Las palabras piedra

Barcelona

Antes de conocer los minerales, por los cromos y por las colecciones que los traían en cajitas (se llamaban cuarzo, pirita, galena...), comprendí las piedras. Una piedra era un mineral sin título nobiliario. El mundo estaba habitado por tres clases de piedra: la de solar, la de río y la de playa. Hoy, les hablaré de la piedra de solar. Era la más civilizada, convivía con ladrillos (nosotros decíamos tochanas) y con trozos de baldosas (las llamábamos racholas), que nos servían para cortar palos, cuerdas y sacos de arpillera. De los diminutos cristales que asomaban por la grieta de las baldosas, me fascinaba su brillo. Era un aviso callejero de que lo que brilla corta. A lo largo de la historia, hemos perseguido a muchas mentes brillantes por esa misma razón. Acostumbraban a ser más bien grandes las piedras de la calle, y así fue como descubrimos una halterofilia de descampado, que consistía en levantar los pedruscos más pesados que encontrábamos. Entonces, los atletas que practicaban la halterofilia eran gordos y tenían fama de ser búlgaros. La nacionalidad puede ser una fama o no ir más allá de ser un rumor, como sucedía con Walt Disney, de quien se decía que era de Almería, lo mismo que Manolo Escobar. Walt Disney fue el Manolo Escobar de los dibujos animados. Sin embargo, aquí animábamos las palabras. Dábamos vida a palabras que carecían de significado, pero que todo el mundo entendía. Palabras misteriosas, como porompompero y achilipú. El mágico Chiquito de la Calzada fue el último gran descubridor de esas palabras piedra, descomunales, que levantaba a pulso con el esfuerzo de su jerga ante el asombro general. Debajo de las piedras de la calle, pululaban los insectos, que se revolvían ocultos como el significado de aquellas palabras.