'Su único hijo', la otra gran novela de Clarín
El autor de 'La Regenta', una de las obras maestras de la literatura española, publicó esta novela en 1891
'Su único hijo', la otra gran novela de Clarín
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Leopoldo Alas nació en Zamora, en 1852, y murió en Oviedo en 1901. Conocido con el seudónimo de “Clarín”, forma con Galdós la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. También es un gran cuentista y un gran periodista. Es el autor de 'La Regenta' su obra maestra. Entre sus relatos destacan 'Doña Berta, Cuervo y Superchería' y los 'Cuentos morales'. Publicó 'Su único hijo' en 1891. Es una novela divertida, a ratos canalla, y a ratos triste, que pinta unos personajes extraordinarios, que parecen sacados de una opera bufa, que sufren y que se arrastran unos a otros a la destrucción.
'La Regenta' y 'Su único hijo' empiezan con frases que son como marcadores del derrotero narrativo que van a recorrer ambas novelas. En la frase inaugural de “La Regenta” el sujeto es una ciudad y en “Su único hijo” un individuo. El sujeto que abre la novela es una mujer con nombre y apellido, a quien de entrada caracteriza como “hija única” y “mimada”, que tiene, junto con la intención irónica el efecto añadido de prefigurar la personalidad de Emma. 'Su único hijo' es la antítesis del modo de novelar que Clarín había seguido en 'La Regenta'. El recurso en 'Su único hijo' a la ópera-bufa, a la trama-parodia de tramas canónicas, sacralizadas, tiene su génesis en el imperativo que se impuso Clarín de que esta novela fuera el anti modelo de 'Madame Bovary' y de 'La Regenta'.
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La estructura de 'Su único hijo' recibe la impronta de la parodia. Bonis es una marioneta en manos del narrador, quien lo mueve a su antojo y deja también a su antojo que una y otra vez se tambalee y se desplome al suelo, el espacio de lo irrisorio donde se hacen añicos los cristales de los sueños y de las leyendas. Y cuando el narrador le concede, o le impone, el subterfugio de que tenga sueños-leyendas como los del hijo, serán sueños-leyendas de ese mismo frágil cristal y susceptibles, por tanto, de que se resquebrajen. En 'Su único hijo', como en 'La Regenta', se tiende a huir de la realidad y buscar refugio en ámbitos inconcretos, vagos, inasibles, abstractos.
'Su único hijo' rompe el paradigma del realismo-naturalismo, quiebra que afecta a la forma pero no necesariamente a su fondo. En esta novela hay una alternativa a lo real, entendido como la plasmación del ineludible derrumbe de los ensueños. Está adscrita al criterio del idealismo-espiritualismo, pero contiene una dialéctica discursiva en la que lo espiritual es siempre un subterfugio falaz y lo material el único reducto verdadero, real. Lo cual no significa que ese reducto en verdad sea, o termine siendo, la alternativa, la solución.
Si Emma Bovary acaba teniendo un amante como lo tenían las protagonistas de las novelas de folletín que solía leer, todo indica que Bonis se enamora de la Minghetti porque de joven se aficionó a la ópera. Lectura y amante es uno de los ejes binarios de 'Su único hijo', que está en busca de una síntesis imposible, porque esos ejes están basados en premisas falsas que, además, no buscan la fusión sino su eliminación, que es lo que finalmente ocurre en 'Su único hijo': se elimina a la amante, y el hijo religión del hogar lo sustituye, lo que es una patraña, un autoengaño. El narrador de 'Su único hijo' presenta a Bonis como una confusa mezcolanza de prosa y poesía.
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