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'Vincent debe morir', humor, amor y terror para escapar de los linchamientos públicos

El actor francés Karim Leklou protagoniza este thriller con una peculiar premisa que habla de cómo se genera la violencia y de los linchamientos en la vida analógica y digital

Esta es la historia de un hombre que vive tranquilo, que va al trabajo en bicicleta y que se lleva bien con todo el mundo. Un diseñador gráfico, que ve películas, que liga por internet y que es enrollado con los compañeros de trabajo. Vincent es un tipo como ustedes, como todos, pero sufre una persecución. De repente, la gente siente la extraña necesidad de matarle, no se sabe por qué. No les ha hecho nada malo, no han discutido, pero una especie de virus hace que le ataquen solo a él. Vincent debe morir es una curiosa manera de contar la violencia inherente en la sociedad y de los linchamientos a los que a veces todos contribuimos en el mundo analógico o en el digital.

"Los personajes, a pesar de estar conectados desde el principio, también están aislados. Esta es una película que habla de la soledad y de cómo a pesar de vivir en un mundo donde todos estamos hiperconectados, tenemos dificultades para comunicarnos", dice en una entrevista en la Cadena SER el actor francés Karim Leklou que protagoniza la película. Al actor le hemos visto en series como Hipócrates, donde se hablaba del colapso sanitario en Francia y en el popular thriller BAC Nord: Brigada Anticriminal.

Presentada en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, la película indaga en cómo se genera la violencia en entornos apacibles o civilizados. "La violencia siempre ha estado en la historia de la humanidad, no es exclusiva de nuestro tiempo", especifica el actor. "Mi personaje sufre la violencia física, pero también el personaje femenino que es camarera a los 40, con todo lo físico que implica un trabajo tan duro que tiene tanto violencia social. Son dos cuerpos maltratados que se encuentran a pesar de todo lo malo que sucede en el mundo y anclan una historia. Tengo problemas con las historias de amor en las que uno llama a su amigo a las cuatro de la mañana y el otro responde y hablan durante horas. Yo cuando llamo a las 4 de la mañana a mi amigo para ver cómo estamos, sé que me va a colgar. No me gustan las historias de amor donde todo son fuegos artificiales".

Su personaje sufre, en apenas dos días, cómo compañeros de trabajo comienzan a agredirle con brutal violencia, sin ningún motivo aparente y sin ni siquiera saber ellos mismos por qué lo hacían. Por si fuera poco, sus jefes dudan de él y le piden que trabaje desde casa "por el bien de todos". Una manera de explicar cómo las víctimas acaban pagando el pato de todo. El director debutante, Stéphan Castang, mezcla una serie de géneros cinematográficos en esta historia de amor y de violencia que habla de la soledad, la incomunicación del ser humano, pero también puede leerse como alegoría de la persecución que se produce en las redes sociales. Desde el thriller psicológico cargado de paranoia al cine de investigación, pasando por la supervivencia, la ciencia ficción y el cine distópico, así como una comedia romántica totalmente fuera de lo común.

"Me conmovió mucho la historia de amor de esta película, una historia donde es difícil amarse a uno mismo en un mundo brutal. Y descubrí que era una película que no eliminaba la violencia, pero la convertía en algo absurdo, inútil, a veces divertido y otras patético. Tener una hermosa historia de amor en un mundo duro me parece una buena manera de enfrentarse a una historia realista", explica el intérprete. El amor como única manera de sobrevivir en un mundo que va cuesta abajo. "Creo que la brutalidad de la película quizás está incluso un poco por debajo de la brutalidad de nuestro mundo. Por eso contar una historia de amor en un mundo que va mal, me parecía que era muy realista".

Con reminiscencias al cine de Romero o Carpenter, donde los zombies atacaban sin piedad, también a la desazón del París Texas de Wenders, como nos decía su protagonista. "Curiosamente Buster Keaton es mi referencia cinematográfica, aunque parezca extraña para esta película. Es una historia de venganza, pero tiene algo de París Texas, donde la dificultad de ser y de amarse también me influyó mucho. Creo que hay un paralelismo con esto".

La película lleva al protagonista a refugiarse en el campo, alejado de miradas y de la interacción de los demás, pero incluso ahí hay que estar alerta, las dinámicas sociales, nos dice la película, no escapan al mundo rural. Ahí se producen algunas de las mejores peleas del filme "Hay más de 14 peleas en toda la película", dice el actor que explica que trabajó con uno los especialistas más importantes de Francia. "Ya trabajé con él en la película de Cédric Jiménez y ahora nos hemos vuelto a encontrar y hemos trabajado mucho el aspecto físico". Todas las peleas se coreografiaron para evitar una espectacularización de la violencia. "La idea era mostrar una violencia cotidiana, no la violencia de Jason Statham que vemos en el cine. Es gente normal que se golpea a sí misma. El desafío de la película era hacer que sus peleas fueran acordes a la historia y nada virtuosas, como suele ocurrir en las películas de acción".

Entre las peleas, destaca una que ocurre en una fosa séptica. "Habíamos ensayado sobre colchonetas, y fue una escena ultra intensa. No lo volvería a hacer. Esta es la primera y última vez que pelearé en un tanque séptico. Es la lección que he aprendido: nunca pelees en una fosa", bromea Leklou que tiene este año un par de estrenos muy potentes, como el drama belga Temps mort o La Goutte d'Or, un interesante retrato de la convivencia en los barrios multiculturales de París. Ese es el nombre a una zona parisina donde han proliferado los lugares donde se lee el Tarot y donde las bandas de jóvenes delincuentes amenazan a todo el vecindario.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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