Las procesiones
"Ahora resulta, que no hay carrera, ni saber, a los que no se les dé otro valor que el de su rendimiento profesional. De este modo, hemos pasado de no trabajar a no saber"
La píldora de Andújar | Las procesiones
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Barcelona
Al igual que sucede con la ropa, hay procesiones que se llevan por dentro y otras que van por fuera para que las vea todo el mundo. Incapaz de ser España un país de profesiones, ha tenido que conformarse con ser tierra de procesiones. Aquí, siempre se ha creído más en los milagros que en la FP, es decir, la formación profesional. Sucede porque, desde antiguo, hemos sido un sitio de hidalgos y lazarillos, de modo que, tanto por arriba como por abajo, entre nosotros nadie tenía un oficio. Un hidalgo es un muerto de hambre que se dedica a ver como pasa la vida. La vieja canción de Pata Negra, titulada Pasa la vida, es el himno secreto de España. En los años ochenta del siglo anterior, cuando Javier del Pino y un servidor nos llamábamos Javier, y este nombre sonaba más a carnet de biblioteca que a fotonovela, el título de hidalguía, que garantizaba una situación inútil para el trabajo y sin provecho para la vida, venía con el título del BUP, iniciales de Bachillerato Unificado Polivalente. Ni siquiera en la factoría Marvel han sido capaces de crear un villano con tales superpoderes: unificado polivalente. Hoy día, ocurre lo contrario. Ahora resulta, que no hay carrera, ni saber, a los que no se les dé otro valor que el de su rendimiento profesional. De este modo, hemos pasado de no trabajar a no saber. O, más bien, por fin hemos conseguido conjuntar el paro y el desconocimiento de una manera unificada polivalente. Bueno, ya no se le llama paro, porque a la gente le mandan whatsapps a cualquier hora del día y de la noche, y así no hay quien pare. Sólo se parece al paro en que se trabaja gratis. Este es el mundo al que se enfrenta la gente joven mientras otros cruzamos los dedos para poder jubilarnos. La procesión va por dentro, pero es la que se ve por todas partes.