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La Tristura: "Cada generación necesita recordar cíclicamente una obra, una leyenda o un mito. Como Bayona con ¡Viven!, nosotras con Carmen Martín Gaite"

La compañía celebra 20 años estrenando su primer encargo, 'Así hablábamos', una obra inspirada en el universo de Carmen Martín Gaite. Una reivindicación del poder de la conversación entre generaciones y en tiempos de polarización, prisas y ruido

La Tristura: "Cada generación necesita recordar cíclicamente una obra, una leyenda o un mito. Como Bayona con ¡Viven!, nosotras con Carmen Martín Gaite"

La Tristura: "Cada generación necesita recordar cíclicamente una obra, una leyenda o un mito. Como Bayona con ¡Viven!, nosotras con Carmen Martín Gaite"

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Violeta Gil, Celso Giménez e Itsaso Arana crearon en 2004 La Tristura, un colectivo de artes escénicas que nació del descontento que sentían en la escuela de teatro donde estudiaban, la RESAD. En estos veinte años han levantado con éxito montajes como Future Lovers, CINE o Renacimiento. En su proceso de investigación siempre un análisis de la juventud, lo que permanece y lo que cambia generación tras generación, la memoria y el olvido. Temas que también han abordado en sus proyectos individuales: Violeta publicó su primera novela, Llego con tres heridas; Celso dirigió una obra de teatro, Las niñas zombi; e Itsaso Las chicas están bien, película candidata a un Goya este domingo. Lo que nunca habían hecho en estas dos décadas es trabajar por encargo.

"El poder de la conversación", lema con el que la Cadena SER cumple cien años este 2024, es precisamente lo que reivindica La Tristura con su nueva pieza, Así hablábamos, un encargo del Centro Dramático Nacional, que han estrenado en el Teatro Valle-Inclán. "Hemos transformado completamente el escenario, nadie va a reconocer el teatro cuando entre", advierte Celso Giménez. Como en una cancha de tenis, el espacio es alargado, los actores van de una punta a otra y los espectadores, a ambos lados del escenario, los siguen con la mirada. La puesta en escena es lo primero en lo que piensa la compañía y a partir de ahí van creando el texto.

Así hablábamos es una conversación con el fantasma de Carmen Martín Gaite, una de las grandes autoras del siglo XX, que cumpliría cien años en 2025, año en el que se cumplirán veinticinco de su fallecimiento también. Martín Gaite fue la primera mujer Premio Nacional de Literatura, entre otros muchos, como el Príncipe de Asturias de Las Letras. En la obra escuchamos su voz, grabaciones reales y otras creadas con Inteligencia Artificial.

Luz Soria

¿Cómo llega a vosotros este encargo?, ¿qué os proponen exactamente y por qué han pensado en vosotros?

Celso: El origen de un proyecto es vital para nosotras, no estamos acostumbradas a que alguien nos saque a bailar. Tú tienes una idea, tienes un proyecto, una necesidad muy grande y buscas los colaboradores. Aquí fue al revés y aún así queríamos sentirlo como nuestro, no como una obligación. En el encargo del Centro Dramático Nacional había un par de obligaciones. Una de ellas era trabajar con intérpretes menores de 30 años, que eso es un poco marca de la casa y no se nos hacía nada complejo, no era nuevo tampoco; y la otra cosa que sí que era nueva era trabajar a partir de una autora del siglo XX. Y es ahí cuando decimos, joder, vamos a buscar con qué poética, con qué obra concreta o con qué corpus teórico nos podemos relacionar lo suficiente como para sentir una motivación de verdad y dejarnos la piel. Y esto al final es un texto nuestro, aunque tenga extractos de entrevistas, novelas y ensayos de Carmen Martín Gaite. Por eso, quien no conozca el trabajo de Carmen Martín Gaite, podrá relacionarse con la obra totalmente, porque estamos hablando de una obra de La Tristura.

Violeta: El deseo de conversar con Carmen Martín Gaite sí viene de nosotras, nosotras somos las que elegimos a Carmen después de haber hecho un repaso bastante exhaustivo de muchas autoras españolas. Pero es verdad que los textos de Carmen volvían una y otra vez y había algo con lo que podíamos sentir una afinidad muy clara, que tenía que ver precisamente con la conversación, con el deseo de hablar y de llegar al otro de forma real y profunda. Y de generar la situación adecuada para que esa conversación pueda florecer, que no siempre es tan fácil y menos ahora con todo el ruido, toda la información que manejamos y los decibelios a los que estamos sometidas. No es fácil. Y también un deseo suyo de poner lo humano en el centro, de confiar en lo humano.

Celso: Esto pasa mucho en el teatro. Durante cientos y cientos de años hemos hecho Antígona, por ejemplo, y se tiene que volver a hacer. Ahora Bayona ha hecho una película que es ¡Viven!, pero hecha de otra manera. También está la novela. A veces cada generación necesita recordar cíclicamente a una autora, una obra, una leyenda o un mito y creo que a veces las efemérides, que nos pueden parecer un poco chorras y lo son en parte, también sirven para eso, para que otra generación recuerde el nombre.

Probablemente esa generación de actores menores de 30 no sepa quién era Carmen Martín Gaite. Ni siquiera la nuestra la conozca bien...

Celso: Yo creo que muchas de las intérpretes sabían o conocían el nombre de Carmen Martín Gaite, pero como cualquier otro nombre, alguien que escribía. Yo recuerdo haber leído en el colegio o en el instituto Caperucita en Manhattan, pero también depende mucho de quién entra cíclicamente y quién sale de los planes escolares. Para nuestros padres y madres fue muy importante, luego esa fama o popularidad decrece porque aparecen otras y yo creo que ahora se la está reivindicando, se está volviendo a leer muchas de las novelas de los 2000.

Violeta: Creo que nuestra generación, más allá de Caperucita en Manhattan y alguna otra cosa más que coincidíamos en haber leído, yo no había leído apenas textos suyos. Y ha sido un encuentro feliz, hay muchísimo material maravilloso que no conocía más allá del nombre, que no me había apelado, no me había introducido en ese universo que es riquísimo. Te ayuda a entender mucho los cambios que ha sufrido el país en los últimos 40 o 50 años, entre otras cosas el papel de la mujer en la creación, que aborda de una manera súper interesante y a mí me apela particularmente.

&#039;Caperucita en Manhattan&#039;, un cuento sobre el miedo y la libertad

Así hablábamos es una obra coral y muy musical. Nos cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se vuelve a encontrar después de un tiempo sin trabajar juntos. Van a retomar un disco que dejaron sin terminar y las discusiones sobre el proceso creativo centran buena parte del discurso de la obra. El diálogo y la escucha, el intercambio de opiniones, los cambios de postura que hoy son poco frecuentes. El tiempo y el espacio necesarios para pensar, reflexionar, debatir, crear. Pero en este grupo de jóvenes ya no están todos los que eran, una de sus integrantes ha fallecido y ahí surgen preguntas en torno a la pérdida y la ausencia: ¿Qué sucede cuando alguien muere antes de tiempo? ¿Cómo continúa la vida? ¿Y la noche? ¿Cómo continúa la conversación? ¿Pero qué sentido tiene todo esto ya? ¿Cómo asumir que la vida cambia en un instante? Son preguntas que los tres se han hecho a lo largo de su vida y creación artística.

Celso: No son casualidades, compartimos preocupaciones y obsesiones en la creación. Y buscamos encontrar los puentes entre generaciones, tanto en Llego con tres heridas, Las Niñas Zombi como en la película de Itsaso (Las niñas están bien). Un puente entre cómo era el mundo de Carmen Martín Gaite, cómo era ser feminista, qué intranquilidad le generaba el no encontrar los interlocutores que quería y qué le pasa a cualquiera de los ocho intérpretes con su generación, con la ansiedad de su generación, con querer tener un mundo que no tienen o querer relacionarse con los demás de una manera que no conseguimos. ¿Cómo continua la vida después de un golpe para el que no estamos preparadas? No era tan distinto para Carmen Martín Gaite o para nosotras y de eso va la obra, de un diálogo entre tiempos y generaciones.

Violeta: La pérdida sin duda forma parte de mi vida y de la de todos de manera bastante determinante y es un tema que voy a seguir pensando siempre. Pero nos apetecía también ver cómo los jóvenes de hoy se enfrentan a eso cuando la muerte no está ocupando un lugar central, cuando la juventud es lo que está manejando todas las conversaciones y cuando intentamos no entrar de lleno y a saco en el dolor. Hay unos dolores muy grandes que no sabemos asumir ni nosotros como generación ni la de ellos. Políticamente, económicamente, a nivel de salud o de ecología. Temas tan grandes, que nos paralizan tanto, que a veces es difícil centrarse en lo que a un nivel más micro nos ocurre. Y nos importaba porque creemos que cómo aprendes a enfrentarte a eso, marca totalmente cómo te enfrentas al resto de cosas de tu vida. Estar en grupo y vivir una perdida en grupo, algo colectivo. Carmen en ese sentido nos ha ayudado también, porque es una persona que sufrió varias pérdidas muy gordas y es creativo e inspirador ver cómo aprendió a vivir con ellas. Y yo creo que es de lo más importante, aprender a vivir con ellas, que no nos paralicen, que no tengamos que huir del dolor que eso produce, porque si no, no vamos a poder generar nada nuevo en todo ese campo que se ha quedado devastado. Hay momentos en los que veo a ocho chavales de 25 años hablando de cómo lo hicieron en el tanatorio, si lo podrían haber hecho mejor, de qué manera se podría haber sanado eso bien... y me gusta, me parece muy bonito.

Violeta Gil o cómo hacer de la muerte del padre un retrato sentimental de España

Es una reivindicación del poder de la conversación en estos tiempos de crispación, de polarización -palabra del año 2023 para la FundéuRAE. Decís que Carmen no encontraba interlocutores, hoy también se le antojaría complicado en estos tiempos de vetos, censuras, donde el teatro ha dejado de ser un lugar de encuentro para convertirse en un lugar de protestas.

Violeta: Nos cuesta dialogar, solo es enfrentamiento, los enfrentamientos están como de moda, bien vistos, se generan situaciones para que haya enfrentamientos. Es decir, generamos debates y diálogos con personas que en realidad sabemos que no se van a poder entender, porque encontramos cierto placer en esa lucha encarnizada y a ver quién puede ser un poquito más hiriente. Es terrible y genera que la polarización, que ya existía, se extreme y que no confíes en que vayas a poder comprender nunca a la persona que está del otro lado. Es verdad que los tiempos no son propicios, con las prisas. Y si va todo muy rápido, no germina el cambio ni encontramos lugares de comprensión, lo que hago es solucionar rápido: si no me entiendo con esta persona, paso a la siguiente. Si esta idea no me convence de primeras o no la entiendo, la rechazo de frente porque no voy a tener tiempo de llegar a un lugar común.

Celso: Estaba acordándome de cuando éramos adolescentes. Había un programa en la tele, en Telecinco, Moros y cristianos, que lo que hacían era debatir en dos bloques. Vamos a hablar de la eutanasia. A la izquierda los cuatro que están a favor, a la derecha los cuatro que están en contra. Yo era adolescente y decía, ¿pero qué sentido tiene esto? Tú empiezas a debatir, ya sabes tu opinión y la pones ahí delante. Y nunca nadie cambiaba de sofá. O sea, ¿para qué todo esto si vais a pensar lo mismo cuando acabéis? Parece que de lo que se trata en la política o a veces en los diálogos, es de ser tú muy brillante exponiendo tu argumento. Como los concursos estos que ganaba siempre Albert Rivera de hablar en público, de oratoria. Hablar rápido está bien, pero no es lo importante. El diálogo es una herramienta de acción de todas las partes y creo que estamos muy acostumbrados a soltar monólogos en lugar de dialogar y eso para mí es bastante problemático. No me quiero poner naif, pero creo que la principal forma de evolución que hemos tenido como especie es el diálogo. Ya sea con palabras o de otras maneras, pero es que estoy seguro de que la rueda llega entre varios, la rueda no es uno solo, hay un diálogo seguro. Y creo que lo estamos perdiendo mucho y evidentemente se reducen los significados. Si lo que mola es decir yo lo mío, pues vas al Teatro de La Abadía a protestar sin haber visto siquiera la obra, lo cual es de vergüenza ajena. Si lo pensamos realmente, independientemente de tu color político, empezar a protestar por algo que ni siquiera conoces, solo por el tema que trata, es tremendo. De esto van los casos de censura que conocemos, nadie ha visto la obra. Como pasó con Orlando, que nadie la había visto. Lo importante no son los temas, no es la literalidad de los asuntos, lo importante es el tratamiento y el viaje que el teatro o en este caso La Tristura te proponga. Y aquí proponemos un viaje tranquilo, de 90 minutos, en este momento de tanto ruido.

Celso Giménez: &quot;No basta con no ser fascista, hay que ser antifascista&quot;

Con Violeta Gil y Celso Giménez hemos escuchado alguna de las reflexiones que Carmen Martín Gaite dejó hace 30 años en los micrófonos de La SER. Conversaciones sobre la salud mental, la memoria y el olvido, que hemos compartido con los dos miembros de La Tristura. Un día después de la entrevista, hemos entrado en esa atmósfera que ha creado el colectivo en el Teatro Valle-Inclán. Nos ha cautivado el universo de Carmen Martín Gaite a través de la mirada de La Tristura, el juego de luces, imágenes y sonidos que han creado. Una invitación a la contemplación de paisajes y pasajes absorbente y cautivadora. En el teatro, para Carmen Martín Gaite, la palabra es lo más importante, por encima de todo lo demás. Aquí hay mucho diálogo, pero no está reñido con una puesta en escena de descomunal belleza poética. Por otros veinte años de La Tristura.

 
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