Aitana Sánchez-Gijón: "Nos cuesta más perdonar a una mala madre que a un mal padre"
La actriz protagoniza 'La Madre', una adaptación teatral de la obra de Florian Zeller. Ana es una mujer que se siente abandonada y estafada por su marido y por sus hijos. Un viaje inmersivo a la mente de una madre sola, deprimida y vacía
Aitana Sánchez-Gijón: "Nos cuesta más perdonar a una mala madre que a un mal padre"
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Como dirían los jóvenes hoy, Aitana Sánchez-Gijón es madre y sirve coño en todo lo que hace. Es decir, es una mujer con poderío, un ídolo que exhibe un comportamiento icónico, ejemplar, con actuaciones estelares. Aunque la actriz, madre de dos veinteañeros, desconoce esta expresión. Está soberbia en 'La Madre', su último trabajo sobre los escenarios. La Madre es una producción de Barco Pirata, la productora teatral de la que forma parte Sergio Peris-Mencheta, que ha pasado ya por Vitoria, Pamplona y Logroño. Acaba de llegar al Teatro Pavón de Madrid, coincidiendo en la capital, pura casualidad, con El Padre, que protagoniza Josep Maria Pou en el Teatro Bellas Artes, producido por Pentación y que también ha pasado ya por algunas ciudades.
Las dos obras forman parte de una trilogía del dramaturgo francés Florian Zeller, que hoy tiene 44 años, pero que a sus 30 fue capaz de explorar en la complejidad de las relaciones familiares y de la mente humana, de los vacíos que dejan los que se van, sean los hijos, los padres o los recuerdos. La Madre (2010), El Padre (2012) y El Hijo (2018) indagan en el síndrome del nido vacío, el alzheimer y el sucidio. Son personajes todos complejos, tristes, confundidos, a los que la vida les ha pasado o les está pasando por encima. Además de llevarlas al teatro, Zeller ha adaptado recientemente El Padre al cine, con Anthony Hopkins (se llevó un Oscar por esta interpretación) y Olivia Colman; y El Hijo, con Laura Dern y Hugh Jackman.
La Madre es una adaptación de este éxito internacional que dirige Juan Carlos Fisher. Aitana Sánchez-Gijón es Ana, la protagonista, una mujer que se siente estafada, abandonada por los que la han exprimido, su marido y sus hijos. Juan Carlos Vellido es el padre, un padre ausente. Álex Villazán y Júlia Roch interpretan a sus hijos, aunque Roch encarna otros personajes en la mente de la madre. Y es que lo más cautivador de esta obra, al igual que con El Padre, es que el espectador lo observa todo desde la perspectiva de esta mujer que se siente vacía o de ese padre que pierde la memoria. Los dos jóvenes actores reconocen haberse reconectado con sus madres trabajando esta función. En esas vueltas a la casa familiar, cuando tanto te costó independizarte. En la falta de comunicación y comprensión entre madres e hijas.
Aitana Sánchez-Gijón, "o se ama o no se ama", pero "¿se puede amar demasiado a alguien?"
Se puede amar equivocadamente, asfixiantemente o con mucha dependencia. Es decir, no creo que sea tanto un grado de amor, sino una calidad de amor la que se puede cuestionar.
Eres Ana, La madre, la protagonista de la obra de Florian Zeller, ¿Cómo llega a ti este proyecto y cómo ha sido trabajar -por primera vez- con Juan Carlos Fisher? ¿Os conocíais?
Llega a mí a través de Nuria Cruz Moreno, que es la productora de Barco Pirata, que a su vez había recibido por parte de Fisher la propuesta de hacer La madre. Fisher había hecho anteriormente en Lima El padre, con lo cual ya sabía bastante del universo Zeller. Y claro, yo leo el texto y me quedó removidísima, me quedo muy impactada. Incluso me llego a plantear si sería bueno para mi salud o no, para mi salud mental y emocional embarcarme en un proyecto como este. Porque también, por circunstancias personales, siento muchas de las cosas que le pasan a este personaje, como muy próximas, pero bueno, afortunadamente dije que sí. No había visto ninguno de los trabajos de Juan Carlos excepto Mamma mia!, que me encantó, me lo pasé bomba, pero no era tampoco una referencia para abordar un trabajo como este, un teatro de texto. Pero toda su trayectoria le avalaba y decidí confiar. Estoy muy contenta con el resultado, porque Juan Carlos nos planteó una premisa muy clara que nos ayudó mucho a la hora de desentrañar los misterios de este texto tan diabólico por momentos. Y es que trabajáramos desde el realismo más absoluto, que no nos dejáramos llevar por la atmósfera o por el misterio del propio texto, que es ese estado mental que habita la madre y en el que va a vivir el espectador también. Eso lo da la escenografía, lo da la propia estructura del texto, la luz, la música, pero que nosotros, como actores, teníamos que trabajar desde la verdad más absoluta.
¿Has leído la trilogía de Florian Zeller?, ¿has visto las adaptaciones cinematográficas de El Padre y El Hijo? ¿qué tiene de especial su dramaturgia?, ¿cómo construye las emociones de sus personajes?
Había visto las dos adaptaciones cinematográficas, pero no había leído su teatro antes. Hay algo que es como un hallazgo de Zeller, que creo que ahí radica también su éxito y su originalidad, y es que él deconstruye estas historias, estos estados mentales, psíquicos, de estos personajes principales y hace que el espectador sienta y viva realmente lo que pasa dentro de la cabeza de ellos. Es como una experiencia realmente inmersiva y hay como que reconstruir ese puzzle deconstruido. Ayer estuve con Pou, porque él está estrenando también El padre al mismo tiempo aquí en Madrid, y hablábamos de un poco de ese cubismo que hay en los textos de Zeller, que hacen que sea muy interesante adentrarse. A la estructura teatral le suma un plus de misterio, que hace que el espectador se tenga que implicar de una manera muy activa a la hora de desentrañar los misterios de estos textos.
Ana es un personaje muy complejo, con muchas aristas y contradicciones, pero a grandes rasgos: ¿cómo es esta madre?
Es una mujer como tantas que conocemos de nuestras propias familias, o de nuestros entornos o nosotras mismas, que somos herederas de estas Anas. Mujeres emancipadas, mujeres profesionales mujeres que tenemos la vida llena de muchas cosas y que, sin embargo, tenemos grabado a fuego en el ADN ese gen del cuidado y de la entrega a los demás, a los hijos, a una pareja, a la construcción de una familia. Como sociedad llevamos peleando por recuperar espacios y por compartir espacios desde hace tanto tiempo y vamos consiguiéndolo, pero esta Ana representa a esos millones de mujeres a lo largo de la historia que han supeditado sus vidas por sus hijos, su familia, sus parejas. Que en algún momento se creyeron la fábula del príncipe azul y del amor romántico, el cuento de la abnegación, de la entrega, de la generosidad. En fin, todo esto que se supone que es ser una buena madre y que tenemos tan incrustado también en el imaginario. Porque nos cuesta perdonar más a una mala madre, que a un mal padre. En esta función, este padre es un padre ausente, es un padre que no se ha dedicado en absoluto a sus hijos, es un marido ausente también, que se mantiene ahí por la culpa, porque siente que no puede dejarla tirada porque está fatal, pero en realidad es un hombre con una gran condescendencia, como tantos que no han asumido una paternidad responsable o una presencia real en estas vidas familiares y a los que tanto hemos perdonado y seguimos perdonando o juzgando con muchísima más ligereza, que a estas madres que puedan tener ese lado oscuro, como muestra esta Ana, esta madre.
Ella dice que se siente estafada por la vida, abandonada por quienes la han exprimido. Todos están muy ocupados viviendo y su vida ha sido la de la entrega a los demás. ¿Son desagradecidos con ella?, ¿somos desagradecidos con nuestras madres?
Culturalmente, socialmente parece que celebramos a las madres en su día y las llenamos de flores y de loas, cuando en realidad el cuidado y el reconocimiento debería pasar por otro lado completamente distinto. Por el de la corresponsabilidad, el de permitir que tengan sus espacios. Y al mismo tiempo estas madres que también se enganchan a estos afectos, porque es lo único que tienen y para lo que han vivido y que tampoco permiten el vuelo de sus hijos. O sea, idealmente, en una maternidad o paternidad sana, lo que tienes que hacer es hacer todo lo posible para que tus hijos vuelen y vuelen lejos y alto. Aprovechar esa emancipación para emanciparte tú también y que el periodo de maternaje tenga un principio y un final. Que las relaciones madre e hijo, padre e hijo, se reconviertan en otra cosa, eso es lo que debería pasar en una relación sana de padres e hijos. Pero hay tantas madres que no pueden tener una relación sana porque no se les ha permitido, porque no han tenido espacio para poder desarrollarla.
¿Van ganando ese espacio, esa habitación propia? El marido le reprocha que no ha cultivado ninguna pasión, ningún hobby
No hablamos de hobbies, porque lo de hobbies es una cosa de bueno, a mamá le dejamos un ratito para que haga crochet. Pasa por ser mujeres emancipadas y libres, independientes económicamente, laboralmente, afectivamente. Crear vidas de corresponsabilidad, porque si no nos ponemos en un terreno condescendiente. Lo que dice el padre, eso te pasa por tu culpa, porque no tienes hobbies, como irte con las amigas al club.
La culpa y la frustración son sentimientos universales, más allá del síndrome del nido vacío que vemos en esta obra, pero se escriben en femenino por esa condescendencia o ese paternalismo con el que tratamos a las madres y a las mujeres en general. El no permitirse estar enfadadas, porque o eres histérica, o estás loca, o exageras. Esa culpa tiene un apellido femenino.
Exactamente. Yo llevo haciendo personajes femeninos que bucean un poco en estos temas desde hace ya bastante tiempo. Desde la propia Medea que asesina a sus hijos a la Nora de Casa de muñecas. Esta Ana podría ser esa Nora que no dio el portazo, esa Nora que 20 años después se encuentra con ese vacío y depresión profunda. Porque Nora, en Casa de muñecas con ese portazo, siembra esa rebelión, ese cuestionamiento de ese orden establecido. Me parece muy interesante, como que voy hilando los personajes que he hecho, encuentro algo común en muchos de ellos.
Desde hace muchos años, pero especialmente estos últimos meses, el feminismo viene reivindicando no solo el derecho, sino el deber de enfadarse, de estar enfadada. El derecho a la rabia, a la ira, que creo que es algo que también atraviesa la obra. Solo gritando y enfadándose, expresando esa ira, se pueden cambiar las cosas.
Claro, es que el ser una buena madre pasa por esa abnegación y por esa aceptación del sacrificio, de la entrega. Hay que perder el miedo a ser catalogada como mala madre, somos humanas, estamos llenas de luces y de sombras y llevamos demasiado tiempo puestas en la casilla de la buena madre. A Ana le pasa en esta función y Zeller lo muestra muy bien. Muestra a una Ana abnegada, resignada a su suerte, con una tristeza profunda, perdiendo las ganas de vivir. Y muestra por otro lado a una Ana revuelta, iracunda, cruel incluso, las cosas hirientes que dice, no es nada agradable y produce un rechazo. Pero si lo comprendes desde lo que significa ese golpe en la mesa, el decir basta, hasta aquí, necesito la rabia porque la rabia es un sostén y es también un motor para cambiar las cosas. Y creo que por ahí es por donde yo he encontrado ese punto de conexión tan profundo con Ana.
Si una no expresa la rabia, al final puede acabar cayendo en la depresión. Y cuando una está deprimida, toma "pastillas para vivir, te tranquilizan, te animan, sirven un poco para todo". La obra habla también de la salud mental.
Sin duda y además ten en cuenta que hace poco salían unas encuestas que reflejaban que nuestro país es uno de los primeros de Europa, si no el primero, en el que más se consumen tranquilizantes y pastillas de todo tipo. Y que las mujeres son las grandes consumidoras, muy, muy por encima de los hombres. Eso debería darnos mucho que pensar.
No paras de hacer cine, teatro, televisión. ¿Qué te aporta cada medio?, ¿tienes alguno preferido?
Hasta audiolibros, sí, sí. Me siento más dueña de mi trabajo, sin duda, encima de un escenario, es así. Para mí es siempre la vuelta a casa, donde puedo hacer el viaje completo del personaje y de la historia, donde se celebra ese pacto tácito con el espectador de vamos a creernos todos que estamos viviendo esta historia y la vamos a vivir juntos, aquí y ahora. Todo eso es mágico.
Una última pregunta. La Real Academia de la Lengua Española define madre, entre muchas acepciones, como mujer con cualidades atribuidas a una madre, especialmente su carácter protector y afectivo. Has sido La jefa en cine y no sé si estás al tanto de la nueva jerga de los jóvenes, que hoy llaman madre a una mujer que es una jefaza, alguien empoderada, un ejemplo inspirador. ¿Habría que cambiar el diccionario?
Ah, me encanta, no lo sabía, esto tengo que decírselo a mis hijos, porque estoy al tanto de la jerga, tengo hijos muy jóvenes. Me gusta mucho esta nueva acepción. Sí, sí, sí, habría que decir a la RAE que hay que actualizar la definición.