Fernando Delgado, el hombre que amaba a los otros
Si preguntas por Fernando Delgado a las personas que le han conocido y trabajado con él, cada uno te dará una respuesta diferente. Existen tantos 'Fernandos' como personas le han querido y eso solo tiene una explicación: que él siempre lo daba todo por los demás a cambio de nada y sin rencor
¡Fernando Delgado, Fernando Delgado!
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Fernando Delgado, el querido jefe para muchos, ha muerto. Se han hecho todos los perfiles profesionales posibles sobre él: el poeta, el novelista que ganó el Planeta con "La mirada del otro", el hombre que dirigió la radio pública y se inventó Radio 3, aquel señor culto y educado que le dio la vuelta a los telediarios del fin de semana en TVE o el que un buen día aterrizó en la SER y se puso al mando de un transatlántico con muy poca tripulación. Éramos muy pocos, Pilar Arranz y Dulce García, las periquitas que las llamaba Manolito Gafotas, Javier Astasio, Sergio Castro, Inma Pardo y quien escribe estas líneas, pero nunca estaremos a la altura de lo que merece el capitán de aquella embarcación que empezó a navegar en septiembre de 1996. Han fichado al del telediario se decía entonces en los pasillos y corrillos de la SER. Y cuando llegó impresionaba, era alto, guapo y con una voz de actor de doblaje. Hacía años que no hacía radio y la radio que había hecho era muy diferente, pero tenía las ideas muy claras.
Su forma de ser, su bonhomía fue calando poco a poco. Primero en el equipo y luego en toda la redacción de la SER. Se hacía querer, nos iba reconociendo como los perros que tanto amó cuando rastrean el terreno. Sabía con lo que contaba y en poco tiempo lo convirtió en oro. Fue un mida del talento. Todos fuimos creciendo con él porque él nos iba abriendo puertas, primero las profesionales y luego las personales. Creó entorno a su figura una familia, la del A vivir con sus redactores y colaboradores, nos dio un barniz cultural, pero también de realidad. Trabajábamos para los oyentes y ellos nos identificaron rápido a todos, a Manolito Gafotas (Elvira Lindo), a los eduardos (Haro Teclen y Sotillos), a la Estapé (Isabel), a Mocho Alpuente, a la Grandes (Almudena), Don José el nombre poético que le dimos al actor Pepe Martín, a Juan Cruz y Luis Antonio de Villena. La lista es interminable, pero todos disfrutaron de su Fernando particular.
Hoy recordamos momentos de su perfil más humano, de cuando nos perdonó la vida profesional tras un ataque de risa en antena del que terminó contagiándose, de cuando amenazó al equipo con ponerle un retrovisor porque no le mirábamos desde la pecera, del día que le tuvimos que dar de comer porque se quemó los dedos con la piedra incandescente de un asador, de cuando descubrió que si le hablábamos por los auriculares no era una conexión de un satélite espacial, del día que le pusimos al teléfono un falso traductor de su obra al nobel Saramago . Fernando Delgado pecaba de torpón, unas características que heredamos muchos miembros del equipo. Pero eso no era un problema, porque su alegría, genialidad y buen humor actuaba como un elixir mágico y al final todo salía bien, aunque fuese en el último segundo y con una desconexión publicitaria al caer.
Elvira Lindo nos contaba hoy que Fernando Delgado era como un niño, pero a la vez una especie de "padre o tío al que había que cuidar, su ternura hacia los demás requería de ciertos mimos". Por eso establecía relaciones familiares dentro del trabajo. Más allá de nuestras labores profesionales ejercíamos de sobrinos, sobrinas, hijos o hijas. Y la relación iba mucho más allá de la radio. Teníamos nuestras tascas como el Stop o Casa Labra, sus codillos guisados en sus casas de Torrecaballeros o de Barquillo, manifestaciones a las que acudíamos en grupo como aquella del "no a la guerra" en la que lo confundieron con Paco Motesdeoca y le preguntaron si iba a llover. Y lo más divertido es que le dio un pronóstico a la señora. No llovió.
María Escario nos ha recordado al Fernando Delgado de premio ondas del telediario del fin de semana, "lo compara con un oso de peluche del que al final te haces amigo sí o sí". Fernando necesitaba de lo personal más que de lo profesional, sentirse a gusto para poder dar vía libre a todo lo que le pasaba por la cabeza sin necesidad de censuras. Podía cruzarse perfectamente un semáforo en rojo mientras te contaba una idea o desahogaba una de sus indignaciones a la vez que se frotaba fuertemente las manos. Los de las manos nunca supimos si era bueno o malo, lo hacía igual si estaba contento o de mal humor, aunque no era habitual lo segundo. Además, aceptaba las críticas como cuenta María Escario ´del día de su debut en la tele, "Fernando, esa entradilla es larguísima, esto es televisión, hay que ir al grano".
Buscar a un enemigo de Fernando Delgado es complicado, por eso lo de hoy era fácil. Juan Cruz que lo conocía desde que los dos tenían 14 años, los dos coincidieron en un examen de griego, habla de los últimos años y de su llanto "en el que había un resumen del amor que sentía por los otros". Nunca olvidaba a nadie ni sentía rencor, en su memoria cabíamos todos, algo extraño en estos tiempos de tanta polarización. Juan y Fernando han sido amigos de toda una vida y por eso la mejor definición, como el mejor vino, lo dan los años de maceración, en su caso de amistad. Cree que Fernando Delgado debe permanecer en la memoria de este país por " la justicia con la que adornó todos sus adjetivos" y añade "una persona que hablaba bien y hablaba bien porque pensaba mejor".
Pepe Rubio
Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena las secciones "Desmontando mitos" , "Viaje de ida"...