Ábalos: el fondo del asunto
Es verdad que hay diferencias de función entre un gobernante y un legislador. Pero no las hay en la categoría del contrato político que vincula a ministros y a diputados con los ciudadanos: es un contrato de confianza
El análisis de Xavier Vidal-Folch | Ábalos: el fondo del asunto
Madrid
Solo ante el peligro. Con retórica de protagonista solitario y atacado, José Luis Ábalos explica que abandona el grupo parlamentario socialista, pero se mantiene en su escaño, pasa al Grupo Mixto. Hay pocas referencias de un caso tan enrevesado: sin estar investigado ni imputado por la Justicia, su problema principal era político, haber nombrado cuando era ministro a un asesor de conducta presuntamente corrupta, sometida ahora al escrutinio penal. Hay pocos precedentes: casi todos los que en España cometieron ese tipo de error, se fueron de rositas; siguieron en el poder, en el escaño o en privilegios paralelos.
Tampoco sirve el ejemplo más próximo: el del primer ministro socialista portugués António Costa. Dimitió de su cargo porque estaba siendo investigado sobre un tráfico de influencias y de manejo ilícito de dinero, al parecer encabezado por su jefe de gabinete. La diferencia es que a Ábalos, por más que corran muchas conjeturas y rumores, no le han encontrado indicios para incorporarle a una causa judicial.
Pero él mismo trazó una similitud. Su principal razón para mantenerse es de tipo defensivo: si fuese ministro, habría renunciado al cargo, alegó. Al no serlo, sino estrictamente un diputado de base, no asume esa obligación. Bueno, es verdad que hay diferencias de función entre un gobernante y un legislador. Pero no las hay en la categoría del contrato político que vincula a ministros y a diputados con los ciudadanos: es un contrato de confianza. Y esta ha sido defraudada por el protagonista del asunto. Luego vendrá la discusión sobre la valentía o debilidad de las posiciones del partido socialista; o el debate sobre la oportunidad o el oportunismo de la oposición para aprovecharlo. Pero eso pertenece a la dinámica política, o al ruido, más que a la profundidad de los dilemas éticos, que es de lo que todos podemos aprender: de la condición humana.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...