Málaga 2024 | 'Nina', un original wéstern con la venganza que merecen todas las mujeres
Andrea Jaurrieta estrena en Málaga una de las propuestas más sugerentes del festival con Patricia López Arnáiz como heroína del cine negro escopeta en mano
Málaga
Decía el antropólogo Joseph Campbell que toda narración se basa en el viaje del héroe, desde la Odisea y la Iliada hasta el cine de Marvel. Ese viaje del héroe, empieza a ser cada vez el más el viaje de la heroína, gracias a las directoras españolas que están abriendo relatos y dándonos personajes femeninos cada vez más ricos y complejos. Andrea Jaurrieta introduce en ese viaje la búsqueda no de un tesoro, ni de la resolución de un conflicto, sino simple y llanamente la de encontrar venganza. Lo hace en Nina, su segunda película con la que regresa a la competición oficial en el Festival de Málaga seis años después de presentar Ana de día.
Nina es una adaptación muy libre de la obra teatral de José Ramón Fernández, que la directora empezó a escribir en la primera convocatoria de las Residencias de la Academia de Cine. A su vez, esta pieza está basada en los protagonistas de La gaviota, una de las obras maestras de Antón Chéjov centrada en los conflictos románticos y artísticos entre cuatro personajes. En esas obras al final prevalecía el amor y el perdón, y eso le chirriaba a la directora. "Cuando leía esos textos no entendía esa vuelta de Nina destrozada, enamorada, maltratada. Mi punto de partida era esta mujer que volvía para vengarse y hablé con José Ramón y le dije, oye, Nina es un poco John Wayne. Y me contestó con la letra de la canción final de 'Centauros del desierto'. Aquí hay una rebelión, aún se me ponen los pelos de punta cuando ella dice, 'a mis pies'. Por ahí va el espíritu de la película", avanza.
Contada en dos tiempos, el presente en el que una mujer que ha pasado los cuarenta regresa al pueblo donde nació y vivió en su infancia y adolescencia, y ese pasado en el que ocurrió algo que le dejó un trauma de por vida, Nina está plagada de rimas y de transiciones gracias al montaje que juegan con el suspense y la informacion que va conociendo el espectador mientras desarma los arquetipos clásicos. "Les he dado un poco la vuelta. La heroína aquí es una mujer. Es una mujer que viene a vengarse por sí misma. El amigo, por ejemplo, es como Claudia Cardinale en 'Hasta que llegó su hora', la persona que está enamorada pero al final no pasa nada entre ellos. Y aquí es un hombre. O el que está en el hotel le está preparando una tortillita. O sea, estoy dándole la vuelta a todos estos clichés y arquetipos que pasan de manera desapercibida pero están muy pensados. Y así también, por ejemplo, la escena de los cazadores, que es como un momento muy simbólico, son unos forajidos de western. El salón aquí es el casino. Hay un trabajo de guión y de esta iconografía muy profundo", explica.
En un momento donde se presupone que las directoras deben rodar historias intimistas, realistas, con personajes deseables, Jaurrieta rompe con esa expectativa y, como en su debut, usa los géneros para contar las heridas que deja el abuso en una mujer. El rojo es el color que simboliza el dolor, la sangre y la venganza. El rojo de la menstruación que alerta a la protagonista, el rojo de la ropa y los labios, como los de La mujer pantera, que la convierte en una femme fatal que quiere vengarse del hombre que la agredió, pero también de todos aquellos que la encubrieron. Nina es la película que mejor ha representado el consentimiento en el cine español y que llega en un momento en que mujeres y hombres revisitan su pasado y su presente. También es la que lo hace de forma más poliédrica señalando los silencios cómplices, la desprotección y las dinámicas de poder en el mundo de la cultura. Ella soñaba con ser Maribel Verdú y él es hoy un escritor condecorado en la fiestas del pueblo. "Él es famoso, tiene una posición de poder. Hay algo también de clase social en la película. Ella está fascinada con este mundo oculto de una persona que ha viajado, que viene de lejos, que va a Madrid, que le dice que conoce a actores, es un escritor y ella está en su casa con un padre ausente en un piso diminuto de pescadores. Entonces las dinámicas del poder también están ahí, tanto en lo social como en las cosas más estructurales y más profundas. Lo que no me interesaba era hacer una película de buenos y malos, creo que es un tema tan complejo que era necesario intentar meternos en la mente también del malo y entenderlo de alguna manera", razona de esta historia que huye de cualquier posición maniquea.
A mitad de camino entre el cine negro y el western urbano, ambientado en un ficticio pueblo de Navarra, que podría ser cualquier pueblo español, porque en cualquiera las mujeres tuvieron que sufrir el abuso, las miradas y las críticas, como las sufre el personaje de Patricia López Arnáiz, una de las actrices más potentes y creíbles en cualquier registro. En este caso, el de una mujer llena de miedo, de rabia, de odio y de ganas de que todo pase. Una víctima que no se conforma con serlo, de la que no entiendes su pasado, como Joan Crawford en Jonny Guitar o incluso como el mismísimo John Wayne en cualquiera de los western que inmortalizó. "Soy una apasionada del cine, doy clases de historia del cine y para mí es un refugio. Es mi lugar de evasión. Me gusta mucho el cine clásico y creo que hay que reivindicarlo un poco, hay modas, siempre es así, pero creo que el cine clásico no envejece de alguna manera y siempre va a estar ahí. Hay algo en esa poesía de las imágenes de que cada cosa cuente algo, de que si mueves la cámara sea por algo, a mí me pone mucho", bromea la directora.
Si en Rigoletto, la ópera de Verdi o en Perros de paja, de Sam Peckimpah o El manantial de la doncella, la película de Bergman, era el padre el que vengaba a su hija, una cuestión de honor masculina, en Nina son las mujeres las que toman la partida, las que cogen la escopeta, y las que salen bajo la lluvia en busca de su presa. Pero además de la venganza, que rompe aquí con la forma anglosajona de contarla, es una película sobre adolescencias, primeros amores, sobre cómo se conforma el deseo, en base a qué patrones, sobre cómo se construye la amistad y qué relación se tiene con aquel momento vital de la adolescencia, algo que el espectador conoce a través de los ojos de Aina Picarolo, el personaje de Nina en la etapa de juventud. Junto a las dos actrices destaca el complejo papel del actor argentino Darío Grandinetti o los trabajos Iñigo Aranburu, Mar Sodupe o Ramón Agirre. Sus movimientos y, sobre todo, sus diálogos, quedan en un segundo plano, pues Juarrieta consigue que su iconográfica marque una estremecedora y universal historia. El montaje, el encuadre, la fotografía o la música de Zeltia Montes hacen que Nina crezca en toda su furia y fuerza gracias al lenguaje cinematográfico.