaje de Sabrina que terminó interpretando Humphrey Bogart. Aunque no fue a Wilder al único que le dio calabazas: estamos hablando de un galán que rechazó también trabajar en El puente sobre el río Kwai de David Lean: Mel Brooks.
Al actor le quien le pareció alucinante que Cary Grant supiera quién era y que le hablara. A todos nos habría pasado lo mismo, porque todos somos fans de Cary Grant y lo era también Wilder que llegó a decir que Grant era el mejor actor de Hollywood. De hecho, llegó a escribir una película para él pero que nunca pudo ver la luz. Una historia sobre las cruzadas.
En una pequeña aldea europea todos los hombres marchan a Tierra Santa, no sin antes ponerle a sus esposas un cinturón de castidad. La película de Wilder sería la historia de único hombre que se queda, interpretado por Cary Grant: el encargado de cuidar de la puerta de la muralla, es decir, el cerrajero. Lo que significaba el adiós a los cinturones de castidad.
Como todo en su vida, en su despedida Wilder también fue genial. Basta con recordar su epitafio: "Soy escritor, nadie es perfecto". Pero, ¿a qué famoso actor pertenece el siguiente epitafio? "Puede que me haya ido, pero el Rock’n’Roll vive para siempre". El actor John Belushi, quien cantaba en The Blues Brothers junto al comediante Dan Aykroyd.
Estos dos artistas volvieron a poner de moda en los 80 el soul, el blues y las Wayfarer de Rayban. Y a día de hoy siguen siendo unos rompe-pistas, aunque Belushi no vivió para disfrutar de su éxito, porque murió a los 33 años de una sobredosis; por cierto, en el mismo hotel en el que Wilder decía que vivía en el baño de señoras, el Chateau Marmont.
El club de los 27
Y hablando de gente que murió joven, dejamos un momento el cine y nos pasamos a la música. Porque hay una edad que para cualquier enamorado del rock es más que una edad. Y son los 27 años, porque hay una serie de celebridades que murieron exactamente a esa edad. Son tantos y tan famosos que les terminaron poniendo un nombre: El club de los 27. ¿Y quienes formaban parte de esta lista? Grandes artistas como Jimmy Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, y Brian Jones, el de The Rolling Stone.
Hendrix, Morrison, Joplin y Brian Jones murieron a los 27 años entre 1969 y 1971. Y como no murieron de muerte natural, el termino se popularizó. Aunque fue en los años 90 cuando la prensa especializada lo recuperó por otra muerte: la de Kurt Cobain, también a los 27 años. Diecisiete años después del suicidio de líder de Nirvana, Amy Winehouse fallece también a la edad de 27. De hecho, su asistente personal contó después que Amy tenía el presentimiento de que iba a morir joven y que en más de una ocasión le dijo que temía formar parte del Club de los 27.
Posiblemente no nos gustaría formar parte de este grupo, y es que, siguiendo la frase de Groucho Marx: "Nunca pertenecería a un club que me admitiera como socio", añadimos: "y menos a éste". Y hablando de los hermanos Marx, hicieron trece películas y una de sus escenas más conocidas es "la parte contratante". Pero hubo una parte contratante de la primera parte que los Marx nunca llegaron a firmar. Y nos quedamos sin la que habría sido la última comedia. Se trataba de una aventura rocambolesca ambientada en el edificio de Naciones Unidas. En 1960 un famoso director, que estaba rodando en Nueva York, empezó a obsesionarse con soltar allí a Groucho, Chico y Harpo convertidos en unos ladrones que roban en Tiffany’s y aparecen en el edificio de la ONU por las alcantarillas. Os podéis imaginar que el resultado es un enredo fenomenal con la bomba H y unos malvados comunistas de por medio. ¿Y quién dirigía esa película? Billy Wilder.
Pero mucha gente no sabe la joya que nos perdimos: una colaboración entre Wilder y los Hermanos Marx, que se llegó a anunciar en noviembre de 1960 con el título Un día en Naciones Unidas. Wilder tenía muy avanzado el guion y una escena culminante con Harpo dando un discurso en la Asamblea General de la ONU con su bocinilla. Pero eso nunca sucedió. Harpo Marx sufrió un infarto en el ensayo de un programa de televisión y fue imposible conseguir una aseguradora para el proyecto. Y aunque se recuperó, unos meses después, en 1961, Chico Marx fallecía a los 74 años. Y así acabo la película en el cajón de las grandes ideas que nunca se hacen celuloide.