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Patric Chiha estrena 'La bestia en la jungla': "Hacemos películas porque hay cosas que no sabemos"

El cineasta austriaco, al que la Filmoteca Española dedica una retrospectiva, estrena en salas españolas su nueva película, adaptación libre y muy personal del relato homónimo de Henry James

Fotograma de 'La bestia en la jungla'/Surtsey Films

Madrid

En un artículo escrito sobre su obra con motivo del ciclo que le dedica la Filmoteca Española, el investigador Álex Mendíbil establece un vínculo entre la inclasificable identidad de Patric Chiha y la propia idiosincrasia de su filmografía. Nacido en Austria con orígenes libaneses y húngaros y trasladado a los 18 años a París para estudiar diseño de moda, su cine es según Mendíbil "escurridizo y esporádico, no sigue un plan ni hace caso a las modas". Su nueva película, La bestia en la jungla bien podría valerse de esas palabras para ser definida. La propuesta, arriesgada y tremendamente estimulante, llega este 8 de marzo a las salas tras su presentación en festivales como el de Berlín, Valladolid o Sevilla y de un preestreno a finales de febrero en Madrid de la mano de la Filmoteca.

En el propio Cine Doré, la sala de exhibiciones de la Filmoteca, atiende a la Cadena SER el cineasta austriaco. Para Chiha, el inconfundible edificio rojo de la calle Santa Isabel no resulta un lugar desconocido pues explica que viene a España "a menudo por diferentes motivos y con frecuencia a Madrid". Rememora una visita al Doré con "unos doce o trece años", un lugar que le llamaba la atención por su "arquitectura y su misterio". "¿Con una puerta como esta, qué pasa detrás de ella?" se preguntaba. No recuerda cuál fue la primera película que vio ahí con sus padres y unos amigos de la familia, pero el lugar le evoca "recuerdos muy fuertes que aprecio que se reúnan". Por ello, considera "un gran honor" que se le dedique una retrospectiva en el mismo sitio donde se ha homenajeado a Barbara Hammer y Elia Suleiman entre enero y febrero, dos directores muy importantes para él. Chiha lee con una sonrisa (y con marcado acento francés) el título del ciclo en su honor: "Coreografías del deseo". "Es gracioso", dice.

La bestia en la jungla hace justicia a esa denominación. Adaptación muy libre del prestigioso relato homónimo de Henry James (Borges llegó a decir que era "la meta de la novela psicológica), centra prácticamente toda su acción en una discoteca donde sus dos protagonistas orbitan alrededor de bailarines en constante celebración que contrastan con el estatismo de John (Tom Mercier) y May (Anaïs Demoustier). Es esa dinámica de la pareja el aspecto más fiel a la novela corta de James, donde los dos personajes, unidos por un secreto que se compartieron en la juventud, se juntan ante la creencia de John de que algo catastrófico y espectacular va a sucederle. El convencimiento de John de que le espera un destino espectacular lleva a ambos a una constante espera, sin que se den cuenta de que lo único que les está aguardando es la terrible constatación del paso del tiempo en una vida no disfrutada.

Chiha llegó a la novela de James "hace unos trece años" y explica que "me llamó la atención y me encantó, pero sobre todo me impactó mucho". "Era como si me reconociera allí, como si las preguntas formuladas en la novela me parecieran esenciales sobre el ser humano", describe. Señala que hay preguntas como "qué esperamos de la vida y qué es lo que realmente vivimos" y una relación "entre nuestros fantasmas y nuestra vida diaria, esta batalla entre lo que soñamos y lo que hacemos". Aún con ello, y tal y como indica el propio director, "solo porque te guste una novela no significa que la debas adaptar" y en el caso de La bestia en la jungla se presenta la dificultad de su evidente inacción. "Se la mostré a mi productora y me dijo que efectivamente no era un Agatha Christie", dice entre risas el realizador. La idea permaneció en la mente de Chiha que unos años más tarde, andando por la calle tuvo una revelación: "La película tendría que hacerse en una discoteca". "No sabemos por qué tenemos una idea, vienen así", comenta sobre ese llamativo vuelco con el relato original, ambientado a finales del siglo XIX.

El austriaco opina que "la novela habla de algo esencial y humano, que creo que también tiene que ver con el cine". Chiha plantea cuestiones como "qué es lo que esperamos de la pantalla" o "qué proyectamos" e indica además que "es una novela sobre el tiempo y el cine es la puesta en escena del tiempo". "La discoteca era clave para hacerlo", afirma. Para el director era necesario que pasasen unos "20 o 25 años" a lo largo de la película que "podrían haber sido del 2000 al 2020 o de los 60 a los 80" pero señala como clave que "la ruptura entre los 80 y los 90, en la noche, en la música, en los disfraces, en los peinados o en el estilo es la más grande". "Creo que esa ruptura ayuda a contar la historia del paso del tiempo", expone. Chiha describe los años 80 con una creencia "un poco hedonista, con un futuro posible" y los 90 "más oscuros, retraídos y con una música más dura, aunque muy hermosa también, sensual y melancólica". "Me gusta mucho el tecno de los 90, pero es quizás más solitario así que trabajamos en esto, en cómo en los 80 la gente baila junta y en cómo en los 90 bailan más solos".

En la película las referencias temporales van más allá de la música: los protagonistas son testigos de importantes eventos históricos como la llegada de Mitterand al poder, la caída del muro de Berlín o el SIDA, que el cineasta considera "clave" en la narración. "De repente, donde hay mayor placer, la muerte llega". "Yo nací en 1975, así que empecé a ir a discotecas en los 90 y la muerte estaba ahí, esa mezcla entre el mayor placer y el mayor peligro en el mismo lugar me impresionó mucho".

La puesta en escena es una de las grandes virtudes de La bestia en la jungla. Patric Chiha presenta un despliegue técnico espectacular, con evocadores filtros de colores y juegos de luces con un marcado carácter expresivo. Todo ello, sumado a las interpretaciones del reparto, especialmente la de un Tom Mercier constantemente pasmado, y la presencia de Béatrice Dalle (musa del cineasta desde su ópera prima, Domain) como una narradora explícita de la historia de los protagonistas, niegan cualquier ambición realista y consolidan a la película como una sofisticada ficción, acaso la manera óptima de escenificar una novela que el cineasta entiende como "un mito griego". "Creo que en todas mis películas, y también en esta, dejo claro que se trata de una ficción y creo mucho en el artificio", explica. Chiha ilustra cómo su película jamás niega el dispositivo fílmico: "Sientes las luces, los disfraces, la fabricación de la obra, los movimientos de la cámara... y nunca hago que la gente crea que es verdad". "Obviamente, son bailarines hoy, obviamente se graba hoy y obviamente es un pasado falso, pero lo que espero es que trabajando con estos símbolos, básicamente admitiendo la realización de la película, deje clara las emociones y que sean reales". El director afirma odiar en las películas "el falso realismo" y deja claro que en este largometraje hay "un pacto con el espectador". Dilucida además que sus creaciones "van más sobre recordar cosas, sensaciones o imágenes del pasado" y que su objetivo es que "detrás de lo falso obtengamos una nueva realidad". "Es un poco como cuando vas a fiestas o discotecas donde todo es falso, pero detrás de lo falso, estamos nosotros solos con nuestras emociones", ejemplifica.

Céline Bozon, directora de fotografía de La bestia en la jungla dice en un artículo de la asociación de directores de fotografía franceses que Chiha "forma parte de los cineastas que no tienen miedo a la oscuridad". El austriaco comenta al respecto que para él "la luz es fundamental, no para que quede bonito, creo que es un poco como la música, dos cosas en las que estamos inmersos". "Aquí estamos bajo una luz muy particular y nos hace movernos de una forma concreta, es pura puesta en escena, cómo y en qué espacio colocamos a los actores", detalla.

En referencia al ya citado realismo aclara que la idea "nunca fue, en ningún nivel, que los disfraces, los peinados o la música imitasen el pasado o una discoteca, así que no tenemos luces estroboscópicas, ni humo todo el tiempo, ninguno de los clichés de los clubes nocturnos". "Había que pensar realmente cada escena en una gama de colores y, por lo tanto, en un material y en una textura, que no siempre son necesariamente precisos desde el punto de vista histórico, pero que importaban por cómo evolucionaban". "Hay algo en esa oscuridad que nos tenía que absorber al final", cuenta Chiha a la vez que recuerda cómo antes del rodaje preparó un documento donde se contaba la historia de La bestia en la jungla únicamente a través de luces, en el que cada escena venía indicada por sus indicaciones de iluminación, aunque estas variaron durante la filmación porque no se define como un artista "estricto". En cualquier caso, la cita de Bozon parece aplicable también al propio espíritu del director, que afirma no temer "a lo desconocido, a los abismos, a lo que no entendemos". "Hacemos películas porque hay cosas que no sabemos, si lo supiéramos todo, no las haríamos", opina.

La bestia en la jungla fue presentada oficialmente en la edición de 2023 del Festival de Berlín, pero es un proyecto de larga gestación: "Los caminos de una película son muy extraños", dice al respecto el realizador. "Esta era difícil de financiar porque es un poco loca, no se parece a una película comercial y es un poco lo opuesto a las series porque no tiene esa eficacia narrativa", añade. Chiha considera que el cine "tiene muy poco que ver con la voluntad" y que incluso una vez escrito el guion e ideadas en la mente sus imágenes, espera que "la película también me sorprenda". "Obviamente, la película va más allá de lo que había imaginado, cambiamos actores (se anunció en 2019 que iban a protagonizarla Vicky Krieps y el fallecido Gaspard Ulliel) y es muy bueno cambiar actores porque toma un camino diferente", comenta. Chiha desea que sus películas provoquen emociones inesperadas y reales porque "una emoción real siempre es una sorpresa, si está programada y esperamos una reacción específica, ya no es una emoción".

El realizador de La bestia en la jungla considera que la mezcla cultural que ha vivido "tiene importancia" en su obra. Afirma que no se imagina a sus personajes en países porque "son personas que viven en sus cabezas como mundos" y que "tal vez sea porque no estoy realmente vinculado a un país que siempre he tenido mundos imaginarios en la cabeza". También, señala que en su cine se "habla mucho" pero que nunca es demasiado importante "lo que se dice". "Mis personajes se esfuerzan en decir lo que piensan pero no pueden hacerlo y tal vez esté relacionada con esta mezcla de idiomas la forma en la que decimos lo que pensamos o incluso si, de hecho, podemos llegar a decir lo que pensamos", plantea.