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Dos años sobreviviendo a la guerra bajo tierra

El conflicto en suelo ucraniano ha generado el mayor desplazamiento forzoso de población desde la II Guerra Mundial, sin embargo, hay mayores que no han querido dejar sus hogares en ningún momento a pesar de que el frente estuvo sobre sus propias cabezas. Ludmyla y Lyubob, dos mujeres que rozan los 80 años, siguen viviendo en un sótano convertido en refugio en Lymán después de haber sobrevivido a algunos de los peores combates de esta guerra en suelo urbano

Crónica de Nico Castellano desde Limán (Ucrania)

Lymán (Ucrania)

De almacén de cosas a refugio de vidas. Trasteros a los que han decidido confiar su supervivencia. Su salvavidas en forma de mantas gruesas y ropa casi de otro siglo rodea unas minúsculas camas sobre las que algunas medicinas y al lado una estufa eléctrica que hace mucho que no parece funcionar. Una bombilla ilumina de forma lúgubre este episodio de sus vidas que este sábado próximo cumple dos años. 24 meses durmiendo, comiendo y refugiándose de los bombardeos y los combates en sus calles, de hecho, junto a su particular refugio, ya en la superficie, la mayoría de edificios siguen destrozados.

"Nos duchamos cada dos semanas, hay una amiga que ha vuelto y que tiene agua caliente, ahora ya no tenemos miedo a salir y pedirle el favor de que nos deje darnos una ducha porque en nuestro edificio ya no funciona nada y el agua en invierno se congela", dice Ludmila.

El frente sigue muy cerca de Lymán, se siguen escuchando con claridad los ecos de la artillería, pero ellas insisten: "No nos vamos a ir de aquí nunca, porque aquí, en esta tierra, en este cementerio, están enterrados nuestros seres queridos, no hay nada más importante que eso, seguir aquí con ellos" añade Lyuvov de 76 años, a la que acaba de llegarle la noticia de la muerte de su hija hace dos días en Polonia "por una enfermedad". De ella ni pudo despedirse ni tampoco reposará en el camposanto de esta ciudad fantasma, con muy poca población que haya vuelto, a pesar de que Ucrania volvió a controlar su ciudad.

Dos años sobreviviendo a la guerra bajo tierra

"En lo que tenemos esperanza es en la paz, es lo que deseamos y nos quedaremos aquí hasta la victoria" afirma Ludmila que vive en el cuarto más grande junto a su marido. Lyuvov vive sola, en la estancia aún más minúscula, y dice que resulta "una pregunta tonta cuestionar como se vive así durante dos años, porque son condiciones muy difíciles pero solo la esperanza nos alimenta para seguir adelante. Antes de la guerra yo no conocía a esta familia que ahora forman parte de mi vida al vivir en el mismo sótano" y añade que tal y como estaban las cosas en Lymán con bombardeos muy intensos "esta habitación me pareció un lujo cuando me la ofrecieron, porque en ella estaba a salvo", recuerda esta abuela que tiene nietos que si salieron de Lymán para refugiarse en Polonia y Finlandia.

Nicolás Castellano

Desplazados internos

Y es que estas dos mujeres, como el puñado de civiles, casi todos de avanzada edad, que se han resistido a abandonar las ciudades más cercanas al frente, suponen una excepción. Ucrania, dos años después de la invasión a gran escala rusa todavía tiene hoy 3,7 millones de desplazados internos, que han huido sobre todo hacia el oeste del país y más de 6,4 millones se han convertido en refugiados al instar protección en otros países. Solo a España llegaron casi 200.000 ucranianos en poco más de 3 meses, convirtiéndose en el quinto país que más ucranianos refugiaba. Los testimonios del mayor y más acelerado éxodo civil desde la Segunda Guerra Mundial han plagado los medios de comunicación de medio mundo y mientras ella, invisibles, en la casi oscuridad de sus trasteros han sobrevivido a estos dos años de violencia.

Civiles sobreviviendo bajo tierra en el frente de guerra, como hemos visto en estos dos años en antiguos refugios nucleares construidos en la época soviética en ciudades como Jarkov. Estas dos mujeres, junto a otras 15 que vivían con ellas en estos sótanos, hasta hace unos meses, han tenido a los rusos dentro de su ciudad y de sus edificios pero decididieron no salir de Lymán, una de las ciudades más destruidas por la ofensiva rusa, que de hecho estuvo ocupada durante meses, e incluso después de ser recuperada por Ucrania "no salimos para nada y no nos vamos a ir de aquí nunca, porque en esta tierra están enterrados nuestras madres o hermanas, jamás nos iremos "sentencia Ludmyla, de 76 años.

Dos perros y dos gatos se rozan con sus piernas cuando salen del agujero a la callejuela de acceso para charlar con otra vecina que trae unos dulces a Lyuvov en señal de duelo por la muerte de su hija estos días al otro lado de la frontera. No saben aun cuando saldrán de estos sótanos que les han salvado la vida aunque tienen sus pisos aún enteros en el mismo edificio. El miedo a lo que pueda volver a pasar en la superficie quizás es lo que les ha hecho aguantar dos años sobreviviendo a la guerra bajo tierra.

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Según una encuesta del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, la gran mayoría de los ucranianos que se han desplazado dentro del país o refugiadas en otros países, quieren regresar a sus casas algún día, el 65 y 72 por ciento respectivamente. Muchos ucranianos ya lo han hecho pero Ludmila y Lyuvov decidieron no salir nunca del lugar en el que tienen anclados sus afectos.