La emoción de Juanjo Artero al recordar a su padre, el médico que "cerró los ojos" a Franco y salvó la vida a La Pasionaria y a Torrebruno

Juanjo Artero ha tenido una vida de cine, y nunca mejor dicho. Desde pequeño supo que quería ser actor y que su otra opción era ser vagabundo, tal y como confesó a su madre y ha vuelto a admitir este jueves en Hoy por Hoy, donde el intérprete ha llegado de la mano de Luis Alegre para charlar con Àngels Barceló en una entrevista que se ha vuelto muy emotiva.

Una emoción que ha estado presente desde el primer momento de la conversación, pero que ha ido a más a la hora de sonar los acordes de 'En un rincón del alma', de Alberto Cortez. Este era uno de los que más escuchaba su padre, especialmente cuando conducía, y ha provocado que Artero rememorase la figura de su progenitor, fallecido antes de las últimas navidades y que tan importante fue en su vida. "Esta canción habla de mi infancia", ha asegurado entre lágrimas.

Su padre disfrutó de su éxito, aunque nunca se lo dijo a él porque "tenía mucho miedo de que se me subiera la fama a la cabeza", pero eso no impedía que presumiera de hijo delante de todo el mundo.

Gabriel Artero fue "actor frustrado", según ha explicado su hijo Juanjo, aunque eso no le impidió tener una vida de cine. Y no porque llegase a realizar una gira teatral por el norte de África representando Edipo Rey, sino porque se dedicó a ser uno de los cirujanos cardiacos más importantes de España hasta el punto de que formó parte del "equipo médico habitual" de Francisco Franco hasta el punto de que "fue el que le cerró los ojos" al dictador cuando murió.

Pero Franco no fue la única gran figura a la que trató el padre de Juanjo Artero. Dolores Ibárruri 'La Pasionaria' fue otra de sus pacientes, ya que le instaló un marcapasos. Y también a Torrebruno, al que le salvó la vida y con un quíntuple bypass coronario en una operación "muy complicada".

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Y más allá de grandes personajes, dedicó su vida a la gente. "Se iba por la mañana y salvaba una o dos vidas, y era el tío más humilde, campechano y simpático del mundo", ha proseguido Juanjo Artero, que ha recordado una vez en un restaurante en el que un hombre se arrodilló y le besó la mano a su padre porque le había salvado la vida. "Yo que no salvo vidas, qué me voy a creer", ha sentenciado.