El señoritooo

¡El señoritooo!, clamaba Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte. ¡El señorito!, repetía Gracita Morales en ¡Cómo está el servicio! ¡El señorito!, gritaba Alfredo Landa en Los santos inocentes. A ver si va a tener razón ese político de Vox y resulta que el cine español está lleno de señoritos.

Ese político de Vox se llama Juan García-Gallardo y es el mismo que no para de hacerse fotos junto a los tractores de los agricultores. Para la gente como él, igual que en las películas antiguas solo se podía ser de los buenos o de los malos, en el mundo actual hay que estar o con los tractoristas o con los señoritos. ¡Pobres tractoristas, defensores de nuestra soberanía alimentaria, obligados a financiar con sus impuestos unas películas que nadie ve!

Como dijo Almodóvar en la ceremonia de los Goya, el dinero que la administración adelanta al cine español regresa rápidamente a ella en forma de amortizaciones e impuestos. Cabría añadir que la industria del cine está llena de currantes que hacen lo que pueden por llegar a fin de mes. Pero qué más da. Nada de eso le importa a García-Gallardo.

Pregunta: ¿qué personaje del reparto de Los santos inocentes habría dado Mario Camus a García-Gallardo, con su ropa de cazador, su pinta de cortijero y sus aires de latifundista? Lo han acertado: el interpretado por Juan Diego, el señorito Iván, y para él los tractoristas, lo sepan o no, son como el bueno de Azarías, que en el fondo solo merece su desprecio.