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Los fetiches más raros de los favoritos de los Oscars: de la imposición de continencia fisiológica a los planos de pies

Marta Fernández se asoma a 'La Ventana' para traer una nueva edición de Academia de saberes inútiles a las puertas de la gran noche del cine americano

Academia de saberes inútiles | Los fetiches más raros de los favoritos de los Oscars: de la imposición de continencia fisiológica a los planos de pies

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En Academia de saberes inútiles nos encanta hablar y explorar sobre las rarezas de la gente, y que mejor momento para hablar de aquellos directores que son más especiales de lo normal que en la semana de los Oscars.

Es que a veces, los genios son un poco obsesivos y tienen manías difíciles de explicar. Y quizás uno de los directores más nominado este año, sea el más maniático además del favorito. Oppenheimer será una de esas películas de las que más se hablará el lunes, ya sea porque gana o porque no. Pero de lo que no se habla tanto es de sus manías mientras está rodando. Por ejemplo, no permite que nadie se siente mientras están rodando porque dice que entonces se relajan.

Y en el set de Nolan, no se relaja nadie. Ni siquiera uno de sus actores fetiche, Michael Caine, que ya tiene una edad y que no aparece en Oppenheimer. Pero es que hay otra norma de Nolan que es aún peor que la de permanecer de pie. No deja que la gente vaya al baño porque sí. Como lo tiene que tener todo controlado, también programa las necesidades fisiológicas. Si estás trabajando con Nolan, acostúmbrate que sólo vas a poder ir al servicio a las 11 de la mañana y a las 6 de la tarde. Y luego está el móvil, que por supuesto está prohibido. De hecho, Nolan no tiene móvil. Le parece una vulgaridad eso de que te llamen en cualquier sitio. Porque si una cosa es Christopher Nolan, además de un genio, es elegante: siempre va a rodar impecable, con su traje.

La convención astronómica de Chinchón

Ojo, que hay otro director de su generación que también rueda con su trajecito, pero de pana. Y que está tan obsesionado con la literatura que se inventa libros para sus películas. Y por si fuera poco, le dedicó una película entera a una de las revistas más famosas de la historia, el New Yorker. Uno de los creadores más simétricos y coloridos: Wes Anderson. El mismo que eligió rodar en Chinchón, Asteroid City y revolucionó a todo el pueblo. El mismo que alquiló un hotel entero para alojar al equipo de Gran Hotel Budapest y que se metieran en el personaje. El mismo que grabó las voces de Fantastic Mr. Fox en la casa de George Clooney en el Lago Como porque le gusta que todo el mundo esté cómodo cuando trabaja. El mismo que puede llegar a repetir una toma varias docenas de veces y conseguir que los actores se lo tomen bien, porque dicen que es encantador. No como ese otro genio del cine que repetía tomas hasta la desesperación.

Stanley Kubrick hizo gritar a Shelley Duval en 127 ocasiones para El Resplandor. Es archiconocida la tortura a la que el director sometió a la actriz, según él para que se metiera en el personaje. La pobre estaba tan aterrorizada por los métodos de Kubrick que hasta se le caía el pelo. Lo de El Resplandor fue una exageración, pero repetir tomas era el método habitual de Kubrick, que como mínimo hacía 30 de cada escena. Un alumno aventajado de esta técnica es David Fincher, quien en Mank obligó a Gary Oldman a repetir una escena cien veces.

En La Red Social, el único momento en el que se cortó un poco fue cuando Andrew Garfield discute con Jesse Eisenberg, ya que destrozaban los famosos Macbooks contra una mesa por el cabreo con su amigo. Y claro, no era cuestión de hacer pedazos muchos ordenadores. En esta ocasión, David Fincher se conformó con repetir la toma sólo trece veces, con sus trece Macs destrozaditos. Pero lo más curiso de Fincher es su obsesión con las neveras: en todas las películas de del director aparece una nevera. Hay una nevera en una de las escenas del crimen de Seven; es una nevera la que provoca la explosión del apartamento del protagonista de El Club de la Lucha; en The Game hay una nevera vacía, como en Millenium; la del protagonista de Zodiac es un desastre y hasta en Mank, que era difícil colarla, aparece una neverita portátil. Es su perversión cinematográfica particular.

"Margot Robbie's feet"

Pero es que a ser pervertido no se libra nadie. Por ejemplo: la obsesión de los hermanos Cohen por los señores gordos gritando. Con un protagonista recurrente, ya que en muchas ocasiones el señor gordo gritando de los Cohen es John Goodman. Pero otro de los obsesivos es Quentin Tarantino, aunque lo suyo son los pies. Quizás los más famosos en la filmografía de Tarantino, porque son los únicos realmente justificados, son los de Uma Thurman en Kill Bill. En la película hay toda una escena en la que habla con sus pies para que se vuelvan a mover y así pueda huir del hospital. Como será la fijación de Tarantino que cuando Brad Pitt recibió un premio por Érase una vez en Hollywood se lo quiso agradecer a los pies de sus compañeras de rodaje: “I wanna thank to my co-stars: Leo, Margot Robbie, Margot Robbie's feet, Margaret Qualey's feet, Dakota Fanning's feet...".

Pero uno de los grandes del cine de nuestro país tampoco se libra. Berlanga estaba obsesionado por colar en todas y cada una de sus películas la palabra: "Austrohúngaro". El valenciano decía que lo hacía por superstición. Porque, por pura casualidad, esa palabra poco común apareció en sus dos primeras películas y a partir de ahí tuvo que repetirlo siempre, no fuera a ser que sin el "austrohúngaro" la cosa no funcionara.

 
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