'Cósima', una deliciosa novela autobiográfica de Grazi Deledda
La escritora italiana, Premio Nobel de Literatura en 1926, escribió esta obra, publicada de forma póstuma, sobre la memoria y el olvido
'Cósima', una deliciosa novela autobiográfica de Grazia Deledda
Grazia Deledda nació en Nuoro, Cerdeña en 1871 y murió en Roma, en 1936. Es una novelista italiana perteneciente al movimiento naturalista. Muy prolífica, produjo muchas novelas y narraciones cortas que evocan la dureza de la vida y los conflictos emocionales de los habitantes de su isla natal, Cerdeña. La narrativa de Grazia Deledda se basa en vivencias poderosas de amor, de dolor y de muerte sobre las que planea el sentido del pecado, de la culpa, y la conciencia de una inevitable fatalidad. Es la autora de 'Elías Portolu', 'La madre', 'Flor de Cerdeña' o 'Cañas al viento'. En 1926 recibió el Premio Nobel de Literatura.
'Cósima” fue su última obra, y se publicó póstumamente, en 1937. Es una novela autobiográfica que cuenta como se convirtió en escritora. Es una obra bellísima, emocionante, dulce y terrible a veces. Es un placer leer a Grazia Deledda.
En 'Cósima' se entrelazan, armónicamente, memoria y olvido; es una narración autobiográfica escrita en tercera persona, que abraza el retorno al mundo de la infancia, coloreado por el tamiz del tiempo, que Grazia Deledda empieza a redactar cuando es consciente de que su tiempo de vida está contado. A pesar de la proximidad de la muerte o quizá precisamente por ello, 'Cósima' es una obra vital, un testamento de supervivencia, en la que recuerdos y experiencias vividos en Nuoro, y tantos usos y costumbres de su isla afloran con la fuerza y la imaginación de una adolescente que sueña con convertirse en escritora de éxito. Y la recurrencia a los temas sardos, algunos ya tratados en relatos y novelas, no supone una repetición, sino que proyecta una nueva perspectiva iluminada, ahora, por la luz de la lejanía y la nostalgia que, en cierta medida, contribuye a suavizar los recuerdos poco gratos y a magnificar las vivencias positivas.
El reconocimiento de los innegables méritos de Grazia Deledda y la concesión del Premio Nobel de Literatura culminaron un camino en el que había mucho de lucha individual, de enfrentamiento contra una sociedad intransigente, para conseguir un objetivo: traspasar los límites de su «horizonte sardo». La escritora mantuvo una actitud firme y decidida ante determinados condicionamientos que le imponía la sociedad sarda y su fuerte personalidad le sirvió de ayuda para afrontar con libertad un futuro que parecía predeterminado por ciertos prejuicios. En sus novelas y relatos ilustra la vida de Cerdeña y la de sus habitantes en un espacio temporal que se sitúa a caballo entre los siglos XIX y XX. Y fue, precisamente, contando las particularidades de su mundo local, como esta pequeña sarda, que solo había ido a la escuela hasta los diez años, se convirtió en una de las pocas mujeres galardonadas con el prestigioso premio.
Para Grazia Deledda su lengua era el sardo, o mejor dicho una variante del sardo, el nuorés, y el italiano fue una lengua aprendida en la escuela. Para dar a conocer al resto de Italia su mundo sardo tuvo que renunciar, paradójicamente, a utilizar la lengua en la que hablaban sus personajes. El sardo solo se usa en proverbios o modismos o para designar cosas exclusivamente sardas que carecen de referente en italiano, o también cuando, por boca de sus protagonistas incluye en sus narraciones fragmentos de poesía en sardo. En una época de gran rigor formalista se criticó duramente el estilo narrativo de Grazia Deledda, aduciendo que se trataba de un estilo tosco y poco pulido, carente de agilidad, que dejaba entrever giros del dialecto nuorés que descomponían la sintaxis del periodo.
La formación autodidacta de Grazia Deledda se fue sustentando en lecturas desordenadas y poco sistemáticas, compuestas por revistas ligeras y juveniles, periódicos de variedades y de moda, además de los libros de Santus —que constituyen para ella el gran tesoro—, los libros que su hermano había ido comprando en la única librería de la ciudad y que Cósima lee a escondidas. Leyó con constancia, pasando de autores italianos contemporáneos a los más importantes novelistas rusos, recibiendo influencias diferentes de las que luego fue prescindiendo conforme iba descubriendo nuevos caminos. Reflexiona, entonces, sobre la necesidad de crear una literatura exclusivamente sarda, que se va plasmando en obras que mantienen una estructura común: personajes que se debaten entre la pasión y el remordimiento, con el paisaje sardo y las costumbres isleñas como telón de fondo.
Grazia Deledda cuenta cómo es el luto que envuelve su casa después de la muerte del padre. El luto estipulado varía desde siete a ocho años por el padre, hasta un mínimo de dos por un pariente lejano. En las casas de tradición el luto se observa de forma rigurosa, hasta el punto de que las ventanas permanecen cerradas durante años y las mujeres «las eternas mártires de la casa transcurren sus mejores años viviendo una vida muy triste...». Grazia Deledda traza un panorama del mundo femenino sardo analizando los comportamientos tanto de las mujeres del pueblo, las llamadas rústicas, porque visten el traje tradicional, como de las burguesas y de la nobleza. El cuadro que pinta a finales del siglo XIX no es muy halagüeño, ya que, por ser la mujer «la potencia oculta» que nunca levanta la voz para protestar o rebelarse, la consecuencia es que el pueblo sardo se resigna ante su condición.
Este artículo contiene fragmentos de la presentación de María Teresa Navarro Salazar de la edición de la editorial de Nórdica Libros.