A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

Se iba a morir igual

"Ahora, con Vladimir Putin y la antigua KGB al mando, el país más grande del mundo ha recuperado lo que podríamos llamar normalidad, dado que el terror viene siendo lo normal desde los zares. Es terrible. Es lo que hay. Los opositores y disidentes que no se marchan a tiempo son asesinados o encarcelados"

La píldora de Enric González | Se iba a morir igual

Madrid

Ay, el alma rusa. Es una cosa muy complicada. Hay un episodio bélico, o más bien postbélico, que me parece sintomático. Hablo de cuando acabó la Segunda Guerra Mundial. En 1945, los soldados rusos que habían caído prisioneros de los nazis empezaron a volver a casa. Volvían los que habían sobrevivido y pueden imaginarse en qué condiciones estaban. Según llegaban, eran internados en campos de concentración. Simple cautela: algunos de ellos podrían haber quedado fascinados por el “savoir faire” de sus guardianes de las SS y haberse convertido en espías. En resumen: esos cientos de miles de desgraciados siguieron presos hasta 1952, cuando murió Stalin y la paranoia bajó un poquito.

Quiero decir con esto que ser ruso siempre ha sido difícil. Lo es cuando el ruso vive bajo un régimen tiránico, o sea, casi siempre, y lo es cuando, como en los 90, hay un poco menos de tiranía pero bastante más hambre. Ahora, con Vladimir Putin y la antigua KGB al mando, el país más grande del mundo ha recuperado lo que podríamos llamar normalidad, dado que el terror viene siendo lo normal desde los zares. Es terrible. Es lo que hay. Los opositores y disidentes que no se marchan a tiempo son asesinados o encarcelados. A veces, ambas cosas.

Alexei Navalni es el más reciente cadáver político. Fue un hombre muy discutible, xenófobo hasta las cachas. Pero fue valiente cuando denunció la corrupción del régimen y fue más allá del valor cuando, tras un envenenamiento y una larga estancia en un hospital alemán, volvió a su país y asumió la cárcel. Estaba condenado por “extremismo”, lo cual, de no ser tan siniestro el asunto, resultaría hasta gracioso. “Extremismo”, ¿comparado con qué?

Ignoro las circunstancias concretas de la muerte de Navalni, aunque le habían maltratado tanto que el desenlace era previsible. Según parece, algunos rusos han protestado. También hay que ser valiente para eso. En general, sin embargo, reina la calma. O incluso la alegría, porque Rusia ha conseguido una victoria en Ucrania. Y lo de Navalni, pues qué se le va a hacer. Se impone la resignación característica del alma rusa, tan incomprensible para nosotros. Una resignación que aquí sería inimaginable y podría resumirse en una frase: “Total, se iba a morir igual”.