La reflexión más personal de Luis García Montero tras la victoria 'electoral' de Putin

Vivo al lado de dos discotecas y de varios nidos de copas nocturnas. Alguna mañana, cuando salgo muy pronto de casa para empezar un viaje, me cruzo en la calle con borrachos desorientados. No saben quiénes son ni adónde van. Caminan como fantasmas, envueltos en el peligro de un atropello. Confieso que ahora, cuando intento escribir un poema, las palabras se me llenan de coches que se pierden en la carretera y aviones que no saben hacia qué mundo vuelan.

Mientras Putin iguala en tiempo de gobierno a Stalin, mi corazón pacifista es invitado a pensar que resulta necesario cargarse de armas y espíritu bélico para defendernos de los enemigos. ¿Qué hemos hecho mal para llegar hasta aquí? El negocio de las fábricas de armas es otra vez el sector más atractivo de la economía. Y sigo viendo cómo algunos representantes de países democráticos intentan justificar el horror de Gaza, el asesinato televisado de miles y miles de personas. Me lo pregunto a ciegas.

¿Qué hemos hecho mal? Que haya personas violentas es inevitable, pero que haya Estados salvajes es una borradura del progreso humano. Que haya políticos corruptos es inevitable, pero lo grave es que la gente normal vote de manera salvaje a personas sin conciencia, dispuestas a invadir países o a que su familia haga negocios mientras se hunde la sanidad pública y la gente necesite sobrevivir en una pandemia.

Suenan las alarmas, volvemos a bombardear Guernica. Se cuenta que, durante la invasión de París, las autoridades nazis le preguntaron a Picasso si él era el autor del Guernica. No, contestó, los autores son ustedes.