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La fiesta más salvaje de la historia se celebró en España e incluyó un cóctel de miles de litros

Marta Fernández ha repasado algunas de las fiestas más extravagantes de la Historia: lo de desfasar nos viene de lejos

Fiestas del Medievo 2024 / AA.VV El Raba

Madrid

La primavera acaba de llegar y la Semana Santa, aunque pasada por agua, está en marcha. Por eso, Marta Fernández ha decidido dedicar su Academia de Saberes Inútiles de este martes a realizar un recorrido por algunas fiestas históricas de lo más extravagantes.

Por ejemplo, la fiesta de navidad de 1954 organizada por un departamento de la CIA. "Se trataba de una sección secreta de la inteligencia estadounidense que llevaba investigando desde casi el final de la segunda guerra mundial para descubrir un suero de la verdad", ha explicado Fernández. Es decir, una sustancia que hiciera que los prisioneros de guerra cantaran todo lo que sabían en los interrogatorios.

"¿Y con qué experimentaban? Pues con drogas. ¿Y con qué droga estaban alucinando los agentes de la CIA en los años 50? Pues con el LSD. Tanto alucinaban, en el sentido estricto del término, que la probaban entre ellos mismos. Pero como lo que realmente querían era ver cómo actuaban los psicodélicos en grandes grupos de gente cuando estaban relajados decidieron poner un poquito de LSD en el ponche en la fiesta de Navidad de los agentes. Imaginaos: tipos armados y psicotrópicos", ha relatado la colaboradora de La Ventana.

Ha señalado, además, que "hay un informe, que se desclasificó hace unos años, en el que se desaconsejaba el experimento". La CIA no probaba el LSD solo entre sus propios agentes, sino también en la población en general. Por ejemplo, entre los estudiantes. "Así fue como uno de los más grandes poetas de la generación beat, Allen Ginsberg, entró en contacto con los alucinógenos", ha revelado Fernández.

Las fiestas de Bernstein y el radical chic

En el repaso por las fiestas extravagantes, se ha detenido también en las fiestas que ofrecía en su casa Ralph Greenson, el psicoanalista de muchas celebridades de Hollywood y la última persona que vio con vida a Marilyn Monroe. También en aquellas que ofrecía Leonard Bernstein, el director de orquesta que enseñó a los niños estadounidenses el prodigio de la música a través de un programa de televisión.

"Tan legendarias eran que una en particular quedó inmortalizada para siempre por Tom Wolfe en un artículo para el New York Magazine: La izquierda exquisita", ha recordado Fernández, antes de señalar que aquella fiesta "fue épica por la increíble mezcla de invitados". "Pongámonos en situación: Leonard Bernstein era uno de los hombres más famosos de Estados Unidos, respetado director de orquesta, intelectual, amigo de intelectuales, miembro destacado de la jet-set cultural de la época, millonario y concienciado. Y en 1970 organizó una fiesta para recaudar fondos para los Panteras Negras, una organización marxista leninista de defensa de los derechos de la población negra. El dinero era para pagar a los abogados de 21 miembros de los Panteras acusados de conspirar para matar a varios policías y colocar bombas en los vecindarios adinerados de Nueva York. Vamos, vecindarios adinerados como el del propio Bernstein. Así que allí tenías a la élite cultureta de Nueva York codeándose con los líderes de los Panteras Negras, unos caballeros afroamericanos muy fornidos vestidos de cuero y conocidos por su rebeldía callejera", ha descrito la periodista.

"Wolfe en su artículo dejaba al descubierto la paradoja de una fiesta que se celebraba en un barrio por donde los Panteras Negras no podían pasear sin ser parados por la policía, organizada por unos ricachos blancos que querían lavar su conciencia. Y acuñó un terminó para definir a esta élite de izquierda: el radical chic, revolucionarios, pero con criadas y servicio de plata en la mesa", ha explicado.

La fiesta loca de Stravinsky

Una de las fiestas más memorables de la historia se hizo para celebrar el estreno de uno de los ballets de Stravinsky, Las Bodas, en París. Fue en julio de 1923 y el estreno fue un éxito, pero lo que se recuerda es la celebración.

"Los Murphy, un matrimonio americano afincado en la ciudad, alquiló un gran barco para reunir a todos sus amigos y rendir homenaje a Stravinsky. Contrataron a los mejores cocineros de Francia y el champán no se acababa nunca. Y eso que uno de los invitados era Scott Fitzgerald que no paraba de brindar con Cole Porter. Tristan Tzara ya no aguantaba a Jean Cocteau, que se pasó toda la noche gritando que el barco se hundía, así como broma. Picasso decidió que la decoración, hecha con muñecos de lata y peluches, era un horror y los apiló para crear una escultura coronada con la cabeza de una vaca de juguete. Y Stravinsky terminó borracho perdido cayéndose por la borda del barco. Después dijo que aquella fue la fiesta de su vida. Y la que sirvió de inspiración a Scott Fitzgerald para las fiestas de El Gran Gastby", ha contado Fernández.

Probablemente, la fiesta más salvaje de la historia

Por último, Marta Fernández se ha detenido en la que probablemente fue la fiesta más salvaje de la historia, que se celebró a finales del siglo XVII. "Estamos hablando de la fiesta que organizó en la navidad de 1694 el primer Lord del Almirantazgo y primer conde de Oxford, Edward Russell para sus oficiales. Si os digo 'ingleses' y 'fiesta', es posible que os los imaginéis bebiendo en cualquier piscina de la costa española. Pues históricamente esta tradición tan británica se remonta a la juerga que preparó el bueno de Russell. Porque lo importante aquí era empinar el codo".

La periodista ha contado que Russell utilizó una fuente para servir el mayor cóctel de la historia. Sacaron el agua y cargaron la fuente con: 1.140 litros de brandy, 600 litros de vino dulce de Málaga, 640 kilos de azúcar, 2.500 limones y una pizca -dos kilos y medio- de nuez moscada. Los camareros iban en unas barcas dentro de la fuente sirviendo a los invitados. Y tenían que reemplazarlos cada hora porque se mareaban sólo de oler el alcohol que llevaba el mejunje. Tardaron ocho días en dar fin a la bebida.

Esa fiesta no se celebró en Londres o en la campiña inglesa, sino en la costa española, en la casa del gobernador de Cádiz. ¿Por qué? "Porque entonces -y sin que sirviera de precedente- la corona británica y la española eran aliadas contra Francia en la llamada Guerra de los Nueve Años. Aquella Navidad, Russell y su marinería se tuvieron que quedar en Cádiz custodiando el Estrecho de Gibraltar y el hombre estaba tristísimo. Para quitarse la morriña se le ocurrió dar la fiesta más etílica de la historia".

"Cuando antes os decía que esto fue el precedente del balconing de los ingleses en las costas españolas no iba desencaminada… Uno de los asistentes escribió que la cosa se desmadró un poquito cuando los invitados empezaron a tirarse a la fuente. Pero, ¿qué fiesta a lo grande no se desmadra?