Opinión

Alexéi, solo nos quedan los aplausos

Cuando a uno no le queda más que aplaudir, ¿qué tiene?

El análisis de Xavier Vidal-Folch | Alexéi, solo nos quedan los aplausos

Madrid

“Solo nos quedan los aplausos”. Así se despedía esta mañana de Alexéi Navalni una joven seguidora.

La frase es dura: cuando a uno no le queda más que aplaudir, ¿qué tiene? Pero quizá no sea exacta. Miren las imágenes, si tienen ocasión de hacerlo, de cómo ha sido el entierro del líder opositor a Vladímir Putin. Ese hombre de 47 años, fallecido extraña, sospechosa e inexplicadamente en una de sus lóbregas cárceles.

Miren los kilómetros de colas, serpenteando entre las vallas policiales de control. Miren las flores. Observen las distintas edades de los asistentes: muchos jóvenes. Reparen en la dignidad de su madre. Graben en sus retinas la elegancia sobria de millares de personas indignadas. Comprueben la ausencia obligada de su mujer, Yulia Nalvanaya, convertida en la nueva Antígona rusa desde tierras lejanas y foros europeos.

Y recuerden el riesgo que corría esta multitud, recuerden cómo han sido detenidos varios líderes opositores por asistir a la despedida. Y es que hay algo superior a todo verdugo; superior a quienes secuestran durante ocho días el cadáver del disidente; superior a quienes amenazan con enterrarlo a escondidas en el patio de la propia prisión en que le mataron o le dejaron morir; superior a las amenazas por acudir a darle el último adiós; superior a las presiones contra una madre desconsolada, pero siempre digna. Es la valentía de defender la libertad. De vencer al miedo. Alexéi Navalni sigue. Sigue, de viaje hacia lo esencial, mientras los demás sigan con su aplauso.

Xavier Vidal-Folch

Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas...