Feijóo tiene miedo

Madrid

Feijóo tiene miedo. De hecho, tiene mucho miedo. En realidad, muchísimo miedo. ¿Qué le ocurre? Que las elecciones catalanas del domingo le pintan fatal. Ninguna encuesta pronostica que supere el 10% de los votos, y eso, incluso tras comerse a Ciudadanos: o sea, que continuaría siendo irrelevante en Cataluña, como en el País Vasco. Pero sobre todo que está empatado en las proyecciones de voto con su aliado íntimo y, sin embargo, rival de poltrona, el ultra Vox. Y si no le mejora mucho el día 12, la fábula idílica de que bajo su batuta el PP puede concentrar a todo el voto de derecha se marchitará.

Por eso está nervioso, y porque Sánchez parece tener siete vidas. Hombre de Dios, es comprensible, pero procure que no se le note tanto. Que aparecer más débil de lo que ya es frente a la novia de la España de las mascarillas, Isabel Ayuso, pone en riesgo su supervivencia.

El antes amable gallego no sabe a quién más intentar humillar. Así que ahora la toma con los inmigrantes: curioso o quizá miserable en él, que viene de una tierra de dignísimos emigrantes por culpa de decenios bajo mando reaccionario. Ahora compite con los fachosos de Abascal, a ver si no se queda atrás: dice que los inmigrantes están “ocupando nuestros domicilios”, demostrado que lo ignora todo sobre inmigrantes y sobre okupas. Dice que invaden “nuestras propiedades”, cuando la principal propiedad del partido que lidera, la de la calle Génova de Madrid, se compró con dinero negro: pertenece, pues, a todos los españoles. Y el benemérito Feijóo es el inquilino gratis total de sus ahorros, de sus impuestos y de la dignidad que intentan mantener contra viento y marea los ciudadanos conservadores decentes, que los hay, y muchos. Esos que desde luego no tienen amigos contrabandistas, ni narcotraficantes.