Las pequeñas cosas
"No me refiero a lo que tiene valor económico, sino a esas pequeñas cosas que tienen para cada uno un valor sentimental quizá exagerado, quizá absurdo, pero real. Las cosas que, al desaparecer, no nos dejan más pobres. Nos dejan más vacíos"
La píldora de Enric González | Las pequeñas cosas
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Madrid
Los periodistas solíamos trabajar en pareja, como la Guardia Civil. Eso era antes de que, a causa de la tecnología y la miseria de las empresas, los reporteros se convirtieran en hombres-orquesta que preguntan, escriben, fotografían, filman y editan mientras pelean para que les paguen algo por su trabajo. Antes, digo, era frecuente la pareja de plumilla y fotero.
Hace mucho tiempo, en un viaje a no sé dónde, me tocó la compañía de un fotógrafo al que tenía visto en la redacción pero no conocía. Se llamaba Albert Ramis y conseguía imágenes extraordinarias. Era arisco, independiente y temerario como un gato. Murió hace doce años, sin el reconocimiento que merecía. Durante aquel viaje, Ramis me contó que la casa donde vivía de pequeño se había incendiado. La familia se salvó. Se perdió todo lo demás.
Me contó que después de aquello, la familia pasó una larguísima temporada recordando en común objetos, fotografías, rutinas, la luz que entraba por tal ventana o lo mal que cerraba la puerta de la cocina. Un montón de pequeñas cosas desvanecidas en el humo. Querían mantener en la memoria lo que habían perdido. “No teníamos nada, nos quedaba el recuerdo”, me dijo. Era una situación extraña, la de haber sobrevivido y recomenzar.
Recordé a Ramis mientras veía las imágenes del atroz incendio en Valencia. Pensé en los que habían muerto, pero también en los que se habían salvado. Y en lo difícil que les sería recomenzar, aunque guardaran en el móvil fotos de lo que habían perdido. No me refiero a lo que tiene valor económico, sino a esas pequeñas cosas que tienen para cada uno un valor sentimental quizá exagerado, quizá absurdo, pero real. Las cosas que, al desaparecer, no nos dejan más pobres. Nos dejan más vacíos.
No hay mucho que decir sobre la catástrofe de Valencia. Hay que dar las gracias a los bomberos y a esos conserjes y vecinos que ayudaron a salvar vidas. Y ser conscientes de que hoy hay muchas personas que no van a proseguir con su existencia porque, de alguna forma, comienzan una existencia nueva. Que tengan suerte.
Me llamo Enric González. Les deseo un buen día.