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La vida en Kiev en medio de la guerra: fiestas de tecno, museos vacíos y alarmas antiaéreas

Dos años después de la invasión a gran escala por parte Rusia, la capital ucraniana vive en una normalidad irreal

La vida en Kiev en medio de la guerra: fiestas de tecno, museos vacíos y alarmas antiáereas

Kiev

Kiev recuerda a cualquier gran capital centro europea porque lo es. Edificios brutalistas como en Berlín este; tranvías rojos de principios de siglo como los de Praga; edificios imperiales como en Budapest o Viena. Pero en estos dos últimos años, la ciudad vive en una aparente normalidad que la hace diferente a otras ciudades del continente. Las alarmas antiaéreas suenan prácticamente todos los días, los niños van a calase con sillitas plegables por si tienen que resguardarse en las estaciones de metro. Estaciones que abren sus tornos durante las alertas.

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Una o dos veces al día y prácticamente todos los días, los kievitas que tienen descargada una aplicación que alerta de los ataques rusos, reciben en sus móviles un mensaje sonoro que les recuerda: "Tu exceso de confianza es tu debilidad". Acto seguido, miran sus teléfonos móviles y en los canales de Telegram comprueban si se trata de un avión, de un dron, o de un misil balístico. Si es de los primeros, la vida sigue prácticamente igual. Pero si es de los segundos, sin entrar en pánico, muchos ciudadanos se mueven a buscar el refugio más cercano.

Las iglesias, los edificios oficiales, los museos y muchas tiendas cierran durante los minutos (a veces horas) que duran las alertas. Complica llevar una vida habitual, aunque se intenta llevar de lo mejor posible. De normal, los restaurantes están llenos, las cafeterías también, e incluso los fines de semana, los bares y discotecas abren con normalidad. Eso sí, muchos que cobraban entrada, lo han cambiado por donativos para el ejército. Señalan que es la única manera moral de salir de fiesta en medio de la invasión de un ejército extranjero que controla cerca del 20% del territorio de su país. Se paga, de media, entre 400 y 500 grivnas, unos 10 o 12 euros.

Donativos para el ejército en lugar de entradas

El K-41 es uno de esos locales. Antes de la guerra las guías hablaban de que Kiev se había convertido el nuevo el Berlín en el panorama de la música tecno. Este local, situado en una antigua fábrica de cerveza, era una de sus insignias. Han pasado de abrir prácticamente a diario, en sesiones continuas de viernes a domingo, a hacerlo desde las cinco de la tarde a las diez y media de la noche, una hora antes de que empiece el toque de queda. En general la mayoría de los bares respetan. No hay Uber, ni metro, y ni siquiera los kebab ni las tiendas 24 horas están abiertas. Por eso la gente se marcha antes del cierre. Algunos se quedan en casas, hay fiestas clandestinas, pero no son habituales...

En la puerta de otro de esos bares abierto, después de buscar exitosamente un cigarrillo, Daniel, un joven de 23 años de Kiev, dice que no tiene miedo ante una futura movilización. Una llamada a filas general que fuentes del ejército ucraniano dan prácticamente por hecha, "porque ninguna guerra se ha ganado sin la participación general de su población". El hecho de que todavía no se haya producido, explican algunos expertos ucranianos, es una de las razones por las que Valerii Zaluzhnyi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania hasta hace solo unas semanas, tenía tan buena valoración entre los ucranianos: la guerra se estaba lidiando sin que muchos ciudadanos participasen. Daniel dice que se está preparando y que va todos los días al gimnasio para ponerse en forma ante lo que pueda pasar.

La joya de los museos ucranianos abierta, pero vacía

El Museo Khanenko albergaba, antes de la invasión a gran escala, una de las mejores colecciones de arte de toda Ucrania. Es un museo público en un palacete decimonónico del centro de la capital. En los primeros días de la guerra un misil ruso golpeó un parque cercano y reventó las ventanas, las puertas y las claraboyas, afectando a algunas de las obras de arte. El gobierno decidió entonces, y después de que los rusos saqueasen otros espacios similares en las zonas ocupadas, retirar todo el patrimonio de sus colecciones. Las guardan en zonas secretas en la ciudad y en el oeste de Ucrania por lo que pueda pasar. Margo es una de las guías del museo. Asegura que le da paz ver así el museo: vitrinas vacías y las marcas de los cuadros en el papel pintado. "Sobre todo porque sé que cuando volvamos a colocarlas la guerra habrá terminado. Y porque la colección no corre riesgo", explica.

Le preguntamos qué recuerda de aquellos días de la invasión, donde la toma de Kiev por parte de las tropas rusas podía ser una realidad. Dice que es como una especie de ensoñación. Una vida anterior en la que todo parece igual, pero en la que nada es como antes.