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Cannes 2024 inaugura con una comedia socarrona que demuestra que el cine puede mejorar la realidad

'Le Deuxième Acte', del francés Quentin Dupieux, muestra el choque entre realidad y ficción en un delirante rodaje realizado por Inteligencia Artificial

Fotograma de Le Deuxième acte' con Vincent Lindon y Louis Garrel

Cannes

El Festival de Cannes no da puntada sin hilo y después de una temporada marcada por una huelga en Hollywood debido, entre otras cosas, a la emergencia y descontrol de la Inteligencia Artificial, la película inaugural, Le deuxième acte, del francés Quentin Dupieux, es básicamente una comedia sobre un disparatado y fallido rodaje de una película escrita, producida y dirigida precisamente por ChatGPT. Una enmienda a la totalidad de esa tecnología que acabará con el cine tal y como lo conocemos. En realidad, la apuesta del certamen es más compleja de lo que parece, pues el humor socarrón y mordaz del director galo nos lleva a una de las grandes reflexiones, más vigentes todavía si cabe, en torno a la representación cinematográfica y si ésta puede representar lo real. Y eso en el mismo día en el que Cannes saca pecho de la ambiciosa restauración de Napoleón, una de las joyas cinematográficas de la historia del cine que se ha visto, por primera vez desde hace cien años, en su totalidad, tal y como la concibió Abel Gance. Un acto de patriotismo y de defensa del cine y de su patrimonio, aunque hay que decir que parte del dinero de la restauración lo ha puesto Netflix.

Vivimos tiempos en los que no podemos diferenciar una imagen verdadera de una falsa, donde como decía Baudrillard en su ensayo Cultura y simulacro, las imágenes han sufrido tal transformación que ya no son capaces de conectarnos con la realidad, porque el problema ya no es solo que las imágenes mientan o estén manipuladas, sino que el propio referente ha desaparecido. En esos tiempos inciertos, nada mejor que volver a esa mirada de Gance sobre Napoléon y nada mejor que reflexionar, como hace la película de inauguración sobre la capacidad del cine para modelar la realidad. En esa confusión se inserta la historia de Le deuxième acte, película que como todas las que inauguran el certamen cada año se estrena en los cines franceses este mismo viernes.

La película nos sumerge en un rodaje en medio del campo, donde cuatro actores repiten las líneas de diálogo del segundo acto del guion: Vincent Lindon, Louis Garrel, Léa Seydoux y Raphaël Quenaud, actor habitual del cine de Dupieux al que hemos visto en Yanick o Fumar provoca tos. Cuatro actores que interpretan a actores que ruedan una película y, aunque sus nombres son ficticios, juegan con las semejanzas entre su propia identidad, si es que existe algo así. De modo, que hay divertidas bromas sobre los tics nerviosos de Lindon, uno de los grandes intérpretes del cine francés, con fama de tipo serio y comprometido, o chiste sobre la fama de seductor de Garrel, algo que los espectadores más avezados inferirán, y sobre la incipiente carrera de Quenaud, actor de moda ahora mismo, con varias películas pendientes de estreno en este festival. Sobre la película que ruedan, una hija enamorada quiere presentarle a su padre el chico que le gusta, que la detesta y a la que quiere encasquetar a su amigo, un cuñado de manual.

Lo que hace la película es mostrar lo que dirían los actores si nadie estuviera escuchando. En ese tiempo que transcurre entre el grito del regidor del 'corten' al 'acción'. Y eso es lo que los espectadores vemos, intentando poder diferenciar lo que es el guion de la propia película con el guion de la película que ruedan. Un delirante caos. Decía Jeremy Bentham, jurista e inventor de esas cárceles con forma de panóptico para vigilarlo todo, que la gente se haría más virtuosa solo por el hecho de saber que estaba siendo mirada; sin embargo, lo que nos muestra este falso rodaje es que da igual. Los actores hablan y hacen chistes políticamente incorrectos, en un intento de hacer humor sobre la cancelación: bromas sobre mujeres, sobre personas trans, homosexuales y hasta judíos. Pero como diría Noemí Argüelles, "de una sensibilidad que no ofende". Tenemos al actor que presume de ir a Hollywood, al envidioso que llama a su representante para intentar quitarle el trabajo. Vemos al actor que trata de besar a la actriz en un descuido, justo cuando todos los rumores apuntan a que en medio de este festival saldrá el Me Too francés. La diva que quiere romper el contrato, los representantes aprovechándose de los representados, y hasta el trato a los extras, en una brillante escena con Manuel Guillot.

"La realidad es la realidad. Punto", dice el personaje de Léa Seydoux, como si parafraseara al ex presidente Mariano Rajoy. Lo cierto es que el filme ahonda en esa reflexión, ¿qué es lo real? ¿Es aquello que hacemos cuando nos levantamos, nos lavamos los dientes, o son los discursos que soñamos, que vemos en el cine y hasta que contamos de nosotros mismos? No es baladí la reflexión, puesto que se refiere al gran debate filosófico sobre el que han hablado Goffman, Butler, Bazin, Delueze, Barthes... Lo que performamos, entre otras cosas el género, también es real, lo que nos contamos cobra visos de realidad. Lo que está en las películas que vemos y realizamos es también nuestra realidad. ¿A caso no es real los miedos que ejemplificamos en una película postapocalítica de ciencia ficción?

Cuando entramos en una sala de cine, con el sonido, la música, las imágenes, la oscuridad, se dice que nos olvidamos de nuestra propia realidad y nos dejamos llevar por esa historia "de ficción" que sale en la pantalla. Pero el cine tiene dos realidades, la que cuenta la propia película en cuestión y el proceso en el que se ha hecho la película. Es precisamente, la unión de ambos lo que convierte en una divertida comedia el director, al ver el choque entre el proceso de creación y la obra creada. Y no olvidemos que también las formas de ver afectan a lo que vemos.

Le deuxième acte es una comedia nada ligera, al revés, muy sesuda, y es que Cannes no da puntada sin hilo y, menos para elegir la inauguración. La película ahonda en las que están siendo las grandes polémicas o debates del certamen. Se habla del me too, se habla de la forma y condiciones en las que se hacen las películas, cuando todavía está en el aire una posible huelga de trabajadores culturales que afectarían al festival. Pero también abre el debate sobre para qué sirve el cine. "No sirve para nada, eso es lo cool", dice el personaje de Léa Seydoux. En un momento donde vivimos cuestionado si el cine tiene una utilidad ideológica educativa, evitando con ello que sea solo un objeto más de consumo en la sociedad capitalista, Dupieux se burla hasta de su sombra y hasta de los motivos bienintencionados. Quizá el cine nos haga mejores o quizá solo muestre lo tontos que somos.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...