A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

Hace cuatro años

"Fue todo tan terrible que preferimos no acordarnos. Y aquí seguimos, como si no hubiera pasado nada. Aún mueren personas y ya no nos importa"

Hace cuatro años

Madrid

Cuatro años atrás estábamos confinados. Parece que haga más tiempo, ¿verdad? Aquello fue terrible. Los gobiernos entraron en pánico y tomaron decisiones propias de una guerra. Se limitaron libertades fundamentales. En mayo de 2020 aún no había vacunas, ni se sabía cuándo las habría. Tampoco sabía nadie cómo acabaría la pandemia ni cuál sería el recuento final de víctimas mortales. Seguimos sin saberlo con exactitud. Podrían ser casi 18 millones de personas en todo el mundo.

Como en las guerras, todo se hizo a lo bestia. La aparición de las primeras vacunas fue saludada con alborozo general. Y los gobiernos conminaron a la gente a vacunarse con unos productos que no habían sido apenas ensayados y cuyos efectos secundarios se desconocían. Esos efectos han ido apareciendo después, con el tiempo, en un pequeño porcentaje de la población. Realmente suena frío hablar de porcentajes cuando se trata de asuntos que arruinan vidas.

Piensen que en España, y en toda Europa, se utilizaron las vacunas más caras y supuestamente más fiables. Yo pasé la pandemia en Argentina, donde mayo es el otoño más oscuro y el confinamiento duró nueve meses. Allí, más tarde que en otros lugares, te podía tocar una vacuna rusa o una china, ambas igualmente misteriosas. Había que echarle valor al asunto.

Como en las guerras, se ha pasado página rápidamente. En España se tomaron decisiones inconstitucionales, pero eso, que sospechábamos, sólo lo supimos con certeza cuando ya nos daba igual. La ansiedad de las administraciones por conseguir mascarillas y otras protecciones esenciales fue una gran oportunidad para los buitres y las corruptelas: lo sospechábamos y ahora vamos sabiéndolo. Ocurrieron situaciones inimaginables, como que un gobierno autonómico, el de Madrid, decidiera sobre la vida y la muerte de miles de ancianos internados en residencias. Se decidió que murieran. Cosas de la guerra.

Fue todo tan terrible que preferimos no acordarnos. Y aquí seguimos, como si no hubiera pasado nada. Aún mueren personas y ya no nos importa. Preferimos no mirar, pero deberíamos mirar una y otra vez para recordar hasta qué punto somos mansos, hasta qué punto somos frágiles, hasta qué punto somos capaces de olvidar lo inolvidable.

Me llamo Enric González. Les deseo un feliz y saludable fin de semana.

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