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Las primeras sanitarias en llegar al 11-M: "Lo que más me impactó fue el silencio. Allí no gritaba nadie. Recuerdo los móviles sonando"

La víspera de los atentados en Madrid del 11 de marzo, dos trabajadoras del SUMMA 112 empezaban su guardia de 24 horas en dos puntos distintos de la capital. A pocos minutos de irse a su casa, dos bombas explotaron en la Estación de Cercanías de El Pozo

Las primeras sanitarias en llegar al 11-M: "Lo que más me impactó fue el silencio. Allí no gritaba nadie. Recuerdo los móviles sonando"

Madrid

Una mañana como la de este domingo de hace 20 años, Mar Sastre, médico de emergencias, empezaba su guardia en una base del SUMMA 112 a las afueras de Madrid. "No sé ni que hicimos, ni a quién tratamos", explica intentando recordar aquel 10 de marzo de 2004. Ese mismo día y a la misma hora, a las 9 de la mañana, comenzaba su turno de 24 horas en una UVI Móvil Tatiana Vázquez, enfermera en otra zona. "Llevaba muy poco tiempo en el SUMMA. Fui a la guardia muy feliz y me acuerdo de que hicimos un infarto que salió adelante", rememora. Ambas pasaron la noche trabajando y a falta de menos de una hora para que se marchasen a su casa, les avisaron de que había ocurrido "un accidente de tren".

"A las ocho y pico", Mar y sus compañeros recibieron un aviso: "Querían que saliéramos con el helicóptero a la estación de El Pozo, pero me sonó rarísimo porque nosotros nunca atendemos avisos dentro de la ciudad de Madrid". Muy cerca de esa estación de cercanías, ubicada en el barrio de Vallecas, estaba el centro de salud en el que faltaban minutos para que Tatiana terminase su jornada. "Aparecieron dos coches de policía pidiendo nuestra ayuda, que fuéramos con ellos, porque había habido un accidente de tren", explica la enfermera, que lo primero que hizo fue entrar en el almacén a coger gasas, vendas, sueros. Tatiana imaginaba un frenazo grande o un descarrilamiento, pero cuando llegó se dio cuenta de que "era algo mucho peor".

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Dos bombas acababan de explotar y Mar y su equipo eran los primeros sanitarios en llegar en helicóptero. "Cuando sobrevolamos la zona, vimos cómo estaban las vías del tren, cómo estaban los trenes totalmente destrozados", comenta. Aterrizaron en una zona segura y entraron en las vías. Allí, empezaron a atender a heridos graves que los bomberos habían podido sacar de los vagones improvisando una camilla con los bancos de la estación. "Había cinco personas en muy mal estado", recuerda la médico.

"Tienes que ir con la sangre fría y no pensar. Hay que decidir si puedes salvar a más personas, en vez de a uno"

Empezaron a anestesiar a los heridos para intubarles, pero "la Policía empezó a decir que había otra bomba y que iba a explotar". "Apareció el instinto de supervivencia", reconoce. Mar salió corriendo y dejó al paciente unos segundos, pero volvió, se tiró con sus compañeros en una esquina a terminar de intubarle y, corriendo, llevaron a los heridos a un colegio cercano que se empezaba a habilitar como hospital de campaña. Allí, dice, tuvieron que elegir a quién se llevaban en el helicóptero: "Tienes que ir con la sangre fría y no pensar. Hay que decidir si el que está más grave en ese momento es el más indicado, o si puedes salvar a más personas, en vez de solo a uno". Finalmente, se llevaron al que estaba más grave al Hospital Universitario La Paz.

En paralelo, Tatiana llegaba con la UVI Móvil al andén de esa estación de Cercanías de El Pozo. Entró en el tren "por un agujero gigante". Dentro, recuerda a mucha gente, pero la mayoría no contestaba. "Lo que más me impactó fue el silencio. Allí no gritaba nadie. Recuerdo los teléfonos móviles sonando", hace memoria la enfermera que explica que el método para detectar a los heridos era caminar por dentro del tren esperando escuchar algún ruido: "A la gente que no decía nada no podíamos sacarla. Eran muchísimas víctimas para dos o tres equipos de UVI".

Imagen de uno de los trenes en los que explotó una bomba en los atentados del 11-M.

Imagen de uno de los trenes en los que explotó una bomba en los atentados del 11-M. / Getty Images

Acabaron haciendo hasta cuatro o cinco viajes en ambulancia al Hospital Gregorio Marañón. En un viaje normal suelen llevar a un paciente por recorrido, pero ese día llegó a llevar hasta tres a la vez, uno en una camilla, otro en el suelo y el tercero, el más leve, sentado delante. Al llegar al hospital le impactó una última imagen, "los abuelitos que estaban ingresados salían con el gotero y el pijama puesto para dejar camas libres".

Tatiana y Mar terminaron su turno dejando en estos dos hospitales de Madrid a alguno de los 1.857 heridos que los atentados dejaron aquel 11 de marzo. Guardias de 24 horas que acabaron durando cerca de 30. Hoy, 20 años después, la médico ha borrado casi todo de su mente, menos "el olor" y "ciertas imágenes". También recuerda el miedo y el instinto de supervivencia. Sensaciones a las que la enfermera suma una conclusión, el darse cuenta, con 23 años, de que había elegido la carrera que quería.

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Javier Liébana Giraldo

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