A Trump no se le juzga por pornófilo

Madrid

A Donald Trump no se le juzga por afición a lo porno. Ni por acostarse con una actriz porno, sino por su primer manotazo contra las urnas: pagar presuntamente sobornos a una de estas actrices para que callase que eso mismo había sucedido entre ellos. Y así no le estropease en 2016 la carrera a la presidencia.

Fue el primer intento de falsear los resultados, pisoteando la realidad. El segundo ocurrió en 2020, cuando intentó que su vicepresidente, Mike Pence, como cabeza visible del Senado, anulase el recuento que daba la victoria a su rival, Joe Biden. Y el tercero consistió en incitar el asalto de sus seguidores más brutos y brutales al Capitolio, en 2021, porque se proclamaba presidente a su rival: casi olvidamos que ese golpe acabó con cinco policías muertos.

El juicio que ha empezado hoy, el primero de carácter penal en la historia a un expresidente de EE. UU., será largo y complejo: lo dirimirá un jurado, así que empieza por seleccionar a cada uno de sus miembros, intentando comprobar que son imparciales. Será agitado, porque ya sabemos que la especialidad de Trump es insultar a todos, sobre todo a los fiscales que le persiguen y a los jueces que pretenden juzgarlo.

La cosa empieza como se adivinaba. El reo vuelve a hacer alarde de victimismo-ficción: se ha declarado objeto de una “persecución política”. Este tipo de defensa ya se ha convertido en pandemia. ¿Les recuerda esta expresión a las de algún político o política española?