Nuestros sicarios
"Cierta prensa, y ciertos contenidos de las redes, dan auténtico asco. Pero no existirían si nosotros no fuéramos adictos a la basura que producen. También son nuestros sicarios"
La píldora de Enric González | Nuestros sicarios
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Madrid
Durante mis años en Londres viví en Kensington, bastante cerca del palacio donde Carlos y Diana convivían de mala gana. Me acostumbré a la presencia de grupos de motociclistas que seguían a Diana en cuanto salía de casa. Algunos ritos eran habituales. La mayoría de los sábados, Diana y sus dos hijos iban a un McDonalds casi contiguo a los almacenes Harrods. Y en la puerta se posaba la bandada de papparazzi motorizados. Una señora comía, otra vez, hamburguesas con unos niños. Noticia bomba.
Lo que hacían aquellos periodistas me parecía bastante infame. Pero ellos se justificaban: sólo eran “dealers”, camellos del chismorreo que exigía el público. Satisfacían una demanda.
La cosa, como saben, acabó con la trágica persecución a orillas del Sena y el accidente mortal en el puente de Alma.
Entonces no existían las redes sociales. Ahora sí. Y existen programas televisivos, en todas partes, que dedican horas y horas a especular y anunciar supuestas exclusivas que son sólo inventos. Eso permite comprobar que los papparazzi, en cierto modo, tenían razón. Nosotros, el público, queremos cotilleo y entretenimiento. Y lo conseguimos como sea, con papparazzi o sin ellos.
Lo que ha ocurrido y está ocurriendo con la señora Middleton resulta muy instructivo. Cómo nos hemos divertido con los rumores y las barbaridades difundidas cada día. Ahora sabemos que padece un cáncer. Vaya. Nos quedaremos cortados un ratito. Sólo un ratito.
Los cárteles de la droga en Colombia o México son detestables, pero no existirían si nosotros, el mundo rico, no consumiéramos cocaína a quintales. En último extremo, son nuestros sicarios. Cierta prensa, y ciertos contenidos de las redes, dan auténtico asco. Pero no existirían si nosotros no fuéramos adictos a la basura que producen. También son nuestros sicarios.
Deberíamos pararnos a pensar. No lo haremos. El espectáculo debe continuar.
Me llamo Enric González. Les deseo un feliz día y, si procede, unas buenas vacaciones.