Del Boom al exilio latinoamericano: nuevas voces que huyen de la violencia
Este año celebramos el 125º aniversario de Borges y hablamos con la ecuatoriana Mónica Ojeda y con los argentinos Juan Pablo Villalobos y Pablo Maurette de lo que ha cambiado y de lo que permanece en el continente latinoamericano desde el boom. Los tres escritores reflejan la corrupción y la violencia de sus países a través de sus novelas, pero para imaginar un continente mejor
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Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899, este verano se cumplen 125 años de su nacimiento. Escritor, poeta y ensayista argentino, la literatura de Borges, por su temática y estética, ha trascendido lo nacional y resuena en nuestros días. Con motivo de este aniversario, la editorial Seix Barral publica esta próxima semana Los diálogos, un libro que recoge las conversaciones que mantuvo Borges con el escritor Osvaldo Ferrari, cincuenta años menor.
Nuestros invitados son herederos de aquel boom latinoamericano, protagonistas de este nuevo boom con más voces femeninas y feministas, como la de Mónica Ojeda. "Yo creo que es feminista. Ha habido un cambio de época, se está leyendo a muchas autoras, no solo en España, sino en Latinoamérica. Escribir siendo mujer era difícil, antes y después del boom, y ahora los lectores y las lectoras se acercan a los libros escritos por mujeres sin tanto prejuicio. Este cambio no viene de la nada, viene de años de feminismos tratando de transformar la sociedad para que las personas no piensen que las mujeres no tienen por qué escribir, que no piensen que son menos inteligentes que los hombres. Que se acerquen a los libros de Samanta Schweblin, por ejemplo, no para ver qué escribe esta mujercita, sino reconociendo que es una tremenda escritora. Esto es fruto de una historia de luchas de varios feminismos, feminismos comunitarios en Latinoamérica, antirracistas, etcétera. Y todavía queda mucho por hacer", dice la escritora ecuatoriana.
Una de esas asignaturas pendientes, para Ojeda, es el racismo que genera la geografía en la literatura. Estamos leyendo a más mujeres, pero ¿a qué escritoras leemos? "Estamos leyendo a las que se consideran mestizas. No estamos leyendo a mujeres indígenas, a mujeres afro o no como deberíamos, cuando es una literatura riquísima que está ahí".
¿Y qué temáticas abordan estas nuevas escritoras? El género, la raza, la clase, la violencia estructural, la naturaleza, lo místico y espiritual, las raíces o la descolonización. Temáticas muy variadas que hemos abordado en La Hora Extra. Pero por encima de todo, predomina mucho lo gótico, lo fantasmagórico. Aunque a Mónica Ojeda no le gusta el horror, dice, su literatura es gótica y es una forma también de mirar al continente. Un continente y un país, Ecuador, el suyo, del que huyó hace años. "Emigré porque tenía mucho miedo, estaba teniendo ataques de ansiedad en mi propia ciudad porque no podía pisar la calle sin que mi cuerpo temblara. Son situaciones límite del miedo. Hay tantos miedos, como el miedo a que te abandonen. Pero el miedo a la muerte es la cosa más tremenda que puedes tener, a la fragilidad del cuerpo y sí, cuando uno escribe, uno escribe de las cosas que más le turban, que más le conmueven. Cuando el miedo está muy presente de tu vida, cómo trabajar el miedo si no es justamente a través de esta línea de imaginarios de la literatura de terror, del cine de terror, aunque no hagas un libro de ese género, bebemos de ciertos imaginarios de la literatura de terror. Samanta Schweblin no escribe para mí literatura de terror y, sin embargo, muchos de sus cuentos beben de las inquietudes y de la emoción perturbadora que la narrativa de terror históricamente ha ido desarrollando".
Mónica Ojeda nació en Guayaquil, Ecuador, en 1988. Ha escrito novelas, poemarios, cuentos. Es una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica para el Hay Festival. Mónica acaba de publicar con Random House Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Las protagonistas de esta historia tienen la urgencia de huir lejos, dejar atrás la violencia de su ciudad, Guayaquil, para asistir a un festival de música experimental a los pies de un volcán de los Andes. Atrás dejan violencias, revueltas, el miedo a los narcos, a militares, a policías, a las autodefensas barriales, pobreza, impunidad, indiferencia, erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones.
La novela, la escritura de Ojeda y su discurso son un reflejo de toda esa violencia, pero, sobre todo, una celebración de la vida en medio de esa violencia. Gozar con la música, el baile, el arte, la poesía es un acto político, una forma de reivindicar la juventud, la alegría, las ganas de vivir y la capacidad de imaginar un país, un continente y un mundo mejor. Ojeda huyó de la ansiedad y el pánico paralizante que le provocaba toda esa violencia que recoge en Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. En Ecuador ha dejado amigos y familia, reside en Madrid desde hace algunos años, en España, un país con sus propios miedos y violencias también.
De Guayaquil a Lagos de Moreno, en Jalisco, México. También dejó atrás su país nuestro siguiente invitado: Juan Pablo Villalobos (1973) vive desde hace veinte años largos en Barcelona. El escritor acaba de publicar El pasado anda atrás de nosotros, con Anagrama, una especie de autobiografía ficcionada. El protagonista de esta historia regresa a casa, a su ciudad y a su país. Su padre ha sufrido un ictus y su intención es volver solo unos días, para cuidar a sus padres y saldar algunas deudas. El protagonista se insiste a sí mismo a lo largo de la novela que estos días que iba a pasar en México serían un intermedio, una pausa en su vida real en el extranjero.
El protagonista no habla de su vida en el extranjero con nadie por miedo a que le roben, le extorsionen o le secuestren. Se fue al extranjero "huyendo de etapas oscuras" porque en Jalisco y en México hay mucha violencia. Balaceras, cárteles controlando el territorio, corrupción administrativa... y su vida ahora es "apacible, monótona, segura, nunca pasaba nada fuera de la rutina, era muy difícil que ocurriera algo inesperado, y esa era, de hecho, una de las razones por las que no había regresado a México", dice Juan Pablo.
Al igual que a Ojeda, la violencia y el narcotráfico marcan la escritura del mexicano, si bien Villalobos, como el protagonista de El pasado anda atrás de nosotros, no la ha sufrido en sus propias carnes. De hecho, lo más interesante de la lectura es esa tensión narrativa, la paranoia constante en la que vive el hombre y cómo la traslada al lector. La angustia de pensar que en cualquier momento pueden torcerse las cosas y salir todo mal, muy mal.
En la novela de Villalobos también hay algo de fantasmagórico, es una reflexión también sobre la memoria y el pasado, sobre cómo percibimos las cosas que hemos dejado atrás. El escritor cuida mucho el lenguaje por lo que comentábamos, por no caer en un género que solo busque el efecto de horrorizar. "Con textos apocalípticos, estos que se venden diciendo que removerán las tripas del lector, solo estamos contribuyendo a incapacitar a la gente su posibilidad de imaginar un futuro", afirma.
También con Anagrama acaba de publicar su primer policiaco Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979). La Niña de Oro nos cuenta el asesinato de un profesor de biología y la historia de un taxi boy albino, apodado Copito, sospechoso del crimen por frecuentar el piso del asesinado. Al escritor argentino le interesaba con este thriller el tema de la corrupción enquistada. "No solamente en Argentina y no solo en los más altos niveles de la política, sino a lo largo de toda la cadena alimenticia, en el sistema de la justicia, por ejemplo y en particular. Me interesaba explorar esos eslabones intermedios de la corrupción, porque también hay una posición muy cómoda, una especie de lugar común muy cómodo, que es echarle la culpa de todo a los políticos, al menos en la sociedad argentina, y la corrupción llega a todos lados", afirma Maurette.
La Niña de Oro es un policiaco perfecto, que aborda también el clasismo, las conspiraciones y la superstición. No lo hemos dejado caer, como aconsejaba Borges que hiciéramos con los libros que no nos interesen. Borges era un gran admirador del género policial, así que nos permite terminar este episodio como lo empezábamos, con Borges, un escritor "bastante tóxico porque te impregna y te condiciona a pensar, a hablar de cierta manera, a ciertos berretines, ciertos giros", dice Maurette, que reconoce que lo ha leído y le ha influido en su forma de escribir esta novela de misterio, de hipótesis, de cómo nos gustaría que fueran las cosas y cómo son en realidad. Que no nos quiten el poder de imaginar una realidad mejor.