Comisiones de incriminación

Madrid

¿Para qué? Hacen el ridículo más espantoso. Desvirtúan las garantías del Estado de derecho. Y no sirven para nada. De modo que las comisiones parlamentarias de investigación en España, en casi todas las ocasiones, son una piltrafa. En casi todas: hubo en tiempos alguna, sobre la crisis bancaria, que fue seria, más de estilo anglosajón, fue incluso provechosa.

Pero estas sobre las mascarillas y la corrupción son un cero absoluto. No investigan nada, sino que acusan sin datos contrastados. No observan garantías, porque desbordan el asunto discutido o porque se convierten en mítines políticos fuera de lugar. No las preside un sabio independiente o al menos generalmente aceptado. Coinciden venenosamente con campañas electorales. Y además compiten entre sí en las dos Cámaras, un despropósito jamás visto. Algunos de los principales convocados, los que más saben de las conductas torcidas y por eso más podrían hablar, están sujetos a juicio. Por tanto, se atienen lógicamente a su derecho a no declarar y no aportarán información valiosa. Para no perjudicarse a sí mismos, ese derecho universal.

Así que con estas premisas todos saben que las conclusiones se escribirán en papel desechable, por decirlo en fino. Este insulto a los ciudadanos como si fuéramos piedras, esta malversación de recursos públicos para escrachear a unos y fotografiarse otros como verdugos inmunes acabará como ha empezado: en el lodo. Salvo una intervención divina, bastante improbable.