Berlinale 2024 | Cillian Murphy brilla en una historia sobre el robo de niños en la Iglesia Católica
El actor, nominado al Oscar por 'Oppenheimer', levanta la película irlandesa 'Small things like these' que ha abierto la competición en el festival, un drama descarnado sobre posicionarse o mirar hacia otro lado
Berlín
El Festival de Berlín arranca con mucha política dentro y fuera de las salas de cine. Fuera porque el contexto internacional y nacional, Gaza, Ucrania, y el auge de la extrema derecha en Alemania, marcaron la rueda de prensa del jurado y la primera jornada de certamen. Posicionarse o hacer como que no pasa nada, esa parece la cuestión de este certamen que apenas ha echado a andar. No nos engañemos, la política no está solo fuera. Dentro, en la sala de cine, también apareció y, auguramos, que continuará haciéndolo. De posicionarse ante la violencia del estado y el poder religioso habla el drama íntimo elegido para inaugurar la competición por el Oso de Oro, Small things like these. Una película sumamente irlandesa que dirige un director belga, Tim Mielants, responsable de varios capítulos de la serie Peaky Blinders, donde conoció al protagonista y alma mater de esta película, el actor Cillian Murphy
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La historia es una comedida adaptación de la novela de Claire Keegan, una escritora irlandesa que retrató un hecho real en Cosas pequeñas como esas, el robo y exterminio de los bebés que nacían en la Irlanda de los años 80 de madres solteras que fueron secuestradas y torturadas. Un país sumamente católico que permitió que la Iglesia hacer y deshacer a su antojo sin la oposición de nadie. Un caso similar a lo que ocurrió en España, que sigue sin investigarse a fondo, con los bebés robados, solo que en nuestro caso, se hacía negocio con ellos. La película se ambienta en 1985, en un pequeño pueblo del condado de Wexford. El protagonista es un padre de familia numerosa que vende carbón a todo el pueblo, incluido el convento. Eso le permite ver a una de las jóvenes mujeres embarazadas y secuestradas por las monjas en estado deplorable. Eso removerá su pasado, pues también él fue hijo de madre soltera y le hará tomar una posición.
El caso fue un verdadero escándalo, tuvo comisión de investigación que detalló que en los hogares materno infantiles murieron 9000 niños desde 1922 hasta 1998. Estos hogares, conocidos como Asilos de las Magdalenas, acogían a adolescentes y jóvenes que habían sido rechazadas por sus familias. Los niños que nacían allí a menudo eran separados de sus madres y dados en adopción rompiendo todos los lazos con sus familias biológicas. Unos 800 niños nacidos en una de estas instituciones fueron enterrados en una fosa común. No es la primera vez que el cine se adentra en este drama, lo hizo Peter Mullan en 2002 con Las hermanas de la Magdalena, película en la que ya aparecía una de las actrices de Small things like these, Eileen Walsh, que interpreta a la mujer paciente que prefiere tapiar puertas y ventanas, antes que saber qué ocurre en el interior del convento. La película que ganó el León de Oro en Venecia, era más explícita en mostrar lo que ocurría con esas mujeres secuetradas, los abusos y vejaciones que sufrieron.
Lo más interesante de la propuesta es que, más que detallarnos el suceso real, ya conocido por la opinión pública y por el que el gobierno tuvo que pedir perdón públicamente en 2021, la película se centra en hablar del silencio cómplice. El silencio y toma de conciencia de un hombre tranquilo, que solo aspira a que a sus hijas y a su esposa no le falte de nada. Un hombre que aspira a ser feliz, pero no puede, pues ha visto el infierno en los ojos de esa joven abandonada. Hay dos escenas que reflejan dos conversaciones que elevan la película de un tema concreto o de un mero drama individual a un reflejo de lo que vivimos como ciudadanos de un mundo lleno de intereses, contradicciones y violencias de todo tipo. Una de ellas la mantiene el personaje de Murphy con su esposa, que le pide que intente no pensar en lo que vio, que a vece uno es más feliz cuando menos sabe. En eso se resume parte del debate que se tiene aquí en Berlinale. ¿Es mejor sucumbir a la alfombra roja, a los brillos y a la evasión o posicionarse con las cosas que pasan en el mundo y que, inevitablemente, nos afectan? ¿Se puede ser un buen católico dejando que la Iglesia torture a estas mujeres?, se pregunta el personaje sin verbalizarlo, en esas escenas en misa ante la misma monja que ha encerrado a las jóvenes.
Small things like these podría quedarse en un melodrama íntimo con toques históricos y un trasfondo triste pero complaciente con el espectador, como tantos otros. Sin embargo, el director propone una mirada externa a la atrocidad. Es a través de lo ojos de un testigo que descubre lo que las religiosas andan haciendo como el espectador conoce el caso. Un personaje que tiene una masculinidad diferente, que vive y sufre su propio duelo, y que recuerda su infancia como niño huérfano.
"Una historia contada con precisión emocional", decía el escritor Colm Tóibín sobre la novela y es precisamente lo mismo que puede decirse de su adaptación cinematográfica. Precisión emocional para entender las diferencias de clase, precisión emocional para entender el poder de la Iglesia católica sobre los individuos y el machismo estructural sobre las mujeres, el poder de la educación para salir de la pobreza y el frío, de la cultura, con ese guiño a Dickens y su David Copperfield. La película expone también los miedos de todo un país y la idiosincrasia propia, como decía la actriz. "Esta familia es una representación de la nación de Irlanda, de ese peso, esa vergüenza, esa culpa y ese control", explicaba sobre este trauma colectivo del que aún hoy se sufren las consecuencias.
Precisión emocional en cada una de las interpretaciones, desde Cillian Murphy a la malévola Emily Watson. El cine irlandés está en un buen momento, reconocía hace unos días el actor, nominado al Oscar por su papel de Oppenheimer y la gran baza de este filme, pues el actor lleva en su cuerpo y su rostro el peso del dolor que ha soportado la clase obrera británica. De hecho, el actor fue quien le llevó el libro al director para adaptarlo. Fue gracias al rodaje de la cinta de Nolan cuando le propuso a Matt Damon producir este filme. "Es una película que pide al público que se preocupe por el cine, que lo cuide. Creo que en todo el mundo hay mucha gente que lo hace y que quiere ver este tipo de películas que eran las que predominaban en la industria cuando yo empecé en los noventa. Vamos a seguir intentando hacer grandes películas como ésta", decía el productor y actor, que con su productora creada con Ben Affleck pretende hacer un cine que plante cara a las superproducciones hollywoodienses.
Ahora la película inaugura un certamen donde el debate cada minuto es el que vive internamente el protagonista: tomar partido o mirar para otro lado. Así, en Berlinale se discute de si pedir o no el alto al fuego de Gaza, en si mantener o no el veto a la extrema derecha que aboga por expulsar a los migrantes y extranjeros racializados del país, en qué posición tener con respecto a Ucrania o con temas como la colonización. De hecho, en la rueda de prensa del jurado le afearon al director catalán Albert Serra unas declaraciones en una entrevista pasada hablando de Putin. Cuestiones que parecen extra cinematográficas, pero que no lo son tanto.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...