Manuel Jabois: "El dolor es indescifrable, hace con nuestra cabeza lo que quiere, y el del 11-M superó todos los límites humanos"
He pensado en los teléfonos que jamás se descolgaron, y a quiénes pertenecerán ahora esos números que durante horas significaron tanto para los familiares que perdieron a alguien en los trenes
Madrid
He vuelto a leer esta mañana las crónicas de hace veinte años y los días posteriores. Y he sentido un escalofrío recordando lo que ya entonces, en caliente, me emocionó: las llamadas compulsivas, obsesivas, de los padres, los hijos y hermanos, los amigos, a las personas que sabían o sospechaban que iban en esos trenes. “El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura”, una y otra vez, una y otra vez. He pensado en la gente que recibía ese mensaje y de pronto recibía señal, y conseguía hablar con la persona que buscaba: el alivio infinito, la alegría imposible y egoísta en medio del infierno; mi hijo no está muerto, mi hija no está muerta. Y he pensado en los teléfonos que jamás se descolgaron, y a quiénes pertenecerán ahora esos números que durante horas significaron tanto para los familiares que perdieron a alguien en los trenes. Esos primeros segundos en los que sólo hay silencio y teléfonos sonando, el paisaje del infierno. Y los últimos segundos antes del atentado en que precisamente fueron los teléfonos sonando los que activaron las bombas. Y volví a leer hoy la historia que Luz Sánchez Mellado publicó en El País en el que dos familias se disputaban a una víctima irreconocible; las ganas que tienes de que tu hijo esté vivo que pueda llegar a cegarte de tal manera que no repares en que no sea él, como aquel documental en el que reaparecía muchos años después en una familia un joven diciendo que era el hijo secuestrado de esos padres, y a pesar de que no se parecía en nada, y de hecho no era él, la familia quiso seguir adelante haciendo como si lo fuese. El dolor es indescifrable, hace con nuestra cabeza lo que quiere, y el dolor del 11-M superó todos los límites humanos; puso a mucha gente, como es normal, al borde de la locura.
La Contra | Los teléfonos que jamás se descolgaron
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Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario...
