Activistas climáticos aseguran que no quieren dañar obras de arte: "Nos abre la puerta a que nuestro mensaje llegue a más gente"

Madrid

¿Sientes agobio al pensar que el calor que hace en verano cada vez será más y más insoportable? ¿La salud del planeta es un pensamiento recurrente en tu día a día? ¿La incertidumbre de la crisis climática te provoca agobio? Posiblemente, tengas ecoansiedad y no, no estás solo: el 85% de los jóvenes españoles dice haberlo experimentado alguna vez. La ecoansiedad está definida por la Asociación Estadounidense de Psicología como un "temor crónico de un cataclismo ambiental", un estrés causado por "observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los niños y las generaciones futuras".

En este nuevo episodio de ‘Selfi a los 30’, Estefanía Molina habla con Daniel Trenado, un joven agricultor, Bilbo Bassaterra, activista climático de Futuro Vegetal, y con Alice Cunha, experta en energía nuclear, para analizar la crisis climática desde diferentes perspectivas.

Energía nuclear, ¿mala fama o realidad?

Los esfuerzos para no depender de los combustibles fósiles están puestos en las renovables, más especialmente en la energía solar y la eólica, las más importantes en España. “Las renovables son la única oportunidad que tenemos para hacer frente al cambio climático”, asegura Pedro Fresco, director de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía.

Pero, ¿qué ocurre con la energía nuclear, denominada “verde” en muchos países de la UE? Según Fresco, el término “verde” no tiene una definición canónica en todo el mundo y hay países que lo utilizan por cuestiones políticas y porque tienen una tradición mucho más nuclear que España, como es el caso de Francia.

Sin embargo, a pesar de no ser una energía renovable, Alice Cunha, experta en energía nuclear, señala que la lucha contra el cambio climático pasa por usar la energía nuclear:” En la última conferencia del clima en Dubai, más de 20 países, incluso varios de Europa, firmaron un compromiso de triplicar la energía nuclear hasta 2050 como parte de solución para el cambio climático. Y eso sin contar los países que están fuera de Europa construyendo reactores nucleares”.

Este argumento no convence a los activistas por el clima como Bilbo que, aunque admite que ninguna forma de generar energía es inocua, hay que hacer un esfuerzo por volver al pasado en algunas prácticas para contaminar menos: “Yo no tengo nevera, tengo un sistema de refrigeración que se usaba antiguamente, que es muy parecido al botijo y eso hace que se mantengan frescos los alimentos. Creo que hay un conocimiento técnico que se ha ido perdiendo, que estaría bien recuperar y que son las prácticas que tradicionalmente se han utilizado en todas partes”, asegura.

Por su parte, Daniel Trenado, un joven agricultor de 34 años, cree que “la expansión de las renovables se está haciendo a costa de impactos medioambientales” y, por experiencia propia, no tiene queja con la nuclear “Yo trabajo mucho la zona de Almaraz en Extremadura, que tenemos la central nuclear, la cantidad de riqueza y de empleo que genera alrededor es brutal. Y, además, trabajo la zona de Valdecaballeros donde se iba a poner una que finalmente no salió y hoy en día es un pueblo fantasma”.

Activismo medioambiental contra el arte

A las obras de Van Gogh le han tirado desde sopa de tomate a puré de patatas, a la Gioconda de Da Vinci una tarta, a La joven de la pela de Vermeer se han pegado con superglue (como con La primavera de Boticelli), a un cuadro de Monet le han arrojado un líquido rojo indeterminado...

Los propios activistas son los que reconocen no tener interés en hacer daño a estas obras de arte, sino que su objetivo es llamar la atención para concienciar sobre la crisis climática. Bilbo asegura que “desde los medios de comunicación se da una imagen muy sensacionalista y los titulares son ‘activistas vandalizan unas obras de arte’ y en realidad, al menos hasta donde yo tengo conocimiento, ninguna obra de arte ha sido dañada en protestas de carácter climático”.

Los grupos activistas piden, además, a los museos que pongan de su parte: que reduzcan la financiación que muchos reciben de las empresas de combustibles fósiles que tanto contaminan y que cuenten en sus salas la realidad que vivimos.