Un gesto digno

Madrid

La política debe ser una tarea hermosa. Pero más seguro todavía, es un oficio duro. Pere Aragonés tiene 41 años. Ha sido un presidente de la Generalitat ordenado y respetuoso, aunque no demasiado eficiente. Como cara visible de Esquerra Republicana ha puesto el rostro propio a su caída, tres veces seguidas. La última, ayer, en que ha perdido un tercio de sus parlamentarios. Ha dimitido. Ni siquiera recogerá el acta de diputado. Es un gesto digno. Conviene decirlo en voz muy alta, ahora que las buenas maneras no abundan.

La tristeza de Aragonès debería ser también la del conjunto –que no es bloque, pero sí amalgama– del independentismo. En las ocho convocatorias del siglo XXI ha cosechado entre un 45% y un 48% del voto popular. Ahora ha caído al 39,2%. Ya nadie puede decir que ni siquiera la mitad de Cataluña sea indepe, aunque haya muchos indepes, por supuesto.

Por eso se entiende mal que otros protagonistas de este mundo se dediquen tras el recuento de votos a protagonizar comedias de enredo, juegos de magia y paseos en el alambre, a ver si de repente un volcán se lleva a todos los demás por delante y así poder izarse a la presidencia catalana, aunque sea únicamente con el voto propio.

Sean serios: quien chantajee o quien se burle de los electores y acabe impidiendo la merecida presidencia del ganador rotundo, el socialista Salvador Illa, corre un riesgo: el de pagarlo muy caro en una eventual repetición electoral. Los votantes están hartos de tanta simpleza y pubertad.