Las mujeres somos el objetivo directo del reaccionario
La histórica decisión de Francia de blindar el aborto en su Constitución es una señal al mundo en defensa de los derechos de las mujeres
Abrí mi cuaderno y me fui a hace un montón de años, hasta 1974. Allí vi a una mujer en la tribuna de oradores, delante de un público casi exclusivamente masculino, y les decía que ninguna mujer recurre al aborto con alegría. Que basta con algo tan sencillo -y tan difícil- como escucharlas. Simone Veil, entonces ministra de Sanidad en Francia en el gobierno conservador de Giscard d’Estaing, que sería después la primera mujer que presidiría el Parlamento Europeo, superviviente del Holocausto, y que lo explicó así, sin aspavientos, y convenció a sus colegas de Asamblea de la necesidad de este derecho para las mujeres. Para todas. Por eso la ley del aborto pasó a llevar su nombre, la ley Veil.
Ahora me voy a 2024. Cincuenta años después, concretamente ayer, un hombre de 34 años, Gabriel Attal, primer ministro francés en el gobierno de Macron, que se puso en la piel de lo que es, un hombre. Ese que no pasará por lo que pasan muchas cuando deciden sobre sus cuerpos. La vergüenza, la condena, el silencio y el dolor. “El hermano, el hijo, el amigo, el primer ministro que soy recordará toda su vida el orgullo de haber estado en este momento”. Hablaba de que estaban juntos, unidos y llenos de emociones, en favor de la libertad de la mujer. Todas otra vez. Consagrando este derecho en la Constitución francesa, para que nadie, sea del partido que sea, sea de la ideología que sea, las toque. Nos toque.
Basta con echar un vistazo para comprobar que somos las mujeres uno de los primeros objetivos directos del reaccionario. Las primeras a las que se las silencia, se las condena, se las avergüenza. Con el derecho al aborto, pero también con tantos otros. Basta con echar un vistazo a Argentina, Estados Unidos, Polonia, Afganistán. Países tan distintos y sin embargo tan iguales en esto.
Como distintos son los partidos que apoyaron ayer esta histórica decisión en Versalles. 780 votos a favor, una mayoría muy superior a la requerida, y una señal al mundo en defensa de los derechos de las mujeres. Todas.
Me traslado ahora a España. Dice Carmen Calvo en su libro ‘Nosotras’ que, tras la muerte de Franco, que las feministas en España sacaron un día a la una pancarta llena de ironía con un lema puesto en la boca de los hombres: “Vete a hacer la comida, que ya voy yo a la manifestación por el aborto”. Y dice Calvo: “Porque ellos, todavía, con tal de retrasar nuestros avances y no hacerse cargo de la realidad, son capaces, fueron capaces y serían capaces de ir a una manifestación a favor del aborto, que les da puntos como líderes masculinos, siempre y cuando nosotras hagamos la comida y el orden patriarcal se mueva poco y lento”.
Me quedo con esto último. Poco y lento. Tan lento como que entre Veil y Attal han pasado cincuenta años. Para que luego digan que no tengamos tanta prisa, que les demos tiempo. Como si nos sobrara. A todas.
Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.